El B-21 “Raider” representa una carta estratégica crucial para Estados Unidos en el escenario de un conflicto bélico con grandes potencias en el horizonte próximo.
Este avanzado avión furtivo ha sido valorado por sus proponentes como capaz de “comprometer prácticamente cualquier blanco convencional o nuclear en el planeta”. En un período donde la Fuerza Aérea de Estados Unidos ha visto una reducción gradual y crítica en su tamaño desde el término de la Guerra Fría, el B-21 emerge como un elemento esencial ante la dificultad creciente de desarrollar innovaciones como el avión de combate de sexta generación de manera eficiente y oportuna.
La imprescindible capacidad de proyección a larga distancia
Dada la prominencia de la República Popular China como la principal amenaza estratégica para Estados Unidos, y considerando la extensa geografía que dominaría cualquier enfrentamiento entre estas dos potencias, es crucial disponer de una plataforma que pueda negociar estas vastas distancias y aun así poseer la capacidad de mantener en jaque al adversario. Operando desde el “patio trasero” de China en un potencial escenario de conflicto, la necesidad de una herramienta que garantice el alcance y la eficacia es palpable.
El B-21 se destaca por ser una plataforma robusta, que, sin necesitar de la creación de cadenas de suministro completamente nuevas, representa una mejora significativa sobre los modelos furtivos anteriores. Esta aeronave, inspirada en el diseño del bombardero furtivo B-2, es notablemente más compacta que su antecesor, pero con una capacidad de carga bélica considerablemente ampliada. Este desarrollo sugiere un reconocimiento y adaptación a las necesidades actuales por parte de los estrategas incrustados en la compleja burocracia de defensa de Estados Unidos, señalando un avance significativo frente a las capacidades de los competidores más cercanos de la nación.
Adaptación del B-21 a la era de los desafíos geopolíticos modernos
Vivimos en una época donde las amenazas de alta tecnología evolucionan rápidamente, al mismo tiempo que los presupuestos de defensa se ven cada vez más restringidos. Un elemento crucial en el diseño del B-21, que ha potenciado su demanda, es su avanzada tecnología de sigilo. Esta capacidad le permite al bombardero “llevar a cabo misiones de ataque profundo contra adversarios avanzados y transportar armamento tanto convencional como nuclear”.
En 2009, la Fuerza Aérea de EE. UU. desarrollaba el proyecto “Next Generation Bomber” (NGB). En aquellos días, aún dominaba el optimismo tecnológico heredado de la posguerra fría. Según Aviation Week, el proyecto NGB fue “definido por su complejidad y ambición, equipado con un conjunto integral de capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), sensores, capacidades de autodefensa y una prolongada autonomía”.
Sin embargo, como menciona de forma sucinta Aviation Week, el entonces secretario de Defensa, Robert M. Gates, canceló el programa en abril de 2009. Esto relegó al proyecto NGB a lo que en términos de Hollywood se podría llamar el “infierno del desarrollo”.
Respuesta estratégica ante la creciente tensión en la geopolítica del siglo XXI
La actual crisis geopolítica de la década de 2020 impulsó a los planificadores de la Fuerza Aérea a abandonar las viejas fantasías sobre la NGB y a buscar soluciones más realistas. En vez de comenzar de cero, la Fuerza Aérea decidió perfeccionar un diseño de bombardero que ha sido familiar durante décadas.
El B-21 emerge como un desafío a las ilusiones que han caracterizado al complejo militar-industrial. No obstante, la capacidad de EE. UU. de contar con un “as en la manga” podría ser crucial si China decide cambiar el equilibrio global con acciones contra Taiwán.
Gracias a la capacidad de utilizar infraestructuras de producción existentes para la producción masiva del B-21, la Fuerza Aérea eligió este modelo sobre otros diseños más innovadores, pero menos probados.
Es evidente que la Fuerza Aérea, en conjunto con la Armada y el Cuerpo de Marines, que constituirán la vanguardia en cualquier conflicto con China, reconoce la seria amenaza que representan estos escenarios. En este contexto, era imprescindible disponer de un bombardero fiable y de rápida disponibilidad.
Fortalecimiento de la flota aérea en respuesta a estrategias A2/AD
En el contexto de las estrategias de anti-área/denegación de acceso (A2/AD), la capacidad del B-21 será crucial en cualquier conflicto venidero. El Ejército del Aire ha solicitado la producción de 100 unidades, aunque la necesidad real se estima en aproximadamente 300 aeronaves para asegurar una respuesta efectiva y pronta.
A pesar de esto, existe una creciente conciencia dentro del estamento militar de que la obsesión por desarrollar una ‘Wünderwaffe’ podría inadvertidamente generar lagunas críticas en las capacidades defensivas de Estados Unidos, proporcionando a adversarios como China la oportunidad de explotar estas vulnerabilidades en el corto plazo.
En este sentido, el Pentágono está reevaluando su enfoque, priorizando sistemas más pragmáticos y rápidamente desplegables. Es fundamental que el Congreso apruebe los fondos necesarios para asegurar que la Fuerza Aérea pueda incrementar su flota con al menos 300 de estos avanzados aviones en los próximos años, reforzando así la capacidad de respuesta ante amenazas emergentes y consolidando la seguridad nacional.