Diseñado para el programa Joint Strike Fighter, el X-32 destacó por su forma singular y capacidades STOVL, pero fue superado por el X-35 de Lockheed Martin.
Un diseño inusual que compitió por ser el futuro de la aviación militar
En la historia reciente de la aviación militar, el Boeing X-32 ocupa un lugar destacado como uno de los proyectos más reconocibles por su forma poco convencional. Aunque no logró ser seleccionado como el nuevo caza estándar de las Fuerzas Armadas de EE. UU., su papel dentro del programa Joint Strike Fighter (JSF) dejó una huella en la industria aeroespacial. Desarrollado como demostrador de concepto, el X-32 fue la apuesta de Boeing para competir con el X-35 de Lockheed Martin, que finalmente dio lugar al actual F-35 Lightning II. Su distintiva toma de aire en forma de “sonrisa” frontal lo convirtió en un diseño de culto entre los entusiastas de la aviación, pese a su breve periodo de pruebas entre 2000 y 2001.
La génesis del X-32 comenzó en 1993 con el proyecto Common Affordable Lightweight Fighter (CALF), impulsado por DARPA. Este se fusionó en 1994 con el Joint Advanced Strike Technology (JAST) para formar el JSF, cuya misión era desarrollar un avión stealth multifunción que pudiera reemplazar al F-16, F/A-18 y AV-8B Harrier II. El 16 de noviembre de 1996, el Pentágono adjudicó a Boeing y Lockheed Martin contratos por 750 millones de dólares a cada uno para construir dos prototipos. El enfoque del programa exigía que ambos fabricantes demostraran capacidades de despegue convencional, operación desde portaaviones y STOVL (despegue y aterrizaje vertical o corto), sin recurrir a financiamiento adicional propio, promoviendo así soluciones industriales de bajo costo.
Con un fuerte énfasis en la simplicidad, Boeing diseñó una aeronave basada en un ala delta de fibra de carbono de una sola pieza, con 9,15 metros de tramo y 55° de barrido, capaz de albergar hasta 9.000 kg de combustible. Esta ala era común a las tres versiones planificadas para reducir costos de mantenimiento y producción. El diseño frontal, con toma de aire bajo la nariz, recordaba al F-8 Crusader o A-7 Corsair II, y respondía a la necesidad de alimentar el motor Pratt & Whitney F119 durante el vuelo estacionario. No obstante, esta elección comprometía la furtividad, al exponer potencialmente las aspas del compresor al radar, un problema que Boeing trató de compensar mediante deflectores variables.
Aspectos técnicos distintivos del Boeing X-32
- Diseño de ala delta: una sola pieza de fibra de carbono, compartida entre todas las versiones.
- Motor F119-PW-614S: derivado del utilizado por el F-22 Raptor, adaptado para STOVL con empuje vectorial.
- Sistema de empuje directo: gases de escape desviados mediante toberas vectoriales sin ventilador de elevación.
- Bodega de armas interna: diseñada para alojar hasta seis misiles aire-aire, preservando la baja firma radar.
- Materiales digitales de ensamblaje: aplicados para acelerar el montaje, especialmente del X-32B.
Dos prototipos diferenciados con objetivos complementarios

Boeing desarrolló dos variantes: el X-32A, enfocado en despegue y aterrizaje convencional, y el X-32B, diseñado para pruebas STOVL. El X-32A voló por primera vez el 18 de septiembre de 2000, acumulando más de 66 vuelos, en los cuales demostró capacidades como vuelo supersónico (Mach 1.6), reabastecimiento en vuelo y operaciones con bodega de armas. Por su parte, el X-32B realizó su primer vuelo el 29 de marzo de 2001, completando 78 vuelos orientados a la validación de su sistema de elevación.
El método de empuje directo elegido por Boeing para el X-32B implicaba desviar los gases del motor hacia toberas vectoriales cercanas al centro de gravedad del avión, junto con toberas auxiliares para control de cabeceo y balanceo. Este diseño eliminaba la necesidad de ventiladores de elevación adicionales, pero generaba un problema crítico: recirculación de gases calientes durante operaciones cercanas al suelo, afectando el rendimiento del motor y reduciendo el empuje efectivo.
Las pruebas confirmaron otras limitaciones. La ala delta, si bien económica, no cumplía con las nuevas exigencias de la Marina en términos de maniobrabilidad y carga útil. Boeing presentó un diseño alternativo con ala modificada y estabilizadores convencionales, pero fue descartado por no poder implementarse a tiempo. Además, el X-32B debía modificarse físicamente para alternar entre configuración STOVL y supersónica, a diferencia del X-35, capaz de realizar esta transición sin ajustes en tierra.
Factores que inclinaron la balanza a favor del X-35
La evaluación final del JSF concluyó en julio de 2001. El 26 de octubre, el Departamento de Defensa anunció como ganador al X-35 de Lockheed Martin. Uno de los elementos decisivos fue el ventilador de elevación del X-35B, que proporcionaba mayor estabilidad y potencia durante las maniobras STOVL. En una sola misión, el X-35B logró despegar en menos de 150 metros, volar a velocidad supersónica y aterrizar verticalmente, algo que el X-32B no pudo replicar.
Otras ventajas del X-35 incluyeron su configuración más convencional en términos de control de vuelo y estabilidad, mayor empuje efectivo, y una arquitectura más flexible para integrar futuras mejoras. A pesar de haber sido descartado, Boeing consideró al programa X-32 una inversión valiosa, aplicando su experiencia en proyectos posteriores como el F/A-18E/F Super Hornet y el X-45A.
Un legado que trasciende el fracaso operativo

Ambos prototipos del X-32 fueron preservados. El X-32A se encuentra expuesto en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de EE. UU. en Dayton, Ohio, mientras que el X-32B está en el Museo Naval del Aire en Patuxent River, Maryland. A pesar de no pasar más allá de la fase experimental, el X-32 dejó importantes aprendizajes en diseño modular, materiales compuestos y procesos digitales.
Con su aspecto inconfundible, en especial la icónica “sonrisa” de su toma de aire, el X-32 se ha ganado un lugar como símbolo de innovación y de las decisiones difíciles que definen los programas militares modernos. Su historia ilustra cómo un diseño audaz puede dejar una huella duradera, incluso si no llega a la línea de producción.