El pasado martes se celebró en Teherán la séptima cumbre trilateral del “Formato Astana” entre Turquía, Rusia e Irán, en la que se revisó la situación en Siria. Tal y como se había anunciado con anterioridad, también se celebraron reuniones bilaterales entre los dirigentes.
La intención declarada por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan de llevar a cabo una operación militar en Siria dominó las consultas durante la cumbre. Antes de viajar a Teherán, debió adivinar que se enfrentaría a las presiones del presidente ruso, Vladimir Putin, y del presidente iraní, Ebrahim Raisi, para que abandonara esta idea.
Estados Unidos fue otro país que se opuso a la acción militar de Turquía. Expresó esta opinión en varias ocasiones. Turquía es vulnerable a Estados Unidos por varias razones: La compra de 40 nuevos aviones de combate F-16 y la mejora de unos 80 de ellos ya en el inventario de la fuerza aérea turca se está negociando entre estos dos aliados de la OTAN. Existe una fuerte oposición bipartidista en el Congreso estadounidense a esta venta. Los lazos de Turquía con Rusia y su posición ambivalente como país miembro de la OTAN durante el actual y duro enfrentamiento entre la OTAN y Rusia la hacen aún más vulnerable.
Cuando tres actores tan importantes -además de Siria- se oponen, es probable que la operación -aunque finalmente se lleve a cabo- se convierta en un movimiento simbólico para dar la impresión al público interno de Turquía de que el gobierno ha cumplido su promesa.
Erdogan hizo todo lo posible por explicar su caso en la cumbre de Teherán. Señaló que en 2019 se llegó a un consenso para establecer en el lado sirio de la frontera un corredor de entre 30 y 40 kilómetros que sería patrullado exclusivamente por soldados turcos para evitar ataques terroristas contra Turquía. El proyecto, sin embargo, nunca se materializó.
Turquía esperaba el apoyo de Rusia e Irán -y en parte de Estados Unidos- para despejar las zonas controladas por los combatientes kurdos. Washington retiró a los combatientes kurdos de la zona fronteriza, pero les proporcionó una posición más ventajosa al transferirles el derecho a controlar los pozos de petróleo sirios.
Además, con el fin de dar la impresión de que el partido político kurdo más fuerte de Siria, el Partido de la Unión Democrática o PYD, no estaba compuesto únicamente por kurdos, estableció otra organización llamada Fuerzas Democráticas Sirias, mientras que su columna vertebral seguía estando compuesta por combatientes kurdos.
El líder supremo de Irán, Alí Jamenei, fue el primero en decir a Erdogan que no sólo había que eliminar a los terroristas del PKK y del PYD, sino también a los militantes protegidos por Turquía. Raisi fue un paso más allá y dijo que todas las fuerzas extranjeras debían abandonar Siria, es decir, las fuerzas turcas y estadounidenses y los militantes apoyados por Turquía, porque a diferencia de Rusia e Irán, no habían sido invitados a Siria por el gobierno legítimo del país.
Es difícil saber hasta qué punto estas observaciones afectaron a la actitud de Erdogan, pero su lenguaje corporal dijo más que la declaración que hizo en la sesión plenaria. En ningún momento de la cumbre Erdogan pareció aliviado. A su regreso de Teherán, dijo a los periodistas en el avión presidencial que Putin y Raisi tenían puntos de vista diferentes a los de Turquía sobre la cuestión siria.
Putin y Raisi también se opusieron a la construcción de casas por parte de Turquía en el lado sirio de la frontera, en primer lugar, porque se trata de territorio sirio y, en segundo lugar, porque los refugiados que van a ser devueltos a Siria no deben ser obligados a instalarse en una zona que no es suya. Han dicho que la solución ideal sería asentarlos en los lugares de los que proceden originalmente.
Rusia, Irán y el gobierno sirio ya han comenzado a reforzar su presencia militar en las zonas donde Turquía podría intentar llevar a cabo una operación.
Aunque no formaban parte de la agenda de la cumbre, hubo otros temas importantes que se trataron durante las conversaciones bilaterales entre los dirigentes.
Erdogan y Putin discutieron la apertura de un corredor para el envío de un millón de toneladas de grano ucraniano atrapado en los puertos ucranianos asediados, y de su discusión surgieron dos acuerdos paralelos el viernes pasado: Un acuerdo entre Turquía, Ucrania y la ONU, y un segundo acuerdo entre Turquía, Rusia y la ONU.
Otra cuestión controvertida fue el veto de Rusia a la continuidad del suministro de alimentos al norte de Idlib a través del paso fronterizo de Bab Al-Hawa/Cilvegozu. Turquía está a favor de mantener el cruce abierto mientras que Rusia insiste en que los suministros tienen que pasar por las autoridades oficiales sirias. La cuestión se resolvió en el Consejo de Seguridad de la ONU con el aplazamiento del veto de Rusia por otros seis meses.
En esta cumbre, Turquía consiguió sin quererlo algo difícil al reunir a cuatro países -Rusia, Irán, Estados Unidos y Siria- que nunca suelen actuar de acuerdo en una cuestión de política exterior.