Funcionarios estadounidenses afirmaron que, si la venta de cazas furtivos F-35 a Arabia Saudí se concreta, los aparatos tendrían una configuración menos avanzada que la que opera Israel. Además, un funcionario de la Casa Blanca, sin identificación nominal, indicó al Canal 12 israelí que Washington mantendrá conversaciones adicionales con Jerusalén para asegurar una venta equilibrada, según la cobertura del medio.
En cuanto al alcance técnico, fuentes citadas por Reuters precisaron que el paquete saudí incluiría límites en varias funciones y equipos sensibles. Indicaron que el reino no recibiría determinados sistemas de armas avanzados ni equipos de guerra electrónica, tampoco capacidades específicas de perturbación de radares, y que existirían restricciones en la integración de sensores y armamento. Añadieron que, aun si el acuerdo prospera, no se prevé la entrega a Riad del misil aire-aire de nueva generación AIM-260, en desarrollo para cazas de quinta generación; especialistas del sector respaldaron esta evaluación.
Respecto al origen y la forma del mensaje al Canal 12, el propio medio lo atribuyó a un funcionario de la Casa Blanca sin nombre ni rango y lo presentó en condición de reserva. En esas emisiones, el canal informó además que Estados Unidos no vincularía la operación a una normalización previa entre Israel y Arabia Saudí.
En volumen, el pedido saudí asciende a hasta 48 aparatos, equivalente a dos escuadrones. El trámite superó un hito interno del Pentágono a comienzos de noviembre y permanece sujeto a autorizaciones del gabinete, decisión presidencial y notificación al Congreso. Reuters situó el valor potencial del contrato en el rango de varios miles de millones de dólares. La variante contemplada para Arabia Saudí es la F-35A (despegue y aterrizaje convencionales), que equipa a la Fuerza Aérea de Estados Unidos y a la mayoría de usuarios internacionales.

Sobre plazos, informativos israelíes señalaron que, una vez cursadas las autorizaciones, el calendario industrial implicaría un periodo mínimo de siete años hasta la llegada de los primeros aviones a bases saudíes, conforme a estimaciones difundidas esta semana.
En el plano industrial, Lockheed Martin actúa como contratista principal del programa F-35, con participación destacada de Pratt & Whitney (motor F135), Northrop Grumman y BAE Systems, entre otros socios en Estados Unidos. La cadena de suministro del F-35 cuenta con más de 1.600 proveedores y sustenta alrededor de 290.000 empleos en 49 estados y Puerto Rico, según datos corporativos. La eventual contratación saudí incrementaría la carga de trabajo en múltiples eslabones de esa cadena.
El anuncio sobre prestaciones inferiores para los F-35 saudíes responde a la obligación legal de Estados Unidos de preservar la ventaja militar cualitativa (QME, por sus siglas en inglés) de Israel. Dicha obligación, incorporada a la Ley de Control de Exportación de Armas, exige al Poder Ejecutivo certificar ante el Congreso que cualquier venta relevante en Oriente Próximo no erosiona esa ventaja.
La Agencia de Cooperación en Seguridad de la Defensa (DSCA) detalla que el secretario de Estado debe informar de manera periódica sobre la garantía de la QME, y la oficina de investigación del Congreso (CRS) sitúa la codificación legal de esa obligación en 2008 y describe el proceso de certificación asociado a transferencias sensibles.
En Israel, el Estado Mayor y la Fuerza Aérea presentaron un escrito de posición contraria a la operación por el posible impacto en la superioridad aérea regional, de acuerdo con publicaciones locales. En el ámbito político, fuentes israelíes trasladaron a medios estadounidenses que Israel no rechaza en principio la venta si forma parte de un entendimiento más amplio y la condiciona a avances diplomáticos con Riad. Entre las condiciones difundidas figuran límites de despliegue geográfico y parámetros técnicos concretos.

La Casa Blanca integró el proyecto saudí en un paquete de cooperación más amplio presentado durante la visita del príncipe heredero Mohammed bin Salman a Washington. Entre los elementos divulgados figuran una compra saudí de 300 carros de combate estadounidenses y acuerdos de cooperación nuclear civil. El 17 de noviembre, el presidente Donald Trump declaró que se venderán F-35 a Arabia Saudí, en una posición que la oficina presidencial reiteró a medida que avanzaban las reuniones con la delegación saudí.
El Pentágono no ha emitido una valoración operativa pública específica sobre la convivencia de F-35 saudíes e israelíes. No obstante, fuentes citadas por Reuters subrayaron que Estados Unidos adapta las configuraciones por país y reserva las capacidades máximas para su propio inventario; por tanto, los cazas que emplea Israel continúan más avanzados que los que se ofrecerían a Riad.
Las diferencias técnicas entre los F-35 israelíes y los aviones en estudio para Arabia Saudí cuentan con precedentes del modelo Adir (denominación oficial del F-35I en Israel). Israel dispone de permisos singulares para incorporar programas y equipos propios, incluidos sistemas nacionales de guerra electrónica, comunicaciones y enlace de datos.
Además, recibió un avión laboratorio destinado a ensayar e integrar soluciones israelíes —desde munición inteligente de empleo interno hasta depósitos externos conformados de combustible— sin comprometer la baja observabilidad. Publicaciones especializadas documentaron la llegada del avión de ensayos dedicado y la integración de armamento israelí como la familia SPICE o el misil de alcance extendido Delilah.

