Una tregua parcial de siete días, que comenzó el viernes pasado, entre los EE.UU. y los talibanes en Afganistán está destinada a allanar el camino para la firma de un acuerdo más amplio el sábado que pondrá fin a la guerra más larga de Estados Unidos. A pesar de las violaciones menores de los talibanes, la reducción de la violencia ha sido confirmada por los Estados Unidos. Es la primera pausa negociada en las hostilidades entre las dos partes y tomó más de un año de conversaciones intermitentes en Doha para llegar a esta etapa.
Si todo va según lo previsto, el acuerdo a largo plazo llevará a la retirada de al menos 5.000 soldados de Estados Unidos, de 12.000, en la primera mitad de este año. El resto se retirará gradualmente en un período de tres años, dejando atrás una pequeña fuerza antiterrorista. Por su parte, los talibanes se comprometerán a no llevar a cabo ataques terroristas contra los Estados Unidos y sus aliados, y a no permitir que otros grupos utilicen su territorio para tales ataques. Además, los talibanes también se comprometerán a participar en conversaciones intraafganas, que incluyen al gobierno de Kabul que hasta ahora se ha negado a reconocer. Es de suponer que al final los talibanes se convertirán en un partido político y aceptarán un acuerdo de reparto del poder, pero no hay garantías de que éste sea el camino a seguir.
Las dos partes estuvieron cerca de llegar a un acuerdo el pasado septiembre, cuando el presidente Donald Trump anunció que acogería a los talibanes en Camp David. El movimiento fue criticado tanto por los republicanos como por los demócratas y Trump canceló la invitación.
Pero, si bien el cierre del acuerdo parece plausible, no hace falta decir que deja al frágil gobierno afgano, que no participó en las negociaciones, con poca influencia. Los talibanes no se han comprometido a un alto el fuego a largo plazo o a ceder el territorio que controlan al gobierno. De hecho, la breve pausa en las hostilidades y el posterior acuerdo con los Estados Unidos servirán para reforzar a los talibanes como un actor legítimo en la política afgana, si no más. A medida que Estados Unidos retire sus tropas, los talibanes solo buscarán extender su control sobre territorio adicional. El acuerdo, que aún no ha sido revelado, puede que no aborde la salvaguardia de la constitución, la vía democrática e incluso los derechos de las mujeres, todo ello negado por los talibanes.
Sin garantías de participar pacíficamente en un proceso de paz, el gobierno afgano, bajo el mando de Ashraf Ghani, quedará en una posición débil. El propio Ghani está siendo desafiado por sus oponentes tras unas elecciones presidenciales no concluyentes. Se ha dicho que el acuerdo entre los Estados Unidos y los talibanes deja al gobierno de Kabul a merced de un enemigo obstinado y peligroso. Los talibanes, que ven la retirada de los Estados Unidos como una victoria, esperarán el momento oportuno antes de entrar y conquistar el gobierno legítimo.
Esta es una clásica maniobra americana para salvar su propio pellejo mientras abandona a un aliado. Sucedió antes en Vietnam y parece que sucederá en Afganistán. Los Estados Unidos se aventuraron a entrar en este país hace más de 18 años, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, y desde entonces han buscado formas de salir. Hasta el día de hoy, hay argumentos sobre la legalidad de la acción de los Estados Unidos. Desde el lado de los Estados Unidos, la guerra ha costado la vida de más de 2.400 militares y más de 20.000 heridos. Para los afganos, el precio fue mucho más alto: Alrededor de 147.000 personas han sido asesinadas desde 2001, de las cuales más de 38.000 son civiles. No hay duda de que los Estados Unidos han cometido crímenes de guerra en Afganistán, pero la posibilidad de que asuma la responsabilidad de esos crímenes es nula.
La realidad es que los Estados Unidos no han logrado derrotar a los talibanes y ahora lo han reconocido al llegar a un acuerdo con un movimiento que estaba asociado con Al-Qaeda y que sigue abrazando un dogma fundamentalista extremista. Y ahora está tomando medidas para abandonar al pueblo afgano. Las posibilidades de que una vía de paz exitosa evolucione cuando los Estados Unidos comience su retirada son mínimas. Las conversaciones, que comenzarán dentro de 10 días después de la firma del acuerdo, se prolongarán, las dos partes tienen poco en común y los talibanes seguirán comprometidos hasta que el último soldado de Estados Unidos se haya ido.
En cambio, los Estados Unidos deberían haber llamado a otras partes, como Rusia y China, para unirse a una conferencia de paz sobre Afganistán patrocinada internacionalmente. El objetivo debería haber sido garantizar y salvaguardar la frágil democracia de Afganistán y los derechos de su pueblo, especialmente de las mujeres. Aparte de eso, el próximo acuerdo no es más que una hoja de parra para cubrir la derrota y la retirada apresurada de Estados Unidos que solo llevará a los talibanes a cumplir su dogma revisionista.