El parlamento de Líbano ha visto frustrada nuevamente su intentona de seleccionar un presidente, por la retirada del grupo terrorista Hezbolá tras la primera votación.
Hezbolá abandona la votación presidencial libanesa
El intento número doce para elegir a un líder y poner fin a un impasse de poder de siete meses en Líbano ha sido un fracaso. La participación de Hezbolá, organización política y paramilitar libanesa, ha sido crucial en esta contienda.
Tras la primera ronda de votación, el bloque de Hezbolá abandonó la sesión, rompiendo el quórum y dejando la elección en vilo.
Sleiman Frangieh, el candidato favorecido por Hezbolá, quedó en segundo lugar en la votación, por detrás de Jihad Azour, exministro de Finanzas.
Jihad Azour se adelanta en la votación
Azour, respaldado por la oposición a Hezbolá y algunos aliados, obtuvo 59 votos, superando a Frangieh, pero no alcanzó la mayoría de dos tercios necesaria para vencer en la primera ronda.
La ausencia de un sucesor al presidente Michel Aoun, cuyo mandato concluyó a finales de octubre, ha llevado a 12 sesiones parlamentarias sin éxito.
Azour ha conseguido el apoyo de los principales partidos políticos cristianos de Líbano, lo cual es un elemento importante en un país con un sistema de gobierno de reparto de poder religioso.
El difícil panorama político de Líbano
La complicada estructura política de Líbano exige que el presidente sea un cristiano maronita, el presidente del Parlamento un musulmán chiíta y el primer ministro un suní.
Azour ha sido respaldado por la mayoría de los legisladores drusos y algunos musulmanes suníes, mientras que los diputados chiíes han apoyado en su mayoría a Frangieh.
El escenario político del Líbano presenta un desafío para cualquier presidente entrante, dado su delicado equilibrio religioso y étnico.
El rescate económico de Líbano
El próximo presidente deberá afrontar la recuperación económica de Líbano, una nación de 6 millones de habitantes sumida en una crisis económica sin precedentes desde octubre de 2019.
Este colapso económico tiene raíces en la corrupción y mala gestión de la clase política que ha gobernado el país desde el final de la guerra civil en 1990.
Un acuerdo de rescate con el Fondo Monetario Internacional, donde Azour trabajaba antes de anunciar su candidatura, es visto como crucial para la recuperación económica del país.