En consecuencia, funcionarios estadounidenses y expertos consultados esta semana reiteraron que la versión prevista para Arabia Saudí excluiría capacidades de perturbación electrónica e integración de sensores y armas propias del Adir, y que no se prevé exportar a Riad municiones aire-aire de última generación como el AIM-260.
En paralelo al expediente saudí, autoridades estadounidenses recordaron que otros actores regionales exploraron adquisiciones del F-35. Emiratos Árabes Unidos negoció un paquete tras los Acuerdos de Abraham, y Qatar formalizó una solicitud en 2020; ambos expedientes siguen pendientes por divergencias sobre plazos de entrega, capacidades y salvaguardas tecnológicas, según cobertura de agencia.
El Congreso de Estados Unidos conserva la facultad de revisar y, en su caso, desaprobar la operación mediante resolución conjunta. Para superar un veto presidencial se requiere una mayoría de dos tercios en ambas cámaras. Reuters indicó que, aunque el escrutinio legislativo está garantizado, alcanzar ese umbral constituye un desafío elevado.
Riad presenta su interés por el F-35 como parte de la modernización de sus fuerzas armadas y de la agenda Visión 2030, cuyo objetivo es diversificar la economía y reforzar la base tecnológica e industrial. El interés saudí por cazas de quinta generación se remonta a años anteriores y recuperó impulso a medida que progresaron conversaciones bilaterales sobre garantías de seguridad y cooperación tecnológica.

Como antecedente, Oriente Próximo registra debates intensos por transferencias sensibles a Arabia Saudí. En 1981, el Senado votó 52-48 para rechazar una resolución de desaprobación y permitir la venta de cinco aviones de alerta temprana y control (AWACS) y otros equipos, tras semanas de cabildeo a favor y en contra. Los registros parlamentarios y crónicas de la época describen ese resultado y la importancia asignada a la estabilidad regional y a la preservación de la ventaja israelí.
El F-35 es un caza de quinta generación. Este concepto se refiere a aeronaves con baja observabilidad al radar, sensores distribuidos con fusión de datos que proporcionan al piloto una imagen táctica unificada, enlaces de datos seguros para operar en red con otras plataformas y una arquitectura que facilita la interoperabilidad con sistemas aliados.
Entre sus ventajas figuran la capacidad de penetrar áreas con defensa antiaérea densa y la integración de armamento de precisión. El programa presenta retos señalados en auditorías públicas: demoras en la implantación del paquete de actualización TR-3 y del ciclo de mejoras conocido como Bloque 4, entregas tardías respecto al plan y presión sobre los costes de adquisición y sostenimiento.
En síntesis cronológica, en 2020 Qatar formalizó una petición para adquirir F-35. Ese mismo año, tras los Acuerdos de Abraham, Emiratos Árabes Unidos exploró su propia compra, que no se materializó. Durante 2024 y 2025, Washington y Riad intensificaron conversaciones sobre una asociación de seguridad y acceso a capacidades avanzadas.

El 4 de noviembre de 2025, Reuters informó de que la solicitud saudí de hasta 48 F-35 había superado un hito interno en el Pentágono. El 17 de noviembre, el presidente Donald Trump afirmó que Estados Unidos vendería F-35 a Arabia Saudí. El 19 de noviembre, funcionarios estadounidenses detallaron que los aparatos destinados al reino tendrían una configuración menos avanzada que la israelí y que Washington celebraría más conversaciones con Israel para asegurar una venta equilibrada.
Por último, en el trámite formal, la notificación al Congreso activará los plazos previstos en la legislación estadounidense. Durante ese periodo, el Ejecutivo deberá certificar por escrito que la ventaja militar cualitativa de Israel queda preservada y responder a las objeciones o condiciones que planteen las comisiones y los líderes de ambas cámaras. La aprobación definitiva depende del cierre de las especificaciones técnicas, de las salvaguardas de seguridad tecnológica y del cumplimiento de los requisitos legales ante el Legislativo.
