Emmanuel Macron comienza su visita a Jerusalén el miércoles con una parada simbólica en uno de los territorios franceses en Tierra Santa con el objetivo de evitar controversias de los ex presidentes, al tiempo que subraya la influencia histórica de París en la región.
La visita de dos días, que incluye reuniones políticas para discutir las tensiones en Irán y el proceso de paz con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el jefe de la oposición Benny Gantz y el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, culmina con las conmemoraciones que marcan los 75 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz.
Pero para Macron, de 42 años, también es una oportunidad para seguir los pasos de los anteriores líderes franceses al visitar uno de los cuatro sitios que Francia ha poseído desde la era otomana del siglo XIX y que hasta el día de hoy siguen en sus manos a través de tratados internacionales.
Al llegar a través de la Puerta del León de la Ciudad Vieja en el este de Jerusalén, Macron visitará la Iglesia de Santa Ana, donde el tricolor francés ha revoloteado desde que los otomanos se lo dieron al emperador Napoleón III en 1856 como agradecimiento por su apoyo durante la Guerra de Crimea.
“Ya sea en escuelas, hospitales, orfanatos o lugares religiosos como éste, seguimos defendiendo la identidad francesa”, dijo una fuente diplomática francesa antes de la visita. “Estamos a un paso del Monte del Templo y del Muro Occidental, el corazón del conflicto entre israelíes y palestinos, así que simbólicamente lo estamos”.
Los diplomáticos franceses advierten que quieren dejar poco margen para percances como los que se han visto en el pasado. Funcionarios israelíes han expresado en privado su decepción por el hecho de que el líder francés no haya visitado el país antes de su presidencia.
Cuando el ex presidente Jacques Chirac visitó el casco antiguo de Jerusalén en 1996, perdió la paciencia con los agentes de seguridad israelíes que lo presionaban para que siguiera adelante, diciéndole a uno de ellos que su trato era una “provocación” y amenazando con volver a subir a su avión. Se negó a entrar en Santa Ana hasta que la seguridad israelí abandonó el lugar.
Los oficiales franceses no descartaron que Macron caminara más allá de Santa Ana y dentro de la histórica Vía Dolorosa, la ruta que los cristianos creen que Jesús caminó hasta su crucifixión.
La semana pasada Macron minimizó cualquier posibilidad real de renovar los esfuerzos franceses para impulsar el proceso de paz, estancado desde 2014, diciendo que no le correspondía a él dictar a ninguno de los dos bandos. “No voy a venir a decir ‘este es un plan de paz’ porque solo fracasaría”, dijo a los reporteros el 15 de enero. “Voy a hablar con los actores, a ver cuáles son las condiciones. Francia siempre tiene un papel que desempeñar y no creo que estemos ausentes de los debates en la región”.