Una publicación reciente en Facebook mostraba la imagen de un judío, un musulmán y un cristiano, cada uno con su libro sagrado, sugiriendo que todas las religiones pretenden ser la única verdad y buscan imponerse sobre las demás. Esta percepción, sin embargo, puede no ser precisa para todas las religiones. En particular, el judaísmo tiene una perspectiva única que vale la pena explorar.
Primero, es fundamental comprender que el judaísmo, en su esencia, no es una religión en el sentido tradicional. A diferencia de muchas creencias que sugieren una separación entre el ser humano y Dios, en el judaísmo, la humanidad es vista como una chispa divina, una extensión de la divinidad. No hay desconexión; todo en el universo está interconectado y es una parte de Dios. Por lo tanto, la idea de “religarse” a Dios no tiene cabida en el judaísmo.
Además, la Torá, el libro sagrado del judaísmo, no es un libro religioso en sí. No contiene teología o rituales prescritos, sino que describe la relación que el ser humano debe tener con Dios. Es importante mencionar que fue dada exclusivamente para el pueblo judío, para ser practicada en la tierra de Israel. Aunque se continúa respetando en la diáspora, su propósito principal es ser una guía para la vida en la tierra prometida.
La Torá tampoco propone conquistar el mundo ni convertir a todos al judaísmo. En cambio, sugiere que los judíos vivan según sus preceptos en la tierra de Israel y permitan que otras naciones vivan según sus propias leyes y tradiciones. El judaísmo reconoce la existencia de siete mandamientos éticos para los gentiles, que sirven para mantener la estabilidad social, mental y emocional.
Históricamente, a diferencia de algunas religiones, los judíos no han emprendido guerras santas para convertir o conquistar a otros pueblos. Su objetivo ha sido principalmente vivir en paz, respetar a otros y esperar el mismo respeto a cambio. Esta búsqueda de paz y coexistencia pacífica es un pilar central de la creencia judía.
Finalmente, mientras que muchas religiones se centran en la promesa del paraíso y la vida eterna, la Torá no hace hincapié en ello. Aquellos que siguen los mandamientos judíos lo hacen no por la promesa del cielo, sino por la voluntad de vivir de acuerdo con las leyes que rigen su comunidad y su tierra. La idea es vivir una vida plena y significativa en este mundo, en comunión con la chispa divina que todos llevamos dentro.