China aspira neutralizar portaaviones estadounidenses mediante avanzadas estrategias A2/AD, empleando misiles y tecnologías de guerra cibernética y antisatélite.
Al arribar a la capital estadounidense hace cerca de una década, y comenzar mi andadura como funcionario sostenido por el erario público, el concepto “A2/AD” dominaba las conversaciones, desde las sesiones informativas en el Capitolio hasta los debates en tabernas y foros de instituciones analíticas. Recién llegado y con limitados recursos, solía asentir con deferencia cada vez que mis superiores evocaban este término en nuestras charlas.
Me preguntaba constantemente, ¿qué significaba exactamente? ¿Se trataba acaso de una nueva entidad gubernamental? Nada de eso resultó ser cierto.
Descifrar el enigma de las estrategias A2/AD
El término A2/AD, si bien recurrente en nuestros diálogos, rara vez es acompañado de una descripción clara y comprensible. La opinión de la mayoría de los expertos sobre el “anti-acceso/denegación de área” o A2/AD es decidida, y es crucial comprender la razón de estas posturas tan marcadas.
La relevancia de las capacidades A2/AD reside en su potencial para definir si el poderío militar de EE. UU. puede desplegarse eficazmente en zonas conflictivas como los mares de China Meridional o de China Oriental, o el estrecho de Taiwán.
La preocupación en torno a A2/AD está frenando la capacidad de la Armada estadounidense para proyectar su fuerza en regiones críticas, como el mar Rojo o el Estrecho de Bab El-Mandeb, donde los insurgentes hutíes de Yemen, apoyados por Irán, amenazan el tránsito marítimo civil.
A pesar de los esfuerzos de la Marina de EE. UU., el tiempo ha sido un factor crucial para contrarrestar las amenazas A2/AD a la seguridad de sus portaaviones en operación, particularmente el USS Eisenhower.
La alianza de los hutíes con Irán, y por ende con Rusia y China, dos potencias prominentes en tácticas A2/AD, ha permitido a estos rebeldes acceder a un arsenal cada vez más sofisticado de armamento A2/AD.
Este incremento en la complejidad del arsenal en manos de los hutíes ha elevado su capacidad para obstaculizar las operaciones de las modernas naves de guerra estadounidenses, incluidos sus portaaviones.
El escudo A2/AD y sus implicaciones estratégicas
En el núcleo de la estrategia A2/AD yace una sinergia de “sensores; defensas contra buques, aeronaves y amenazas terrestres; junto con ataques de largo alcance”, todos orquestados por rivales de Estados Unidos. Estos sistemas están meticulosamente diseñados para prevenir la entrada de fuerzas estadounidenses en zonas de conflicto directo.
Los términos “burbujas A2/AD” son comúnmente mencionados por analistas, refiriéndose a zonas estratégicamente fortificadas por un arsenal completamente integrado de sistemas A2/AD. Tal arsenal habilita a un defensor, como China, para erigir lo que muchos estrategas militares de EE.UU. perciben como un escudo impenetrable o burbuja alrededor de un territorio disputado.
Esta barrera A2/AD buscaría impedir la aproximación de activos militares estadounidenses, incluyendo a sus portaaviones, a una distancia efectiva para lanzar ataques contra, por ejemplo, fuerzas chinas.
Dicho enfoque busca relegar a las unidades de la Marina de EE.UU., manteniéndolas a una distancia tal que sus alas aéreas resulten ineficaces para ataques directos o, en el peor de los casos, susceptibles a ser aniquiladas por fuego enemigo masivo.
Este alejamiento estratégico de las fuerzas estadounidenses brindaría a los planificadores militares chinos la oportunidad de dominar a sus adversarios regionales, sean estos Japón por las islas Senkaku, Filipinas o Taiwán.
Según Harry Kazianis, especialista en defensa, el aparato A2/AD chino integra “una amalgama de diversas plataformas militares, incluyendo submarinos de avanzada sigilosidad, más de 80.000 minas navales, tácticas de guerra cibernética, armamentos antisatélite, y ofensivas de saturación mediante misiles balísticos y de crucero”.
Adicionalmente, se debe considerar el creciente arsenal de sistemas de armas hipersónicas de China, así como su creciente flota de vehículos submarinos no tripulados (UUV) y vehículos aéreos no tripulados (UAV), elementos potencialmente devastadores para cualquier elemento de la Marina, Fuerza Aérea, o Cuerpo de Marines de EE.UU. que forme la vanguardia de una respuesta militar estadounidense (aunque el Ejército también participaría, la carga principal en un hipotético conflicto con China recaería en la Marina, la Fuerza Aérea y los Marines).
La expansión global de la estrategia A2/AD
La Federación de Rusia, la República Islámica de Irán y la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) configuran una amalgama de sistemas A2/AD diversificados y complejos. Otros adversarios potenciales de Estados Unidos, como Venezuela, están acelerando el desarrollo de sus propios arsenales A2/AD, comprendiendo que estos sistemas, a pesar de su relativa simplicidad y bajo costo, pueden ser decisivos para contrarrestar la influencia militar estadounidense.
