En la actualidad, nos enfrentamos a numerosas presiones y fuentes externas que intentan influir en nuestra forma de vida en Israel. Algunas de estas fuentes no judías e incluso antisemitas están tratando de dictar cómo debemos vivir en nuestro país, y esto representa una clara amenaza a nuestra soberanía y democracia.
Uno de los actores que ha ejercido presión sobre Israel es el presidente de los Estados Unidos, quien ha realizado amenazas constantes y ha condicionado la ayuda financiera y política a nuestras decisiones. Además, tanto el Departamento de Estado de los EE. UU. como la Unión Europea han intervenido en asuntos internos de nuestro país, imponiendo sus opiniones y políticas sobre nosotros.
Es importante destacar que Israel es el único país verdaderamente democrático en Oriente Medio. Nuestra democracia se basa en el respeto a la voluntad del pueblo, expresada a través de elecciones libres y justas. Sin embargo, estas presiones externas están obstaculizando nuestra capacidad para llevar a cabo los cambios que fueron votados democráticamente por nuestra población.
En particular, Estados Unidos está exigiendo y dictando leyes y políticas que amenazan con retener la ayuda económica y política. Esto incluye presionar para llevar el Acuerdo de Abraham a Arabia Saudita, lo cual puede tener implicaciones significativas en nuestra región. Además, están interfiriendo en la reforma de nuestro sistema judicial, que algunos consideran antidemocrático. Es importante recordar que esta reforma es llevada a cabo por miembros electos de nuestro gobierno, y no debe ser impuesta por fuerzas externas.
Además, nos hemos enterado de que fuentes extranjeras han financiado manifestaciones ilegales en nuestro país, poniendo en peligro la estabilidad de nuestro gobierno y la seguridad física de los miembros electos de la Knéset. Esta interferencia extranjera es inaceptable y socava nuestra soberanía nacional.
Por otro lado, es importante resaltar los valores de nuestra comunidad judía ortodoxa. Frente a los manifestantes que actúan con arrogancia, han respondido con amor y generosidad, llevando caramelos y alimentos a los barrios religiosos. Estos actos de bondad y solidaridad demuestran la esencia de nuestra cultura y tradición.
Es cierto que ha habido críticas en relación con la participación de la comunidad judía ortodoxa en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Sin embargo, debemos reconocer que aquellos que no se unen al ejército dedican su vida al servicio caritativo para toda la población de Israel. Entre 130.000 y 150.000 voluntarios de por vida contribuyen a estas organizaciones, no solo durante los tres años de servicio militar obligatorio, sino a lo largo de toda su vida.
En los últimos tiempos, hemos sido testigos del creciente poder y la influencia de un grupo marginal dentro de la comunidad judía: el movimiento reformista estadounidense. Este grupo, que representa a una minoría de judíos en la diáspora, ha estado promoviendo una serie de ideales educativos que difieren de los que hemos sostenido durante miles de años. Sin embargo, es importante analizar con cautela los datos y las estadísticas antes de sacar conclusiones precipitadas.
El movimiento reformista surgió hace aproximadamente 150 años, liderado principalmente por judíos alemanes semi-asimilados en Europa. Aunque comenzaron con una pequeña similitud con nuestras tradiciones, su influencia creció con el tiempo, especialmente en la población judía estadounidense. Sin embargo, también es relevante mencionar que el movimiento ortodoxo comenzó a ganar fuerza en Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con el establecimiento del Estado de Israel. El crecimiento de la comunidad ortodoxa ha sido significativo desde entonces.
Cuando examinamos las estadísticas actuales, vemos que el grado de asimilación en el movimiento reformista es del 79 %. Además, los datos muestran que los hijos de padres asimilados a menudo se casan fuera de la religión judía, y aquellos que deciden casarse más tarde en la vida tienen un promedio de 1,71 hijos. La tasa de supervivencia de una religión se considera de alrededor de 2,5 hijos. Basándonos en estos números, en solo tres generaciones, a partir de un grupo de 1000 adultos dentro del movimiento reformista, solo quedarían aproximadamente 160 personas que continúen identificándose como judías.
Por otro lado, un grupo comparable de 1000 individuos dentro del movimiento ortodoxo resultaría en más de 31.260 personas en el mismo período. El sistema escolar judío, en su mayoría ortodoxo, cuenta con alrededor de 350.000 alumnos en la actualidad, mientras que el sistema escolar reformista o conservador tiene solo unos pocos miles de estudiantes. Además, el sistema escolar ortodoxo sigue experimentando un crecimiento constante, sumando más de 5.000 alumnos nuevos cada año, mientras que el movimiento reformista pierde entre 500 y 1.000 alumnos anualmente.
Es preocupante observar que algunos miembros del movimiento reformista han adoptado posturas que se alinean con organizaciones antiisraelíes como J Street. Estas posturas incluyen denominar a Israel como “ocupante” y apoyar la solución de los dos Estados, así como el movimiento BDS. Estas opiniones no representan la perspectiva y los valores de la mayoría de los judíos y no contribuyen al fortalecimiento de nuestra comunidad y nuestra relación con Israel.
Recientemente, he tenido la oportunidad de conversar con varias madres laicas que expresaron su preocupación por la educación religiosa en las escuelas. Una de ellas compartió la experiencia de su hija, quien regresó de la escuela con la impresión de que las Tres fiestas descritas en la Biblia se referían al Islam, Cristianismo y Judaísmo. Esta confusión generó tristeza en la madre, quien deseaba que sus hijos conocieran y valoraran su herencia judía.
Estas situaciones refuerzan mi preocupación por el futuro de Israel. Les explico mi conexión personal con el país: mi madre nació en Israel, mi padre estudió en la Yeshiva de Rav Kook y mi esposa es una jerosolimitana de 12ª generación. Yo también estudié en Israel, al igual que mis hijos y nietos, quienes han pasado tiempo en yeshivot y seminarios femeninos. Además, muchos de mis amigos tienen apartamentos en Israel y visitan el país varias veces al año, con la esperanza y la intención de hacer Aliyah (emigrar a Israel) en un futuro cercano.
Es fundamental que todos escuchemos este mensaje. Tanto el movimiento reformista como las manifestaciones antigubernamentales representan un riesgo para el futuro de nuestro judaísmo y de nuestro querido Estado de Israel. Sin embargo, confío en que, con la ayuda de Dios, prevaleceremos.