El miércoles, las autoridades sirias otorgaron permiso legal a una organización judía-siria destinada a recuperar propiedades incautadas por gobiernos anteriores, informó uno de sus fundadores. Con esa licencia, el Estado envió una señal de reconocimiento y reparación hacia una comunidad históricamente afectada.
“Este es un mensaje contundente del Estado sirio de que no discriminamos entre una religión y otra. Siria ayuda a todos los hombres y mujeres sirios de todas las religiones y sectas que quieran construir nuestro nuevo estado”, declaró a AFP la ministra de Asuntos Sociales y Trabajo, Hind Kabawat, cuando anunció la autorización oficial.
En este marco, Henry Hamra, presidente de la Fundación Herencia Judía en Siria, recordó su propio recorrido. Emigró con su padre, Yusuf Hamra —considerado el último rabino en dejar el país durante las restricciones del antiguo régimen de Assad— hacia Estados Unidos en los años noventa.
Hamra, que intentó sin éxito obtener un escaño parlamentario en octubre, explicó el plan de acción: la organización “trabajará en hacer un inventario de las propiedades judías y devolver aquellas confiscadas durante el régimen anterior, así como en proteger, cuidar y restaurar los lugares sagrados para que sean accesibles a todos los judíos del mundo”. De este modo, la fundación vincula el registro patrimonial con la devolución efectiva y el resguardo del acervo religioso.
Ese mismo día, Hamra sostuvo un encuentro en Damasco con Kabawat, de acuerdo con fotografías difundidas por Mouaz Moustafa, director del grupo opositor Syrian Emergency Task Force, que anteriormente operó fuera del país. La reunión reforzó el carácter institucional del anuncio.
Imágenes de AFP también mostraron a Hamra en oración junto a su hijo Joseph en la sinagoga al-Franj de Damasco, templo al que había acudido en febrero con su padre, antiguo rabino de la misma congregación. La escena subrayó el objetivo de reabrir espacios de culto con acceso garantizado.
Por otra parte, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR), con sede en Londres, informó que un grupo judío, acompañado por dos rabinos israelíes, visitó dos sinagogas cerradas desde hace décadas en la ciudad de Alepo, situada al noroeste del país. La visita apuntó a verificar el estado real de los inmuebles.
SOHR difundió fotografías del recorrido, donde el grupo aparecía frente a la entrada de una de las sinagogas, y señaló que la visita se realizó bajo estricta vigilancia de las fuerzas de seguridad sirias. Según el organismo, la actividad “tenía como objetivo inspeccionar los bienes del pueblo sirio-judío” y ocurrió dentro de “un evento religioso-cultural con la participación de una asociación que opera en el norte de Siria”. En consecuencia, el gobernador de Alepo prometió apoyo para recuperar propiedades pertenecientes a familias judías, añadió SOHR.
El contexto local añadió peso simbólico a estos movimientos. Alepo dio nombre al célebre Códice de Alepo, manuscrito hebreo del siglo X renombrado por su exactitud textual, custodiado durante seiscientos años en la sinagoga central hasta 1947, cuando desapareció tras un motín antisemita provocado por la resolución de la ONU que dividió Palestina.
El rabino local logró rescatar fragmentos dañados del códice, que un refugiado judío sirio trasladó a Israel en 1958; actualmente se conservan en el Santuario del Libro del Museo de Israel, en Jerusalén. Este antecedente patrimonial sostiene la urgencia de proteger los bienes remanentes.
Durante el gobierno de Hafez al-Assad, la comunidad judía de Siria mantuvo su fe, aunque se le prohibió emigrar hasta 1992. Después de esa fecha, la población judía pasó de unos 5.000 miembros a apenas unas pocas familias, lo que explica la prioridad actual de documentar y resguardar su legado.
“Hemos contado decenas de casas propiedad de judíos que fueron confiscadas por el régimen de Bashar al-Assad”, afirmó Moustafa. Esta denuncia aportó un marco cuantitativo a la tarea de restitución.
Finalmente, el nuevo gobierno sirio, que acaba de conmemorar el primer aniversario de la caída de Bashar al-Assad, ha mostrado apertura hacia la reducida comunidad judía del país y ha autorizado el ingreso de delegaciones. Una de ellas visitó Damasco en septiembre, con la aprobación del Ministerio de Asuntos Exteriores, y estuvo integrada por el editor David Horovitz. Esta señal diplomática buscó traducir la apertura declarada en gestos concretos.
