El rencor y la venganza, dos palabras que resuenan con connotaciones negativas en la mente de la mayoría de las personas. Pero, ¿qué los origina y por qué son considerados antivalores? A través del análisis de una transcripción de video, nos sumergimos en una reflexión sobre estos sentimientos y su impacto en el ser humano.
El rencor, según se describe, es un antivalor, es decir, algo que va en contra de valores positivos. No surge sin motivo ni se adquiere gratuitamente; hay algo o alguien detrás que siembra la semilla de este sentimiento en el corazón de la persona afectada. En la mayoría de los casos, el rencor se origina cuando alguien siente que ha sido ofendido o perjudicado de alguna manera y busca equilibrar la balanza.
La venganza, por otro lado, es el acto de buscar represalia contra aquel que ha causado dolor o agravio. Es una reacción que, aunque a veces puede parecer justificada, no trae solución ni alivio real. Es simplemente otro acto negativo que se suma a la cadena de acontecimientos adversos.
Una interesante perspectiva que se presenta en el video es la idea de que es el ego desequilibrado el que siembra el rencor. El ego, en su esencia, es un mecanismo de supervivencia. Sin embargo, cuando actúa en exceso, fuera de su propósito primordial, puede conducir a actitudes y sentimientos destructivos, incluido el rencor.
Al profundizar en el tema, encontramos que el rencor y la venganza no solo dañan al objetivo de estos sentimientos, sino también a quien los alberga. El rencor, descrito como un veneno, consume desde adentro, causando estragos emocionales, mentales e incluso físicos. La venganza, por su parte, puede parecer una especie de «justicia» en un entorno donde no existe, pero solo agrava la situación.
Contrariamente al rencor y la venganza, el amor tiene el poder de sanar y unir. Es un motor que atrae energías positivas y genera un impacto positivo en uno mismo y en los demás. Esta idea se refleja en la antigua enseñanza de la Torá que insta a amar al prójimo como a uno mismo. Pero, como señala la misma fuente, antes de poder amar genuinamente a otros, uno debe amarse a sí mismo, lo que requiere liberarse de la venganza y el rencor.
En resumen, el rencor y la venganza son sentimientos destructivos que tienen raíces profundas en las heridas y agravios percibidos. Mientras que algunos pueden verlos como reacciones justificables, la verdad es que no ofrecen solución ni paz. La verdadera curación y el crecimiento provienen del autoconocimiento, el amor propio y la extensión de ese amor a los demás. Es un camino que vale la pena seguir para vivir una vida más plena y enriquecedora.