El F-22A Raptor se distingue como el principal avión de combate en los cielos actuales, donde la hostilidad es una constante. Diseñado originalmente en la década de 1980 como un caza de superioridad aérea de quinta generación, este aparato estaba destinado a suceder al F-15.
En los inicios del programa, hubo debates sobre una posible variante naval del Raptor, sin embargo, la Marina estadounidense declinó la adquisición de esta plataforma aérea. Por consiguiente, el F-22 permaneció como un activo exclusivo de la Fuerza Aérea.
Este caza, notoriamente ágil y sigiloso, fue concebido para un hipotético escenario de la Tercera Guerra Mundial en los cielos sobre la Brecha de Fulda en Europa, enfrentando al armamento nuclear del Ejército Rojo soviético.
Tras la disolución de la URSS, la Fuerza Aérea reinterpretó el papel del F-22, viéndolo como un medio para sostener y ampliar la supremacía estadounidense ante cualquier adversario emergente.
Se consideraba que este avión, junto con otros sistemas de última generación de la Guerra Fría, asegurarían la continuación de la influencia predominante de Estados Unidos a nivel global.
Costos y consecuencias del programa F-22A Raptor
El programa del F-22A Raptor representó una inversión considerable. Originalmente, la Fuerza Aérea planeó producir hasta 750 unidades para reemplazar integralmente su arsenal de cazas de cuarta generación.
No obstante, las restricciones presupuestarias surgidas durante la crisis financiera de 2008 llevaron a la Administración Obama a cesar la producción del Raptor, limitando el inventario a solo 187 ejemplares.
A pesar de su número reducido, el F-22 ha demostrado ser una plataforma de combate sin igual. Su participación en ejercicios militares ha resultado ser un factor decisivo, inclinando la balanza a favor de las fuerzas estadounidenses de manera consistente.
Sin embargo, persisten las deliberaciones sobre el retiro de los modelos más antiguos del F-22 para redirigir fondos hacia el desarrollo del programa de Dominio Aéreo de la Próxima Generación (NGAD, por sus siglas en inglés).
Aunque esta plataforma tiene tres décadas de antigüedad, el Congreso ha bloqueado la retirada del Raptor, reconociendo las ventajas significativas que continúa aportando a la capacidad operativa de la Fuerza Aérea.
Dilemas financieros y estratégicos del F-22 Raptor
El F-22 Raptor ha enfrentado históricamente problemas significativos relacionados con su coste elevado. La cuestión persistente ha sido cómo la Fuerza Aérea de los Estados Unidos podría financiar y mantener una flota sustancial de estos avanzados aviones, además de soportar los gastos operativos asociados con sistemas tan complejos.
En contraste, el F-35 Lightning II, otro caza de quinta generación de los EE. UU., ha seguido un camino diferente, pero igualmente costoso. Para mitigar sus altos costos, el F-35 fue diseñado como un avión multiservicio, utilizado por la Fuerza Aérea, la Marina y el Cuerpo de Marines.
Además, los Estados Unidos redujeron costos al involucrar a las fuerzas armadas de varios países aliados en el proyecto, aumentando así el número de operadores globales del F-35 y distribuyendo las cargas financieras.
A diferencia del F-35, el Pentágono nunca intentó hacer exportable el F-22A Raptor. A pesar de la demanda explícita de Israel, un aliado clave en Oriente Medio, el Pentágono rechazó repetidamente sus solicitudes de compra. Esta decisión, mantenida durante años, probablemente impidió prolongar la producción del F-22 y su operatividad futura.
Repercusiones de las decisiones de exportación del F-22
La postura sobre la exportación del F-22 tomó un giro intrigante con el expresidente Donald J. Trump, quien, en los últimos meses de su mandato en 2020, autorizó la venta del F-22 a Israel.
Sin embargo, esta directiva presidencial nunca se materializó, principalmente debido a la prohibición impuesta por el Congreso en 1998, que impide la venta del F-22 a cualquier entidad extranjera, incluso a aliados cercanos como Israel.
Esta restricción se basa en que el F-22 contiene una serie de tecnologías de defensa estadounidenses altamente sensibles y capacidades que no son de conocimiento público. La preocupación por la seguridad operativa y la potencial proliferación de estas capacidades a actores extranjeros ha sido un factor disuasivo significativo.
A pesar de la controversia, los argumentos a favor de la venta del F-22, especialmente a Israel, que enfrenta constantes amenazas de Irán (respaldado por China y Rusia), parecen lógicos bajo ciertas condiciones.
Si, como sostiene la Fuerza Aérea, el F-22 es una plataforma que está llegando al final de su vida útil y necesita ser reemplazada por una nueva generación de cazas, entonces sería pragmático deshacerse de estos aviones mientras aún puedan generar un retorno financiero significativo, y no hay mejor candidato que Israel para adquirir estos avanzados sistemas de combate.
Consideraciones de control de exportación frente a amenazas globales
Con la preocupante realidad de que China ha desarrollado su propio caza basado en el F-22A Raptor, el J-20, mediante técnicas de ingeniería inversa, y con Rusia exhibiendo una variante comparable, las implicaciones para la seguridad nacional de Estados Unidos se vuelven más críticas.
Aunque estas versiones no alcancen la sofisticación del Raptor, su existencia plantea una amenaza significativa, especialmente porque tanto Rusia como China continúan expandiendo sus respectivas producciones mientras que Estados Unidos ha desmantelado su línea de producción del F-22.
Esta dinámica fue una de las razones detrás de la decisión de la Administración Trump de aprobar la venta de F-35 Lightning II a los Emiratos Árabes Unidos, una medida que, si bien balanceaba el poder en la región, también presionaba a Israel a buscar ventajas adicionales para mantener su superioridad regional. Con amenazas incrementadas por parte de Irán, es esencial que Israel fortalezca su capacidad militar convencional.
Potenciales estrategias de cooperación en la producción del F-22
Dado que el F-22 no fue originalmente diseñado para exportación, ahora se presenta una oportunidad única para que Israel adquiera este avanzado sistema, siempre que se puedan reactivar las líneas de producción estadounidenses a un coste razonable. Existe también la posibilidad de que, dada la avanzada base tecnológica de Israel, este país pueda colaborar con Estados Unidos para reiniciar la producción del esencial caza F-22.
En un contexto donde la amenaza de un conflicto global se intensifica y la capacidad industrial de defensa de Estados Unidos enfrenta desafíos, es crucial no solo asegurar la alianza con países comprometidos, sino también garantizar que estos aliados estén adecuadamente equipados para asumir roles estratégicos vitales.
Permitir a Israel acceder al F-22 no solo reforzaría sus capacidades militares frente a adversarios regionales, sino que también aseguraría que Estados Unidos pueda contar con aliados fuertemente armados y preparados para enfrentar conjuntamente los desafíos futuros.