Horas después de comparecer ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Eli Sharabi visitó la tumba del rabino Menajem Mendel Schneerson en Queens, Nueva York. En ese lugar sagrado, entró por primera vez a una sinagoga desde su liberación, recitó el Kadish por sus familiares asesinados y elevó plegarias por los rehenes que aún siguen en Gaza. Este acto marcó un momento de recogimiento espiritual tras 491 días de cautiverio bajo Hamás, donde Sharabi fue sometido a condiciones extremas y humillaciones constantes.
Durante su intervención ante las Naciones Unidas, Sharabi detalló las torturas sufridas en los túneles de Gaza. Encerrado a 50 metros de profundidad, pasó encadenado con grilletes que le arrancaron la piel. Las raciones diarias apenas consistían en un trozo de pita y un sorbo de té. Su cuerpo perdió cerca de 30 kilogramos por la inanición impuesta por sus captores.
La crueldad alcanzó su punto más brutal cuando, poco antes de ser liberado el 8 de febrero de 2025, los terroristas le informaron entre risas del asesinato de su hermano Yossi, también en cautiverio. Esta noticia devastadora se sumó a la tragedia vivida desde el 7 de octubre de 2023, cuando su esposa Lianne y sus hijas Noiya y Yahel fueron asesinadas en su casa del Kibbutz Be’eri.
Liberado como parte de un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, Sharabi regresó a una realidad marcada por el duelo. Pese al trauma y la pérdida, su fe se mantuvo intacta. La visita al Ohel no solo reafirmó esa convicción, sino que convirtió el sufrimiento en un testimonio de resistencia espiritual.
Sharabi reza por su hermano asesinado y por los rehenes en el Ohel
La visita de Eli Sharabi al Ohel, el 20 de marzo de 2025, marcó su primer ingreso a una sinagoga tras su liberación. Acompañado por su hermano Sharon, fue recibido por el rabino Mendy Kotlarsky, de la Sede Mundial de Jabad-Lubavitch, y el rabino Zalman Wolowik, emisario local. El lugar, sagrado para los seguidores de Jabad, se convirtió en el escenario de un reencuentro espiritual profundamente personal.
Durante su estancia en la tumba del Rebe Menajem Mendel Schneerson, Sharabi encendió una vela conmemorativa y colocó una nota manuscrita como expresión de plegaria y gratitud. Allí recitó el Kadish por su hermano Yossi, asesinado en cautiverio, y cuyo cuerpo permanece secuestrado en Gaza. Con voz quebrada, pronunció los nombres de rehenes aún retenidos, entre ellos Or Levy y Alon Ohel, con quienes compartió túneles durante su encierro.
Uno de los momentos más simbólicos de la visita fue la entrega de un dólar bendecido por el Rebe, facilitada por Chani Kosliner, activista involucrada con las familias de los secuestrados desde octubre de 2023. Este gesto representó una conexión con la tradición de Jabad y una fuente de esperanza para los días venideros.
Mientras se encontraba en el sitio, Sharabi coincidió con el alcalde de Jerusalén, Moshe Lion. Ambos intercambiaron un abrazo y palabras de aliento, en un acto espontáneo de unidad nacional.
Pese a no considerarse una persona religiosa, Sharabi reveló haber encontrado una dimensión espiritual en medio del horror. En declaraciones a Channel 12 y durante su discurso en la ONU, recordó cómo, desde el inicio del secuestro, comenzó a recitar el “Shemá Israel” cada mañana. Nunca antes lo había hecho, pero sintió que una fuerza superior lo acompañaba. Esta revelación también fue compartida en una publicación del 27 de febrero de 2025 en la cuenta @isaacrrr7 de X, donde afirmó: “La fuerza de la fe es tremenda. En los túneles sentí que alguien de arriba me cuidaba”.
Kidush bajo tierra con agua a falta de vino
En los túneles donde estuvo cautivo, Eli Sharabi y otros rehenes intentaban preservar rituales judíos a pesar de las condiciones extremas. Cada viernes, improvisaban el Kidush con agua en lugar de vino, un acto cargado de simbolismo que los conectaba con su identidad. “Vengo del lugar más oscuro del mundo, a 50 metros bajo tierra”, declaró Sharabi en el Ohel, según The Jerusalem Post. “La fe es lo que nos mantuvo vivos”. Esta espiritualidad, nacida en la desesperación, se convirtió en ancla y refugio durante el encierro.
El regreso al Ohel también tuvo un significado familiar. Su hermano Sharon había estado allí en marzo de 2024 para pedir una bendición por su rescate. “Exactamente un año después de esa oración, Eli fue liberado”, afirmó Sharon, conmovido, según reportes y publicaciones en X. Para la familia, este hecho confirmó su convicción en el poder de la oración como fuerza tangible.
El golpe emocional al saber que su esposa e hijas habían sido asesinadas lo transformó en activista. Desde entonces, Sharabi ha enfocado su energía en abogar por los rehenes que siguen en Gaza. Su visita al Ohel representó algo más que gratitud: fue una declaración de compromiso y solidaridad. “Con la fuerza de la fe y la unidad, podemos superar todo”, expresó al salir, reafirmando la misión que ahora lo impulsa.
Sharabi transforma el dolor en propósito con fe y memoria
Golpeado por la pérdida de su esposa, hijas y hermano a manos de Hamás, Eli Sharabi encontró en la fe una vía de resistencia y sentido. Durante el cautiverio, el “Shemá Israel” y los rituales improvisados con otros rehenes lo sostuvieron física y emocionalmente. Esa conexión espiritual lo guió tras su liberación y lo llevó al Ohel el 20 de marzo de 2025, pocas horas después de hablar ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Allí cerró un ciclo, honró a sus muertos y elevó su voz por quienes siguen cautivos.
En medio de una realidad atravesada por la violencia y la pérdida, su historia revela una verdad contundente: la fe y la unidad no solo resisten la oscuridad, sino que la transforman. A fecha 21 de marzo de 2025, la voz de Sharabi se alza como símbolo de supervivencia y esperanza, un testimonio que trasciende su tragedia personal y ofrece inspiración a todo un pueblo y más allá.