Mohammad Yaqoob, hijo del fundador de los talibanes, el mulá Omar, quiere establecer “relaciones estrechas” con Turquía. “Percibimos a Turquía como nuestro aliado”, dijo Yaqoob, que supervisa las operaciones militares del grupo islámico, el día de la toma de Kabul. El presidente turco Erdogan, cuatro días antes de la conquista de Afganistán, anunció que quería reunirse con el líder de los talibanes. Luego está el anuncio del ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, que saluda los “mensajes positivos” de los talibanes.
“¿Trabajará Turquía con los talibanes en Kabul?”, se pregunta ahora Newsweek.
A finales de julio, el presidente turco ya dijo que Turquía “no tiene nada en contra de las convicciones de los talibanes”, en referencia al islam. Además, están los vínculos de Erdogan con Gulbuddin Hekmatyar, líder de Hezb-e-Islami, un grupo ultrafundamentalista cercano a los talibanes. El propio Erdogan se fotografió arrodillado frente a Hekmetyar, apodado el “carnicero de Kabul”.
A finales de julio, cuando los combatientes jihadistas se hicieron con el control de decenas de distritos en Afganistán, el portavoz talibán Zabihullah Mujahid concedió una entrevista al periódico turco Istiklal, en la que afirmó: “El Emirato Islámico no tiene diferencias con Turquía. Erdogan es un líder muy ilustre para nosotros y para el mundo islámico”. El periódico turco Ahval escribe que “como líder de facto del islam político, Erdogan podría verse en un nuevo papel como patrón de facto de los talibanes”.
A mediados de julio, la emisora Al Arabiya informó de que los Hermanos Musulmanes estaban trasladando a sus dirigentes de Turquía a Afganistán, un rumor que, al menos por el momento, no ha encontrado confirmación oficial. Cuando el general Al Sisi depuso a la Hermandad Musulmana en Egipto, los talibanes se pusieron inmediatamente de su lado.
También está la reciente guerra contra los armenios de Nagorno Karabaj. Hekmatyar, la guerrilla afgana vinculada a Erdogan, ha enviado a refugiados afganos desde Irán para que se unan a los combates junto a los azeríes en Nagorno-Karabaj, donde el ejército turco se ha mostrado muy activo a favor de Azerbaiyán. “Un número considerable de nuestros muyahidines fueron allí y consiguieron numerosas victorias”, dijo Hekmatyar en una mezquita de Kabul.
Humayun Jarir, yerno de Hekmatyar y líder de Hezb-e Islami en Afganistán, reveló que 70 afganos murieron en los combates contra los armenios. Ya en 1993, durante la primera guerra armenio-azerbaiyana, los muyahidines afganos habían ido a luchar junto a los azeríes. El 12 de octubre de 2020, la revista rusa Ogoniok publicó un extenso reportaje titulado “Jihad por Karabaj”. En él se explica que combatientes pakistaníes y afganos cercanos a los talibanes se han ido a luchar contra los armenios.
Turquía, Qatar y Pakistán (y China) son los cuatro países con los que cuentan los talibanes para construir su nuevo Emirato Islámico. Turquía, Qatar y Pakistán son la tríada del nuevo poder islámico suní, pero también del vínculo con Pekín. La semana pasada hubo una visita relámpago del ministro turco de Defensa, Hulusi Akar, a Pakistán. Y las conversaciones entre los estadounidenses y los talibanes para la rendición de facto de Kabul tuvieron lugar en Doha, Qatar, que tiene vínculos muy fuertes con Erdogan.
Por último, ciertamente no es casualidad que Erdogan se haya ofrecido a hacerse cargo de la seguridad del aeropuerto de Kabul y que la única embajada de un país miembro de la OTAN que queda abierta en Kabul en estas terribles horas sea la turca.
Hay una serpiente dentro de la OTAN que, desde Kabul hasta las colinas armenias, proyecta su hegemonía islámica.