¿Qué es beezrat HaShem? A veces, no podemos transmitir un concepto solo con palabras y se necesita una historia para comprenderlo…
Mi psicóloga y terapeuta, especialista en mobbing, ha definido la dinámica de mobbing como “un ensañamiento encadenado que busca: mortificar, bloquear la comunicación, difamar, contaminar con falsos rumores para ir desnaturalizando a la víctima, la que por lo general es un trabajador que ama lo que hace, se destaca profesionalmente, se caracteriza por ser ético y que por algún motivo ajeno a él, desata los celos y la envidia de quienes lo viven como una amenaza deseando aniquilarlo psicológicamente, verlo sufrir y eliminarlo de la organización”. Siempre dije que este flagelo pretende robarle a uno la dignidad. Esto me pasaba en mi lugar de trabajo.
Hace un par de días en un evento organizado por los amigos argentinos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, pude escuchar, que lo mismo le pasa a Israel como nación. Se lo desprestigia, se lo desacredita, se lo hace ver como que es un país que sobra… al cual se le pretende robar su historia. Historia y dignidad, van de la mano.
Con beezrat HaShem (con la ayuda del Cielo) pude salir de esta espiral succionadora… pero ésa será otra historia.
La que les voy a contar ahora es para que se pueda constatar que por más potente e influyente que sea el poder del Yetzer Hará (inclinación al mal) en personas dominadas por el temor, el atributo de misericordia y justicia de Dios es en extremo mayor, no tiene comparación.
Sentía que era injusto lo que estaba sufriendo en mi trabajo, por lo tanto, día tras día, rogaba a Dios por su justicia y misericordia.
Decidí estudiar una carrera funcional a mi trabajo, pues me veía en el fondo de un pozo sin salida. Esta profesión, podría resultar una soga que me ayudara a salir de él sin intervención de las personas perversas (cuya intención era mantenerme en el fondo del pozo).
En la Facultad la mayoría de los profesores eran trabajadores de la empresa, entonces, algunos, vaya uno a saber por qué, por intereses, por quedar bien con gente que después podría necesitar, por simple amistad… se animaban a utilizar sus posibilidades para sabotearme la carrera. Por ejemplo, había materias que no podía aprobar, por más que estudiara, practicara y entendiera, dado que el profesor ejercía su poder en la eliminación del examen.
Una materia en especial, parecía que no la iba a aprobar jamás y de esta forma nunca tendría el título.
Esta materia fue la última, luego incluso de haber concluido un destacado proyecto final. Ya no faltaba nada más para recibirme… solo aprobar la última asignatura, la cual se hallaba intervenida por el odio sesgado hacia mi persona.
Pero ¿qué sucedió? que el programa de esa materia había cambiado, me enteré justo una semana antes del examen. La administrativa de la Facultad, testificó que ella por error no me había notificado el hecho, de modo que trataron de encontrarle una solución. En reunión con el Decano, Secretaria docente, Coordinador académico, el profesor y yo, acordamos que el examen constaría de 2 ejercicios y que uno de ellos estaría completamente basado en el programa viejo, y el otro tendría que ver solamente con el programa nuevo, es decir, no habría mezcla, para que yo pudiese hacer el del programa viejo de forma absoluta y si estaba cien por ciento correcto, aprobaría la materia. Acepé el acuerdo y quedamos así.
Llegó el día del examen, había estudiado como siempre, y más, hice todos los ejercicios que había sobre la materia en la facultad, además, los ejercicios de los libros y mucha tefilá (plegatia). Me sentía confiada y feliz. Por fin iba a poder salir del pozo.
Cuando me entregaron la hoja con la letra de los ejercicios, lo primero que divisé fue el ejercicio mío, el único que yo podía hacer para aprobar. Literalmente “se me cayó el alma a los pies”, lo cual significa: “caer en un estado de total abatimiento repentino por sufrir una fuerte decepción ante algo que no se corresponde con lo que se esperaba o creía”. Lo interesante de la expresión coloquial es que uno físicamente tiene esa sensación, el alma en los pies.
El examen era complicado y largo, con muchas múltiples partes. No se trataba de un caso común ni habitual de esa materia. Pero lo que a mí me preocupó, no fue, no entender, porque comprendí correctamente la idea del ejercicio, sino que para iniciar la resolución, necesitaba recordar fórmulas de una materia que había estudiado cerca de 15 años atrás, mientras hacía otra carrera y que posteriormente había revalidado y que como no eran habituales en esta materia, no las tenía frescas en la memoria.
¿Cómo podría resolver el ejercicio, si no podía comenzar, si no podía plantearlo? ¿Cómo podría recordar fórmulas perfectamente, estudiadas más de 15 años atrás? ¿Dónde habían quedado el esfuerzo, el estudio y la tefilá? ¿Dónde? En el recuerdo de Dios, allí estaban…
De pronto, casi imperceptiblemente, en medio del abatimiento, me abstraje del mundo real… y escuché una voz que me decía “Empezá a escribir, empezá a escribir que es Dios quien te dará el éxito”. Yo, en mi interior acepté esas palabras y las creí, sin dudar. “Volví” a la realidad y comencé a escribir las fórmulas, a medida que escribía más claramente las recordaba, todo me resultaba tan claro como si lo hubiese estudiado el día anterior. Finalmente el plantemiento quedó acorde al sistema propuesto y ahí me di cuenta de que todo estaba bien. Comencé el examen. En una de las partes, se me dificultó la interpretación de los datos, entonces “se me ocurrió” hacer una gráfica, para ver las cosas desde otra arista. Cuando la obtengo, recuerdo una gráfica idéntica en el libro. Recordé la gráfica y las consideraciones, escritas en el costado, que había que hacer para resolver ese caso. Veía la página como en una pantalla. ¡Todo con claridad! ¡Hasta el número de la página del libro!. Hice todo tal cual, como estaba allí. Continúe hasta el final. Cuando se terminaban las 4 horas del examen, ya finalizaba la última parte de la última parte. ¡Aprobé!, ¡¡¡obtuve mi título!!!
Creo que en esa oportunidad Dios expandió mi memoria y me hizo tener recuerdos impresionantemente claros, de muchos años atrás, e incluso de las hojas de los libros. Él sabía lo que yo necesitaba, conocía toda la situación, y me envió la ayuda. Desde ese momento la vida me cambió desde el punto de vista económico…. pero aún faltaba más beezrat HaShem, ayuda del cielo, que vino después.