Exploración del destructor clase Zumwalt: su eficacia como portador de misiles hipersónicos frente a los altos costos y desafíos operativos.
Reconversión de los DDG-1000 y su impacto operativo
El interés en la flota compuesta por tres destructores de la clase Zumwalt, de apariencia casi fantasmal, ha decaído recientemente. Siete años y medio después de su puesta en servicio, los DDG-1000 continúan siendo considerados navíos de guerra del futuro. A finales del verano anterior, el USS Zumwalt arribó a Pascagoula, Mississippi, para una significativa modificación: retirar sus montajes artilleros y sustituirlos por celdas de lanzamiento vertical. Este cambio permite la incorporación de misiles hipersónicos de alcance medio bajo el programa “Conventional Prompt Strike”.
Este programa, una iniciativa conjunta de la Marina de EE. UU. y el Ejército, apunta a desarrollar un “vehículo de planeo hipersónico común”. Este misil, capaz de operar tanto desde plataformas marítimas como terrestres, alcanza velocidades superiores a Mach 5 y tiene capacidad de maniobra para esquivar defensas enemigas, incrementando así su efectividad letal. Los sistemas de lanzamiento vertical en el Zumwalt se adaptarán para alojar doce de estos proyectiles en cuatro contenedores de considerable tamaño (87 pulgadas de diámetro). Los trabajos de reconversión, a cargo de Huntington Ingalls Industries en Pascagoula, están programados para concluir en 2025.
Desafíos y dilemas en la modernización del armamento Zumwalt
La industria defensiva y el Pentágono están invirtiendo esfuerzos significativos en acelerar la transformación de estos destructores para adaptarlos a una nueva misión operativa. No obstante, cumplir con los plazos establecidos es incierto, especialmente por la novedosa naturaleza del armamento hipersónico y el historial de retrasos y sobrecostos bien documentado en construcciones navales anteriores. La Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) reflejó estas preocupaciones en su “Evaluación Anual de Sistemas de Armas”, destacando dudas sobre la madurez de varias tecnologías en el Zumwalt, incluidos los misiles mismos.
El desarrollo tecnológico, a menudo, no se alinea con los plazos preestablecidos. Según la GAO, si el armamento hipersónico no está listo para ser integrado en el DDG 1000 durante su estancia en Pascagoula, la Marina podría verse obligada a prolongar el mantenimiento o posponer la integración hasta la próxima ventana de mantenimiento programado.
Así, los estrategas navales enfrentan dos opciones poco atractivas: por un lado, podría optarse por reintegrar un Zumwalt operacional, pero menos capaz a la flota, lo cual sería beneficioso en términos de aumentar el número de cascos disponibles.
En este escenario, el USS Michael Monsoor se convertiría en la plataforma de pruebas para los nuevos misiles, posponiendo la integración de hipersónicos en el Zumwalt hasta su próximo período en astillero. Alternativamente, se podría dejar al Zumwalt en astillero por un período indefinido hasta que su armamento principal esté listo, retrasando su contribución a la flota.
Revaluación estratégica de la clase Zumwalt en la guerra naval moderna
Se podría pensar que es preferible aprovechar un buque de guerra, aunque esté por debajo de su potencial completo, antes que dejarlo inactivo mientras sus misiles se preparan para la batalla. Este razonamiento tiene fundamentos firmes: nunca permitas que lo perfecto sea enemigo de lo bueno, o incluso de lo suficiente.
Pronto, el Zumwalt celebrará su décimo aniversario con la integración de sus armas hipersónicas, siempre que los trabajos en el astillero se desarrollen según lo previsto. Este período representa una fracción significativa de su vida operativa. No es sorprendente que su conversión en un portador de armamento hipersónico haya sido un proceso difícil.
Originalmente, el DDG-1000 fue diseñado como una plataforma de combate capaz de lanzar proyectiles guiados de precisión hasta a sesenta millas, apoyando operaciones terrestres al bombardear objetivos costeros. Estaba orientado a operaciones en tierra firme. Sin embargo, cuando los costos de sus proyectiles de alta tecnología ascendieron a más de 800,000 dólares cada uno, una cifra prohibitiva, la cúpula naval decidió reorientar la clase para enfocarse en la guerra de superficie. Este tipo de guerra implica enfrentamientos con flotas rivales por la supremacía en el mar.
El nuevo enfoque del Zumwalt se centra en el dominio de los mares oscuros y profundos.
