El sistema de geometría variable del B-1 permite ajustar las alas para maximizar la eficiencia y el rendimiento en distintas fases del vuelo.
El sistema de barrido del ala permite adaptar la configuración en vuelo
El bombardero B-1 Lancer, desarrollado por Rockwell International (actualmente parte de Boeing), cuenta con un sistema de alas de geometría variable que le otorga una capacidad única para modificar su configuración aerodinámica según las necesidades operativas. Esta característica, presente en la versión B-1B que entró en servicio en 1986, le permite cambiar el ángulo de barrido de sus alas desde 15 grados (extendidas) hasta 67,5 grados (retraídas).
Este diseño le proporciona una flexibilidad aerodinámica significativa, resolviendo el problema clásico de equilibrar el rendimiento a baja y alta velocidad. Con las alas extendidas, el avión logra mayor sustentación para despegues, aterrizajes y vuelos prolongados a velocidades subsónicas. Al retraerlas, reduce la resistencia y mejora la maniobrabilidad, lo cual es crucial en misiones supersónicas o de penetración a baja altitud.
La capacidad del B-1 para adaptarse a distintos perfiles de misión —desde bombardeos estratégicos hasta ataques tácticos— radica en este sistema. Gracias a él, el Lancer puede operar de manera eficiente en escenarios variados, incrementando su eficacia táctica y estratégica.
El sistema no solo afecta el rendimiento, sino también el comportamiento del avión, lo que requiere una coordinación estrecha entre el piloto, los sistemas hidráulicos y los controles de vuelo asistidos por computadora.

Parámetros técnicos del sistema de alas de geometría variable
- Ángulo de barrido: entre 15° (extendidas) y 67,5° (retraídas)
- Velocidad máxima: Mach 1,25
- Tiempo de transición: unos segundos, según condiciones de vuelo
- Motores: 4 × General Electric F101-GE-102, con 30.000 lb de empuje c/u
- Peso vacío: aproximadamente 86.000 kg
- Capacidad de carga: hasta 34.000 kg de armamento
- Sistema de accionamiento: PDU con actuadores hidráulicos independientes
- Impacto operativo: versatilidad aerodinámica según perfil de misión
El control del sistema se realiza desde la cabina mediante una palanca
Desde el puesto de mando, el piloto puede modificar la configuración alar mediante una palanca ubicada en la pared lateral de la cabina. Esta interfaz envía señales electrónicas a las Unidades de Accionamiento de Potencia (PDU), encargadas de mover físicamente las alas.
Cada ala cuenta con su propia PDU, instalada en la raíz alar, que opera con motores hidráulicos conectados a un sistema de engranajes y actuadores. Esta estructura proporciona la fuerza necesaria para contrarrestar la presión aerodinámica, especialmente durante maniobras o vuelos supersónicos.

El proceso de movimiento, aunque no es inmediato, se completa en segundos y se ajusta automáticamente a las condiciones de vuelo. El sistema también incorpora mecanismos de bloqueo que aseguran la posición de las alas, evitando desplazamientos no deseados durante la operación.
Este grado de control permite al B-1 cambiar entre configuraciones optimizadas para misiones subsónicas de largo alcance y para ataques rápidos a baja altitud sin comprometer la estabilidad estructural ni el desempeño general.
El mecanismo de barrido impone desafíos de ingeniería estructural
La implementación del sistema de barrido en el B-1 implicó la integración de un pivote robusto en la estructura del fuselaje, capaz de soportar cargas aerodinámicas extremas. Este pivote está instalado en el llamado “cuerpo de ala mixta”, una estructura que une el ala con el fuselaje de forma continua, optimizando la aerodinámica general del avión.
Los actuadores hidráulicos que mueven las alas reciben presión del sistema hidráulico central del avión y deben vencer fuerzas que pueden alcanzar varias toneladas en vuelo. La interacción entre el sistema mecánico y los controles electrónicos de vuelo permite mantener la estabilidad del B-1, incluso cuando cambia su centro de gravedad durante el barrido alar.
Cuando las alas están extendidas, el centro de sustentación se sitúa más cerca del morro del avión, mejorando la estabilidad. En configuración de alas retraídas, este centro se desplaza hacia atrás, haciendo al avión más maniobrable, pero también más sensible. Por ello, el sistema de control computarizado ajusta estabilizadores y superficies de control para compensar estas variaciones dinámicas.

Este nivel de integración entre estructura, mecánica e informática convierte al sistema en uno de los más complejos y sofisticados de la aviación militar contemporánea.
El diseño cumple una función táctica clave en incursiones modernas
El propósito del sistema de geometría variable está directamente relacionado con el rol táctico y estratégico del B-1 Lancer. Durante la Guerra Fría, la versión B-1B fue rediseñada para adaptarse a misiones de penetración a baja altitud, con capacidad para evadir radares enemigos volando rápido y cerca del terreno.
Las alas retraídas ofrecen ventajas en esas situaciones, ya que reducen la resistencia y aumentan la maniobrabilidad. En contraste, las alas extendidas permiten vuelos prolongados y más eficientes en combustible a altitudes medias, ideales para misiones de bombardeo estratégico de largo alcance.
Desde su entrada en servicio, el B-1 ha participado en operaciones como Zorro del Desierto (1998), Libertad Duradera (Afganistán) y ataques en Irak y Siria (2024). En todas estas misiones, la capacidad de alternar rápidamente entre configuraciones le permitió adaptarse a entornos hostiles con gran eficacia.
Este diseño también ha influido en los programas de mantenimiento. Iniciativas como BEAST (B-1 Embracing Agile Scheduling Team) han surgido para prolongar la vida útil del avión hasta la década de 2040, a pesar de los altos requerimientos técnicos que implica mantener un sistema de barrido funcional.
La geometría variable del B-1 es un hito en la aviación militar moderna

Aunque no fue el primer avión en incorporar alas de geometría variable —precedido por modelos como el F-111 Aardvark y el XB-70 Valkyrie—, el B-1 Lancer llevó este concepto a una escala operativa inédita. A diferencia de los cazas, donde la geometría variable se enfoca en agilidad, en el B-1 se emplea para maximizar la versatilidad operativa.
Esta capacidad para adaptarse a distintos perfiles de misión ha sido uno de los pilares del éxito del bombardero durante más de tres décadas de servicio activo. El sistema, aunque complejo y costoso de mantener, ha demostrado ser esencial para misiones donde la velocidad, el alcance y la maniobrabilidad deben coexistir.
Con la llegada del B-21 Raider como eventual sucesor del B-1, el sistema de barrido del ala pasará a la historia como una de las soluciones tecnológicas más audaces y efectivas de la Guerra Fría. Su legado técnico perdurará como ejemplo de cómo la ingeniería puede romper las barreras del diseño aeronáutico tradicional.