El 30 de enero de 1991, dos MiG-25 iraquíes enfrentaron a cazas F-15C de EE. UU. en un combate aéreo que cerró las ofensivas de la fuerza aérea iraquí en la Guerra del Golfo.
Operación Samurra: la respuesta iraquí a la superioridad aérea aliada
En el tramo final de enero de 1991, la Fuerza Aérea Iraquí (IQAF) lanzó su última ofensiva aérea relevante durante la Guerra del Golfo, en un intento por contrarrestar el dominio de la Coalición liderada por Estados Unidos. La llamada Operación Samurra, ejecutada el 30 de enero, fue concebida como un ataque coordinado con dos cazas MiG-25 “Foxbat” contra una patrulla de F-15C “Eagle” de la Fuerza Aérea de EE. UU., con el fin de explotar una brecha temporal en la cobertura aérea aliada.
Esta acción se llevó a cabo cerca de Khan Bani Saad, en el contexto de una campaña aérea que desde el 17 de enero había reducido drásticamente la operatividad de la IQAF. Para entonces, Irak ya había comenzado a evacuar o esconder sus aeronaves, conscientes de que no podían mantener enfrentamientos directos sostenidos. Aun así, Samurra fue un intento calculado de explotar la vulnerabilidad operativa del enemigo mediante una emboscada coordinada.
El precedente inmediato fue un incidente ocurrido el 18 de enero, cuando los iraquíes aprovecharon una brecha generada por la retirada temporal de los EF-111 Ravens estadounidenses para atacar con artillería antiaérea a F-15E desprotegidos. Ese éxito limitado animó a planificar una operación de mayor envergadura, dirigida a aprovechar el momento en que una patrulla de F-15 se alejaba para reabastecerse.
Los MiG-25, uno lanzado desde Qadessiya y otro desde Tammuz, fueron dirigidos hacia los cazas estadounidenses “Xerex 33”, pilotados por Thomas Dietz y Robert Hehemann. El resultado fue un enfrentamiento técnico y táctico entre dos de los aviones más avanzados de la Guerra Fría, que pondría a prueba no solo la tecnología sino también la toma de decisiones en combate real.
Características y desempeño de los cazas enfrentados en Samurra
- El MiG-25 podía alcanzar velocidades de Mach 2.8 y operar a altitudes superiores a los 20.000 metros.
- El F-15C destacaba por su maniobrabilidad, radar APG-63 y capacidad multirrol en combate aéreo.
- Los MiG-25 iban armados con misiles R-40 de largo alcance; los F-15, con AIM-7 Sparrow y AIM-9 Sidewinder.
- La resistencia estructural del F-15 quedó demostrada cuando Hehemann resistió el impacto de un misil en el motor.
- Los fallos técnicos afectaron a ambos bandos: un misil defectuoso estadounidense y lanzamientos fallidos en ambos lados.
Detalles del enfrentamiento aéreo sobre el norte de Irak
El combate se desarrolló rápidamente tras la detección de los F-15 en condiciones vulnerables, cuando dos de los cuatro integrantes de la patrulla estadounidense se alejaron para reabastecerse. Los pilotos iraquíes Mahmoud Awad y Mohammed Jassi as-Sammarai aprovecharon esa brecha para ejecutar el plan de emboscada.
El teniente Hehemann disparó dos misiles contra as-Sammarai; uno falló por defecto técnico. A su vez, el piloto iraquí logró fijarlo en radar y disparó un misil R-40 que impactó en el motor izquierdo del F-15. Aunque dañado, el avión estadounidense se mantuvo en vuelo y evadió un segundo misil posteriormente disparado por Awad.
Mientras tanto, el capitán Dietz enfrentó problemas con el lanzamiento de misiles, permitiendo que Awad tomara ventaja y lo forzara a retirarse hacia el este. El ataque sincronizado iraquí logró poner en aprietos a ambos F-15, aunque ninguno fue derribado. Los MiG se retiraron a máxima velocidad rumbo a Tammuz, protegidos por su altitud y velocidad.
Una segunda pareja de F-15 —“Xerex 31”, integrada por Randy Bigum y Lynn Broome— regresó de repostar y trató de interceptar a los MiG-25 en retirada. Dispararon varios misiles AIM-7, todos sin éxito. En uno de los casos, el misil explotó en el suelo a escasos metros del ala del MiG de as-Sammarai mientras aterrizaba.
Resultados y controversias sobre el desenlace del combate
El resultado oficial del enfrentamiento se considera indeciso. Ningún avión fue derribado, aunque el F-15 de Hehemann sufrió daños severos. La IQAF afirmó que dos F-15 fueron alcanzados, citando informes no verificados sobre restos en territorio saudí. La USAF lo desmintió rotundamente, asegurando que ambos F-15 regresaron a base y que no se perdió ningún avión ese día.
La controversia refleja las dificultades de validar pérdidas en conflictos aéreos modernos, donde las pruebas materiales pueden ser escasas o ambiguas. Lo cierto es que los pilotos iraquíes lograron ejecutar un ataque efectivo y retirarse sin pérdidas, mientras que los estadounidenses conservaron sus aeronaves a pesar de las dificultades técnicas y el daño recibido.
La batalla también subrayó la importancia del factor humano: la habilidad de los pilotos iraquíes para coordinar el ataque, la reacción defensiva de los pilotos estadounidenses y la resistencia de sus equipos influyeron en el resultado. Para Iraq, Samurra fue su último intento por desafiar la hegemonía aérea aliada; para EE. UU., un recordatorio de que incluso con superioridad aérea, los riesgos permanecen.
Tras el enfrentamiento, la IQAF abandonó las salidas ofensivas y se centró en preservar los activos aéreos restantes. Muchos de estos aviones fueron ocultos o trasladados, y parte de ellos permanecieron enterrados hasta su redescubrimiento tras la invasión de 2003.
Repercusiones tácticas y legado en la aviación militar
Desde una perspectiva técnica, la Batalla de Samurra evidenció tanto las capacidades como las limitaciones de los sistemas de combate aéreo. El MiG-25 demostró ser efectivo en misiones de ataque y escape, mientras que el F-15 confirmó su durabilidad y versatilidad. Sin embargo, la batalla también destacó cómo los fallos tecnológicos pueden neutralizar ventajas estratégicas.
Dietz y Hehemann, pese a no conseguir derribos en esta ocasión, terminaron la guerra como los pilotos estadounidenses con mayor puntuación aérea. En contraste, Bigum y Broome, aunque participaron activamente en la persecución, no lograron victorias. El evento fue el punto más cercano que estuvieron a un derribo confirmado.
La transición tecnológica y táctica que representó Samurra ofrece lecciones sobre la evolución del combate aéreo, donde la información en tiempo real, la coordinación y la resistencia técnica juegan un rol crucial. El encuentro permanece como uno de los pocos ejemplos en la Guerra del Golfo donde un enfrentamiento aéreo terminó sin una clara superioridad visible.
Con el paso del tiempo, la Batalla de Samurra ha adquirido una dimensión casi simbólica, al representar un último acto de resistencia aérea iraquí frente a una fuerza ampliamente superior. Aunque no alteró el resultado de la guerra, dejó una marca en los análisis sobre cómo incluso un enemigo en retirada puede organizar una ofensiva táctica capaz de desafiar temporalmente el statu quo.