Aunque crecen los ataques antisemitas, incluida la masacre en un acto de Janucá en Sídney, Australia, una organización judía pidió a comunidades y congregaciones que no recurran a guardias de seguridad ni a policías para cuidarse. Sostiene que esa fórmula no protege a todos.
En una entrada, la agrupación judía IfNotNow, de extrema izquierda y antiisraelí, planteó que la presencia de seguridad armada y fuerzas del orden en las puertas de las sinagogas expone a determinados grupos. El texto advierte riesgos que suelen pasar inadvertidos dentro del debate comunitario.
El autor, Dean, BIJOCSM (Negros, Indígenas, Judíos de Color, Sefardíes y Mizrahi) de IfNotNow, & Organizador Israelí-Americano, admite el temor que se instaló tras lo ocurrido en Australia: “Siento el miedo en el pecho al pensar dos veces antes de colocar mi Janucá/Menorá cerca de una ventana que da a la calle, por miedo a que alguien con malas intenciones pueda ver a mi familia y a mí como un objetivo legítimo por ello”.
Dean acepta que la vigilancia y la policía pueden dar tranquilidad a “algunos de nosotros, especialmente aquellos que se han beneficiado de las protecciones del Estado”. A la vez, afirma que esa misma “protección” deja a muchos judíos negros y latinos, y también a sus pares negros y latinos no judíos, ante lesiones físicas, presión emocional y mental, y posible muerte.
En su argumento, señala que en Estados Unidos los guardias y los agentes aprenden a tratar a personas morenas y negras como amenaza. Añade que “el clima actual, bajo la administración Trump, lo empeora aún más, cuando ser moreno o negro es suficiente excusa para tirarte al suelo, esposarte y hacerte desaparecer en una prisión o centro de detención”.
Como hombre judío de piel morena, relata que teme “siquiera caminar cerca de una sinagoga, y mucho menos de entrar en una, en un momento como este”. Dice que no se trata de un caso aislado y recalca: “Esta experiencia no es solo mía. Es compartido por muchos judíos de color en todo Estados Unidos”.
A las comunidades judías les dirige una petición directa: “Recordad a quienes no nos beneficiamos de la llamada ‘protección’ de los guardias de seguridad armados y los agentes de policía. Te pido que elijas el presente y futuro judío, donde 1 de cada 7 judíos menores de 30 años se identifica como no blanco o multirracial, y el 17% de los adultos judíos vive en un hogar multirracial. Y estas cifras están creciendo. Pienso en mi hijo, que es un judío asquenazí de Europa del Este por parte de mi esposa y un judío Bene Israel de Mumbai, India, por mi lado. Pienso en si tiene futuro en una comunidad que no tenga a alguien como él en mente”.
En otra parte, plantea una pregunta sobre quién queda dentro del concepto de protección: “Pregúntate: ¿me importa la seguridad de todos los judíos o solo de aquellos con ascendencia euro-asquenazí? El color de piel no puede usarse para determinar quién es judío o no, ni quién merece estar seguro en sus cuerpos y comunidades. Cuidar del bienestar de todos los judíos requiere preocuparse por el bienestar de todas las personas negras y morenas, sean o no judías”.
Para no dejar expuestas a las comunidades frente a terroristas antisemitas e islámicos radicales, propone opciones de base comunitaria. Menciona iniciativas como equipos de intervención contra la violencia comunitaria con formación en desescalada no violenta, o Centros de Mediación Comunitaria orientados a canalizar conflictos y desacuerdos.
Además, plantea que la respuesta incluya alianzas con el entorno inmediato. Por eso pide a las comunidades judías “acercarse a las mezquitas, iglesias y otros lugares de culto vecinos para trabajar juntos hacia soluciones que nos mantengan a todos seguros”.
Cierra con una idea central sobre la forma de alcanzar protección real: “la seguridad nunca se ha conseguido mediante la violencia. Sin embargo, la seguridad compartida puede desafiar el miedo, la desconfianza y la violencia. La seguridad compartida puede conducir a la liberación colectiva”.