Esta reorientación resultó ser una actualización crucial para los tiempos actuales. Dominar los mares es la tarea primordial y más crítica para cualquier marina. Esta doctrina se integró profundamente en el ADN de la Marina de EE. UU. hasta el fin de la Guerra Fría, momento en el que la institución comenzó a creer que las disputas por el control del mar habían quedado obsoletas. Fue entonces cuando los grupos de batalla de portaaviones se transformaron en grupos de ataque de portaaviones, preparados más para acciones ofensivas costeras que para enfrentar adversarios significativos en alta mar.
Rediseñando la clase Zumwalt: un giro hacia una perspectiva más tradicional
¿Qué debería hacer el alto mando de la Marina de EE. UU. con los DDG-1000 una vez que estos buques emerjan del astillero equipados con misiles hipersónicos operativos? La respuesta es ubicar los tres destructores en el Pacífico. La mayor limitación de la clase Zumwalt es su escaso número de cascos.
Un precedente cercano a esta situación fue la recomisión de los cuatro acorazados de clase Iowa durante la década de 1980. A pesar de ser una flota reducida, la Marina contaba con suficientes buques para posicionar dos en cada costa, garantizando disponibilidad operativa constante en ambos océanos. Eso es precisamente lo que decidió el liderazgo en aquel entonces.
Sin embargo, no hay una economía de escala similar con el DDG-1000. No tendría sentido asignar dos Zumwalt a la costa oeste, posiblemente en San Diego, y el tercero en la costa este, posiblemente en Norfolk. Es más racional mantener los tres buques en el Pacífico, el área de prioridad estratégica, en vez de sacrificar una cobertura sólida en el Pacífico por una presencia esporádica en el Atlántico, un teatro de operaciones de menor relevancia. Concentrar recursos limitados donde más se necesitan refleja una estrategia básica y lógica.
Los DDG-1000 y su rol potencial en el teatro del Pacífico
La clase DDG-1000 desempeñaría un papel crucial en cualquier enfrentamiento con China. Imaginemos un escenario en el que las fuerzas combinadas de EE. UU. decidan bloquear la primera cadena de islas para restringir el acceso a barcos y aviones chinos; en tal contexto, los destructores Zumwalt equipados con misiles hipersónicos serían activos móviles ideales para patrullar detrás de lo que se podría llamar una “Gran Muralla Marítima Inversa”.
Su capacidad para evadir la detección y el rastreo les proporcionaría una ventaja significativa, permitiéndoles seleccionar y neutralizar objetivos hostiles con mayor facilidad que sus contrapartes menos furtivas. Además, su poder de permanencia y su armamento de largo alcance serían decisivos para atacar barcos chinos que intentasen romper el bloqueo en el Pacífico occidental. En caso de que el bloqueo se sostenga, podrían redirigir su artillería para impactar directamente a la armada china en los mares circundantes.
En resumen, los Zumwalts se integrarían eficazmente en una estrategia defensiva multinivel contra la agresión.
Desafíos psicológicos y financieros en el despliegue de la clase Zumwalt
Sin embargo, uno de los desafíos más grandes en la utilización de estos avanzados buques de guerra podría ser de naturaleza psicológica. La clase Zumwalt ha implicado costos elevados, ascendiendo a 22,500 millones de dólares, según estimaciones de la GAO para el año fiscal 2015, lo que equivale a 9,700 millones de dólares por unidad en términos del año fiscal 2023. Esto contrasta con los 14,200 millones de dólares del USS Gerald R. Ford, un portaaviones nuclear que desplaza más de seis veces la masa del Zumwalt.
Esta considerable inversión financiera representa un riesgo significativo en combate, lo cual podría hacer que los comandantes sean más cautelosos al momento de emplear estos destructores en situaciones que demanden audacia. El alto costo, combinado con el limitado número de unidades en la clase DDG-1000 (perder una significa perder un tercio de la flota), podría llevar a los oficiales a dudar antes de utilizar los Zumwalts de manera agresiva, incluso cuando las circunstancias lo justifiquen. Por lo tanto, solo los comandantes más resueltos y visionarios deberían liderar estos buques.
En resumen, la adaptación de un buque de guerra a los desafíos contemporáneos está repleta de incertidumbres. Esperemos que la clase Zumwalt demuestre su valor a la altura de las circunstancias. El futuro nos urge a contar con estos “navíos del mañana” lo antes posible.