En el último año, se reporta que Venezuela ha adquirido un conjunto de lanchas lanzamisiles Peykaap-III de fabricación iraní, capaces de portar hasta dos misiles antibuque del tipo Kowsar (con un alcance de hasta 20 km y una cabeza de guerra de 29 kg) o Nasr-1 (con un alcance de hasta 35 km y una cabeza de guerra de 150 kg).
Aunque el arsenal A2/AD de Venezuela es básico en comparación con los extensos y avanzados sistemas de sus aliados chinos, rusos e incluso iraníes, el interés de Caracas en los ricos yacimientos petrolíferos de la vecina Guyana, apoyado fuertemente por China, Rusia e Irán, podría transformar su capacidad A2/AD inicial en una amenaza tangible. Esto podría poner en riesgo no solo la proyección de poder de sus vecinos, como Brasil, sino también la de las fuerzas armadas estadounidenses a largo plazo.
Recientemente, la Armada estadounidense posicionó el portaaviones USS George Washington como medida disuasoria frente al creciente desafío que representa Venezuela hacia Guyana. Sin embargo, eventualmente, incluso un estado menor como Venezuela podría desarrollar la capacidad A2/AD necesaria para limitar la presencia militar estadounidense a un horizonte lejano.
Esta eventualidad subraya la amenaza latente que las estrategias A2/AD representan para las fuerzas armadas de EE.UU., caracterizadas por ser expedicionarias, voluntarias y, por ende, numéricamente limitadas, que se apoyan en tecnologías avanzadas y costosas plataformas como multiplicadores de fuerza.
La degradación o la obsolescencia de estos multiplicadores de fuerza frente a sistemas A2/AD sofisticados señala el riesgo de una eventual derrota militar para Estados Unidos.
Afrontar el reto A2/AD: Estrategias estadounidenses de contramedidas
El escenario que enfrentan las fuerzas armadas de Estados Unidos en los principales teatros de disputa global es, sin duda, preocupante. No obstante, se vislumbra un halo de esperanza en el horizonte estratégico. Casi de inmediato tras reconocer la creciente amenaza A2/AD de China a principios de la década de 2010, Washington comenzó a esbozar una respuesta estratégica. Aunque personalmente considero que el enfoque escogido presenta ciertas falencias, es reconfortante observar que se están realizando esfuerzos por neutralizar dicha amenaza.
La estrategia actual de Washington se centra en la implementación del concepto denominado “AirSea Battle”, que busca integrar de manera óptima a la Fuerza Aérea, la Armada y los Marines. Esta táctica, concebida para actuar en conjunto con aliados, tiene como propósito principal perforar las defensas A2/AD erigidas por cualquier adversario. Se caracteriza por ser una maniobra ofensiva que se ejecuta desde posiciones avanzadas.
Alternativamente, estrategas como T.X. Hammes y, posteriormente, Mackubin Owens, han sugerido una aproximación denominada “Control Offshore”. Esta estrategia propone el despliegue de la Marina de EE.UU. para establecer un bloqueo contra China, aprovechando su dependencia crítica de las rutas marítimas para el transporte de recursos esenciales hacia su economía, como el petróleo del Oriente Medio.
La táctica del bloqueo se enfocaría en estrangular los puntos neurálgicos del comercio marítimo, interrumpiendo así el suministro de bienes vitales hacia China en caso de un conflicto.
El Cinturón y la Ruta: La estrategia china frente al bloqueo naval estadounidense
La iniciativa de Control Offshore, propuesta como contramedida a la amenaza A2/AD, influyó significativamente en la decisión de China de impulsar la creación de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Esta vasta red de rutas comerciales, dominadas por Beijing a través de Eurasia tanto por tierra como por mar, se ideó como respuesta a la potencial capacidad de la Armada de EE.UU. para interceptar y obstaculizar el comercio marítimo chino en zonas críticas. A pesar de los esfuerzos, la implementación de la BRI ha reportado, hasta la fecha, resultados variados para China, siendo en el mejor de los casos mixtos.
Pekín ha expresado claramente cuál considera que es su escenario más desfavorable. No es tanto el costoso y debatido concepto de Batalla Aérea del Pentágono el que inquieta a las autoridades chinas (probablemente porque este enfoque podría jugar a favor de las ventajas militares y geográficas de China), sino la estrategia de control marítimo a distancia. Esta última es percibida como una amenaza directa a la capacidad de China para mantener activos sus sistemas A2/AD.
Además, la implementación de una estrategia de control marítimo, complementada con la expansión de las capacidades de penetración de largo alcance de la Fuerza Aérea, la Armada, el Ejército y los Marines estadounidenses, podría ofrecer una solución más efectiva para neutralizar las “burbujas” A2/AD establecidas por China.
No obstante, según el derecho internacional, establecer un bloqueo constituye un acto de guerra. Ante la creciente tensión entre Estados Unidos y China, es imperativo que los estadounidenses estén preparados para un escenario de confrontación. En la situación actual, la preparación es cuestionable, y esto es algo que China reconoce claramente. Dada la estrecha colaboración de China con Rusia, así como con Irán y Corea del Norte —todos capaces de proveer asistencia a China por vías terrestres—, persisten dudas sobre la efectividad real de la estrategia de control marítimo a distancia, incluso considerándola como la opción preferente.