El judaísmo prohíbe terminantemente la cremación por el sufrimiento del alma y la resurrección mesiánica. El judaísmo exige que el cuerpo sea enterrado, tal como figura ya al comienzo de la Torá, cuando D’s le dijo a Adán: “Regresarás al polvo de la tierra porque del polvo de la tierra has venido”.
También hay una significación moderna, que remite a la eliminación contra su voluntad, ya sea en hornos o en multitudinarias fosas comunes, de gran cantidad de los seis millones masacrados en la Shoá.
El judaísmo prohíbe terminantemente la cremación por el sufrimiento que ella le genera al ama del difunto y porque impide su futura resurrección en la Era Mesiánica.
Es más, exige que el cuerpo sea enterrado, tal como figura ya al comienzo de la Torá, cuando D’s le dijo a Adán: “Regresarás al polvo de la tierra porque del polvo de la tierra has venido” (Génesis 3:19).
Una instrucción aprobada ayer, por el Papa Francisco, prohíbe la dispersión en el aire, en la tierra o en el agua y la conservación en el hogar de las cenizas de los cuerpos cremados. También reafirma su preferencia por la “sepultura” ya que demuestra “un mayor aprecio por los difuntos”.
Incluso el Cohén Gadol [Sumo Sacerdote], que evitaba todo contacto con la muerte, debía hacerlo personalmente si nadie más podía ocuparse.
De hecho, hace unos 2.000 años, el historiador romano Tacitus destacó que “los judíos entierran a sus muertos en lugar de quemarlos”.
Si bien suele creerse que las decisiones vinculadas con el fallecimiento de un ser querido repercuten fundamentalmente en sus supervivientes, quienes necesitarían tener una sensación de cierre y recibir consuelo porque, después de todo, el difunto “está en un lugar mejor”, ello es muy importante para la tradición judía y crucial para las prácticas del duelo, pero también el alma de esa persona debe ser considerada.
Ésta se albergó en el cuerpo para morar en este mundo y cumplir la misión de darle significado a la vida diaria, entre otras, y como socia del primero -la Kabalá [misticismo judío] los compara con un marido y una mujer que se aman-, el alma no lo abandona de inmediato, sino que permanece cerca, revolotea a su alrededor hasta el entierro y luego va y viene de la tumba a la casa donde se lleva a cabo la shivá [semana de duelo].
Para ella es doloroso ver que el cuerpo es maltratado, abandonado o profanado, y la cremación le causa una tremenda e innecesaria agonía debido al desligamiento antinatural y repentino.
El proceso de dolorosa separación ocurre a medida que el cuerpo se degenera, así que cuando es enterrado, se descompone lentamente y ello reconforta al alma mientras se desliga de él; por eso la Halajá [ley judía] prohíbe embalsar el cuerpo o enterrarlo en un mausoleo y ordena que los funerales se realicen lo antes posible -en Israel generalmente se llevan a cabo el mismo día que la persona fallece-.
Además, los judíos son sepultados en una caja de madera endeble, que ayuda a acelerar el proceso de degradación corpórea.
Asimismo, la tradición judía enseña que cuando el cuerpo es enterrado, el pequeño hueso luz, hueso de la parte posterior del cuello, nunca se desintegra y a partir de allí será reconstruido en la futura Era Mesiánica.
En este sentido, la resurrección es una creencia fundamental del judaísmo y la Mishná considera que negarla es una herejía.
Pero también hay una significación moderna, que remite a la cremación contra su voluntad, ya sea en hornos o en multitudinarias fosas comunes, de gran cantidad de los seis millones de judíos masacrados en la Shoá.
Fuente: Itongadol