A los 80 años, murió el rabino Meir Mazuz, influyente dirigente de la comunidad jaredí sefardí en Israel y director de la Yeshivá Kisse Rahamim en Bnei Brak. Nacido en Túnez en 1945, Mazuz dejó una profunda marca en el mundo religioso gracias a su liderazgo espiritual y su papel decisivo en la formación de generaciones de alumnos.
Mazuz era hijo del rabino Mazliah Mazuz, asesinado en Túnez en 1971. Tras la independencia del país, emigró a Israel y asumió la dirección de la yeshivá fundada por su padre, que trasladó a Bnei Brak. Bajo su conducción, la institución se consolidó como un centro relevante del estudio de la Torá entre los judíos sefardíes. Junto a sus hermanos, los rabinos Tzemah y Rahamim, fortaleció el legado familiar mediante una enseñanza estricta basada en las fuentes tradicionales, además de editar numerosas obras de su padre bajo el Instituto Rav Matzliah.
Su participación en la política israelí también fue significativa. Ejerció como guía espiritual del partido ultranacionalista Yachad, liderado por Eli Yishai, y su apoyo en 2015 provocó enfrentamientos con los líderes del partido Shas, especialmente con el rabino Shalom Cohen. Aunque se intentó una reconciliación en 2017 con un encuentro en Petach Tikva, las divisiones internas en el ámbito jaredí sefardí no se disiparon.
El rabino Mazuz fue objeto de controversias por sus declaraciones públicas. En 2020, vinculó la pandemia de COVID-19 con los desfiles del Orgullo gay, lo que generó duras críticas de organizaciones como la Liga Antidifamación y Ne’emanei Torah Va’Avodah. En 2022, causó otra polémica al calificar a los ministros Yair Lapid y Avigdor Liberman como “peores que los nazis”, por lo que recibió respuestas públicas que repudiaron sus palabras, incluso del propio Lapid.
A pesar de sus afirmaciones polémicas, Mazuz promovió activamente la vacunación contra el COVID-19. En 2021, pidió a su comunidad aplicarse la tercera dosis, coincidiendo con otros líderes religiosos como el rabino Shlomo Amar. Esta postura contrastó con sectores haredíes más reacios y reforzó su liderazgo dentro del ámbito sanitario comunitario.
Durante décadas, la Yeshivá Kisse Rahamim representó un bastión del judaísmo sefardí en Bnei Brak. A diferencia de otras instituciones locales, su énfasis en las tradiciones tunecinas y su rigurosidad académica le dieron un carácter singular. Mazuz fue reconocido como el principal líder espiritual de los judíos de origen tunecino en Israel, lo que afianzó su autoridad entre los fieles.
Su muerte se produce en un momento complejo para la comunidad jaredí, que enfrenta tensiones con el gobierno israelí por temas como el servicio militar obligatorio y el financiamiento de las yeshivot. En este contexto, Mazuz fue una voz firme contra las reformas propuestas por Liberman, defendiendo con convicción la centralidad del estudio religioso.
Con raíces en el norte de África y el Medio Oriente, la comunidad jaredí sefardí conserva una identidad propia frente al mundo asquenazí. Mazuz encarnó esta tradición, equilibrando herencia cultural y desafíos modernos. Su Muerte deja un vacío difícil de llenar en el liderazgo religioso.
El impacto de su legado trasciende Bnei Brak. Su obra, su pensamiento y su papel como guía espiritual resonarán en la diáspora sefardí y entre quienes aprendieron de sus enseñanzas, dejando una huella duradera en la historia del judaísmo jaredí en Israel.