Diseñado para castigar con precisión desde el aire, el AC-130J combina potencia y tecnología en apoyo aéreo a fuerzas especiales estadounidenses.
El AC-130J Ghostrider domina el apoyo aéreo de operaciones especiales
Durante sus misiones nocturnas a 7,000 pies de altura, el Lockheed AC-130J Ghostrider ejecuta maniobras de “giro de pilón” para dirigir su potencia de fuego contra blancos terrestres. Basado en el C-130 Hércules, este avión de apoyo no posee velocidad ni furtividad comparables al F-22, pero compensa con una potencia de fuego devastadora. Su misión se enfoca en el apoyo aéreo cercano y ataques terrestres, con un armamento que incluye cañones de 30 mm, obuses de 105 mm y misiles guiados.
El AC-130 debutó en Vietnam en 1967 y ha participado en conflictos hasta Irak en 2023. A lo largo de cinco décadas, ha sido un activo central de las operaciones especiales de la Fuerza Aérea de EE. UU. gracias a sus sensores avanzados y su capacidad de mantener el fuego sobre objetivos durante largos periodos.
El primer AC-130A, desarrollado a partir del AC-47 Spooky, se diseñó en Wright-Patterson AFB en 1966 y se probó un año después. Incorporó cañones Vulcan de 20 mm y ametralladoras de 7.62 mm. Su función consistía en eliminar convoyes enemigos en la Ruta Ho Chi Minh. Durante la ofensiva del Tet en 1968, acumuló 43 misiones en Hue, aunque tres unidades fueron derribadas por fuego antiaéreo SA-2. A pesar de su lentitud y vulnerabilidad, el avión demostró una eficacia notable en combate.
Ese mismo año se creó el 16º Escuadrón de Operaciones Especiales en Ubon, Tailandia, consolidando el papel del AC-130 en el combate nocturno con fuego sostenido y preciso, incluso en condiciones de alto riesgo.

Datos clave sobre el armamento y capacidades del AC-130J Ghostrider
- Equipa un cañón automático GAU-23/A de 30 mm que dispara hasta 1,200 rondas por minuto.
- Incluye un obús M102 de 105 mm con capacidad de disparar proyectiles de 33 libras.
- Puede lanzar misiles AGM-176 Griffin y bombas GBU-44/B Viper Strike con precisión guiada.
- Soporta misiles AGM-114 Hellfire y bombas GBU-39 y GBU-53/B en anclajes externos.
- Cuenta con sensores electroópticos e infrarrojos AN/AAQ-39 y radar APQ-180 para detección a 20 millas.
El Ghostrider integra sensores y armas de alta tecnología
La actual versión AC-130J, introducida en 2017 por el 1er Ala de Operaciones Especiales en Florida, representa la evolución de esta plataforma. Además de su arsenal de cañones y obuses, incluye el sistema Gunslinger, que lanza misiles Griffin o bombas Viper Strike, lo que le permite atacar desde gran distancia. Los cuatro puntos de anclaje externos amplían aún más su capacidad ofensiva con misiles y bombas guiadas de precisión.
Todos los sistemas de armas del Ghostrider están montados en el lado izquierdo del fuselaje, lo que permite mantener una órbita constante sobre el objetivo. Esta maniobra, conocida como “giro de pilón”, optimiza la puntería y permite ataques prolongados sobre un mismo punto sin necesidad de volar directamente sobre el blanco.
Los sensores electroópticos e infrarrojos del AC-130J, combinados con su radar APQ-180, pueden identificar blancos a 20 millas de distancia. Las imágenes se transmiten en tiempo real a una tripulación de 13 personas, entre ellas artilleros y operadores tácticos, para coordinar ataques precisos desde altitudes superiores a los 8,000 pies.

En una operación de noviembre de 2023 en Irak, un AC-130J del 73º Escuadrón de Operaciones Especiales disparó obuses de 105 mm contra milicianos proiraníes tras un ataque con misiles contra una base estadounidense. Aunque su velocidad máxima es de 300 mph, menor a la del A-10 Thunderbolt II, su versatilidad de armamento y autonomía extendida lo mantienen como un recurso táctico indispensable.
Historial de combate del AC-130 en conflictos internacionales
Desde su introducción, el AC-130 ha operado en casi todos los principales conflictos que ha enfrentado EE. UU. En 1989, participó en la Operación Causa Justa en Panamá, y en 1993, un AC-130H Spectre brindó apoyo a los Rangers en la Batalla de Mogadiscio, empleando cañones de 40 mm.
En Afganistán, un AC-130U Spooky destruyó cuevas talibanas en 2001 con obuses de 105 mm durante la operación Libertad Duradera. También tuvo presencia en los Balcanes, Irak y Siria. En 2018, una misión del Comando de Operaciones Especiales de EE. UU. (USSOCOM) en Siria usó Viper Strikes desde un Ghostrider para eliminar posiciones enemigas del ISIS.
Actualmente hay 29 unidades activas del AC-130J Ghostrider, de un total planeado de 37. Cada avión tiene un costo de aproximadamente 165 millones de dólares, lo que refleja la inversión estratégica en este tipo de plataformas de apoyo aéreo pesado.
El Ghostrider se ha consolidado como un activo clave en las operaciones nocturnas gracias a su combinación de sensores, potencia de fuego y capacidad de resistencia en el campo de batalla.

Persiste el debate sobre su futuro frente a nuevas amenazas
A pesar de su eficacia comprobada, algunos expertos cuestionan su vigencia. El analista Richard Aboulafia ha propuesto reemplazarlo con drones MQ-9 Reaper o aviones furtivos como el B-21 Raider, argumentando que su baja velocidad y visibilidad lo vuelven vulnerable ante sistemas antiaéreos modernos como el S-400 ruso.
En contraste, el general James Holmes defendió el papel del AC-130J, afirmando en 2023 que “ningún dron iguala la presencia y potencia del AC-130 en apoyo cercano”. Su argumento se basa en la capacidad del avión para mantener fuego preciso durante extensas misiones en combate.
En 2022, la Fuerza Aérea de EE. UU. descartó retirar el AC-130J antes de 2030. En su lugar, inició un programa para modernizar sus sistemas de sensores e incorporar misiles JASSM-ER, con el fin de adaptarlo a nuevas misiones, como la vigilancia de convoyes iraníes en el Golfo Pérsico.
Después de casi seis décadas en servicio, el AC-130J Ghostrider continúa como símbolo de fuerza aérea táctica. Aunque su futuro está en evaluación, por ahora mantiene su rol como herramienta crucial en operaciones especiales de alto riesgo.