Un desacuerdo sobre si el ministro de finanzas debería ser un musulmán chiíta ha bloqueado la formación de un nuevo gobierno libanés, impidiendo la posibilidad de ayuda internacional después de la explosión del puerto el mes pasado que destruyó partes de Beirut.
El poderoso movimiento Hezbolá apoyado por Irán y el pequeño partido Amal, ambos chiítas, están presionando para que se le conceda el puesto a un miembro de su rama del islam.
Desde 2014, el ministro de finanzas, que firma decretos junto con el presidente y el primer ministro, es chiíta. Un cambio significaría la pérdida de poder de la comunidad sobre las principales decisiones del gobierno.
Líbano ya se encontraba en una importante crisis económica derivada de la agobiante deuda externa cuando fue golpeado por la pandemia del coronavirus y luego por la explosión del puerto del 4 de agosto, que mató a unas 200 personas, dejó a unas 300 mil sin hogar y derribó al gobierno.
Cerca de 2700 toneladas de nitrato de amonio que habían quedado en el puerto durante años fueron culpadas por la explosión. El gobierno provisional ha prometido una investigación.
El presidente francés Emmanuel Macron, cuyo país era la potencia colonial de Líbano, ha pedido reformas políticas y ha ofrecido celebrar una conferencia de ayuda internacional después de que se forme un nuevo gobierno libanés.
Las autoridades libanesas le habían prometido que un gobierno estaría en el lugar el 15 de setiembre, una fecha que ha llegado y se ha ido.
La confluencia de las crisis, junto con las sanciones de los Estados Unidos puede estar causando cambios en las lealtades políticas libanesas.
“El primer ministro designado Mustapha Adib está consultando a varios partidos políticos y aparentemente ve un ministro de finanzas fuera del control de ambos partidos políticos chiítas”, afirmó el Dr. Raphael Gourrada, un analista independiente de Líbano, a The Media Line.
El temor de los chiítas de perder el Ministerio de Finanzas representa un problema mayor en el sistema político sectario de Líbano, que exige que el presidente sea un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán suní y el presidente del parlamento un chiíta.
“Es la identidad de la comunidad lo que está en cuestión ahora”, señaló Gourrada.
“Mantener el control de una cartera tan importante es una forma de que Amal, y sobre todo Hezbolá, permanezcan en el juego político y sean vistos como actores políticos respetables en la política libanesa”, explicó.
“En Líbano”, señaló, “nunca es solo una cuestión de controlar un ministerio del gobierno. Tiene ramificaciones en la región e internacionalmente”.
Hezbolá, que los Estados Unidos y algunos otros países han designado como una organización terrorista, se está aislando cada vez más tras las sanciones de los Estados Unidos contra los partidarios del presidente sirio Bashar al-Assad, que tiene el apoyo del grupo chiíta en su guerra de casi una década con los rebeldes.
Los miembros individuales de Hezbolá y los políticos chiítas también son blanco de ataques. El 8 de setiembre, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos sancionó a los exministros del gobierno libanés, Yusuf Finyanus y Ali Hassan Khalil, por apoyar al grupo y por corrupción.
Irán, que ayuda a financiar a Hezbolá y también apoya a Assad, fue blanco de las sanciones de los Estados Unidos después de que Washington se retiró del acuerdo nuclear con Irán en el 2015, diseñado para evitar que Teherán desarrolle armas nucleares.
Gourrada señala que el presidente libanés Michel Aoun, que confió en el apoyo de Hezbolá para obtener su puesto, se distanció recientemente del grupo y expresó su apoyo a un gobierno no sectario.
“Esta alianza comienza a ser un lastre para Aoun porque ve que ponerse del lado de Hezbolá, un aliado del régimen de Damasco, dificulta su capacidad de aparecer como un líder fuerte y de ser parte de la situación política”, manifestaron los analistas. “Tal vez ahora se da cuenta de que hay más que ganar al dar un paso atrás de la alianza chiíta”.
Anne Gadel, una experta en Medio Oriente que consulta regularmente al Institut Montaigne, un centro de investigación francés sin ánimo de lucro y no partidista, afirma que el plazo del 15 de setiembre prometido a Macron se incumplió porque el gobierno provisional está dirigido por políticos que forman parte del “statu quo” sectario que es parte integral de los problemas de Líbano.
“Había muchas probabilidades de que no pudieran formar un gobierno dentro del plazo”, reafirmó Gadel a The Media Line.
“Creo que es un revés para la diplomacia de Macron en Líbano, pero deberíamos haber sabido desde el principio que era bastante imposible con la élite conocida por bloquear los procesos y beneficiarse del statu quo”, continuó.
“Esperábamos que la conmoción de la explosión del puerto y la iniciativa de Macron conmovieran a la élite política”, añadió, “pero ahora podemos ver que los partidos confesionales están asumiendo el proceso como de costumbre”.
La promesa de una ayuda financiera crucial no parece haber motivado a los funcionarios a dejar de lado sus diferencias, señala Gadel.
“Los incentivos financieros no son, lamentablemente, suficientes porque esta élite está completamente desconectada de las necesidades del pueblo y de Líbano. En realidad, solo se preocupan por sus propios intereses”, agregó.
“Por eso la situación es alarmante”, continuó. “No tienes estadistas, tienes líderes sectarios que se aprovechan del sistema”.
Los manifestantes libaneses, que han pasado meses manifestándose contra el sistema político actual, también se oponen al gobierno provisional.
“Es como estar en el Titanic mientras se ve al equipo de cocina peleando entre ellos para decidir quién se dirige hacia el iceberg”, sostuvo Roudy Hanna, un manifestante de Beirut a The Media Line.