Problemas estructurales, software incompleto, logística deficiente y costos excesivos afectan la operatividad del F-35 pese a su tecnología avanzada.
Diseñado como caza versátil, el F-35 acumula serias deficiencias
El F-35 Lightning II, fabricado por Lockheed Martin, surgió del programa Joint Strike Fighter con el objetivo de cubrir múltiples necesidades operativas para la Fuerza Aérea, la Marina y el Cuerpo de Marines. Con sus variantes A, B y C, el F-35 ha sido promocionado como una plataforma multifuncional con capacidades furtivas, de vigilancia, inteligencia y guerra electrónica.
Desde que en 2001 Lockheed Martin fue seleccionada para liderar el proyecto, el F-35 ha sido entregado a varios países aliados, con casi mil unidades operativas. Sin embargo, a pesar de su despliegue global, el programa ha enfrentado cuestionamientos continuos por su elevado costo y fallos persistentes que han afectado su desempeño real.
Las tres variantes del F-35 ofrecen características distintas: el F-35A para despegue convencional, el F-35B para despegue corto y aterrizaje vertical, y el F-35C para operaciones en portaaviones. Esta versatilidad, lejos de garantizar eficiencia, ha generado compromisos en áreas clave como maniobrabilidad, alcance y capacidad de carga.
Su condición de “caza para todo” ha alimentado críticas respecto a su verdadera eficacia táctica, al compararse con aeronaves especializadas como el F-22 Raptor o el A-10 Thunderbolt II en roles específicos de combate.
El costo del F-35 es el más alto en la historia militar
Uno de los problemas centrales del programa F-35 es su presupuesto desproporcionado. Según el Government Accountability Office (GAO), el costo total estimado supera 1,7 billones de dólares en todo su ciclo de vida, convirtiéndolo en el proyecto de defensa más costoso jamás desarrollado.

La etapa de desarrollo y adquisición inicial requirió más de 400.000 millones de dólares, mientras que el mantenimiento alcanza aproximadamente 44.000 dólares por hora de vuelo, superando ampliamente el costo operativo de cazas como el F-16. Estas cifras han despertado preocupación sobre el retorno estratégico de esta inversión.
Aspectos clave del costo y financiación del F-35
- Costo total estimado: 1,7 billones de dólares durante su vida útil.
- Gasto en desarrollo y adquisición: más de 400.000 millones de dólares.
- Modernización Bloque 4: aumento del 30% hasta los 16.500 millones.
- Costo operativo por hora: aproximadamente 44.000 dólares.
- Comparación con cazas previos: significativamente más caro que el F-16.
El programa de modernización Bloque 4, destinado a mantener competitiva a la plataforma frente a amenazas como los cazas J-20 chinos y Su-57 rusos, ha sido especialmente cuestionado por sus sobrecostos. El informe del GAO en 2023 subrayó el aumento del 30% en los costos proyectados, lo que ha generado inquietudes en el Congreso y entre los analistas de defensa.
Mientras otros países aceleran sus programas de sexta generación, el gasto continuo en una plataforma aún en desarrollo plantea dudas sobre la eficiencia de seguir financiando el F-35 a gran escala, sin una resolución clara a sus fallas actuales.
Problemas mecánicos y de software afectan su operatividad
El motor Pratt & Whitney F135, pieza clave del F-35, ha evidenciado múltiples fallas. Aunque es el motor más potente instalado en un caza, con 43.000 libras de empuje, genera un calor excesivo que ha dañado componentes internos, reduciendo su durabilidad y elevando los costos de mantenimiento.

En 2022, el Pentágono suspendió entregas de nuevas unidades tras detectar deficiencias en el recubrimiento furtivo y en el sistema de enfriamiento del motor. Adicionalmente, se identificaron problemas de vibración estructural, especialmente en el F-35B, lo que reactivó la discusión sobre la necesidad de actualizar el motor o reemplazarlo por una alternativa como el Adaptive Engine Transition Program (AETP).
El software, que controla desde sensores hasta comunicaciones tácticas, también ha presentado retrasos. Con más de 8 millones de líneas de código, se ha convertido en un punto crítico por su complejidad. Las actualizaciones del Bloque 4 aún no están totalmente operativas, lo que ha retrasado su integración en las unidades activas.
El desarrollo del simulador de entrenamiento Joint Simulation Environment tampoco ha avanzado al ritmo necesario. Su ausencia limita el entrenamiento efectivo de pilotos en escenarios complejos, afectando directamente la preparación de combate y la certificación de nuevas aeronaves.
Rendimiento cuestionado y logística poco confiable
A pesar de su capacidad para alcanzar Mach 1,6 y su firma radar reducida, el F-35 no ha superado expectativas en enfrentamientos reales. Su diseño multifunción compromete elementos esenciales como maniobrabilidad y alcance, particularmente en misiones específicas como combates aire-aire cerrados.

El F-35A carece de la agilidad del F-22, mientras que el F-35B, por su capacidad STOVL, sacrifica carga útil y autonomía. Estas limitaciones han generado debate sobre si era viable desarrollar una única plataforma para cubrir múltiples necesidades en lugar de aeronaves especializadas.
El sistema logístico Autonomic Logistics Information System (ALIS), diseñado para optimizar el mantenimiento, ha fallado en su propósito. Sus errores han generado tiempos de inactividad prolongados. Aunque el Pentágono comenzó su reemplazo por ODIN en 2021, la transición ha sido lenta y costosa.
En 2022, apenas el 55% de la flota F-35 estaba disponible para misiones en cualquier momento, muy por debajo del objetivo del 80%. El mantenimiento del recubrimiento furtivo es especialmente exigente, con costos y tiempos de reparación que impactan negativamente en la operatividad general.
Exportaciones estratégicas y presión de la competencia global
Varios países aliados han adquirido el F-35 atraídos por su interoperabilidad y capacidades de red. Sin embargo, los retrasos en entregas y sobrecostos han generado críticas. Canadá, por ejemplo, firmó en 2023 un contrato por 88 unidades por 19.000 millones de dólares canadienses, pero las entregas comenzarán recién en 2026.

La implementación del F-35 ha reforzado alianzas militares, facilitando ejercicios conjuntos y acceso a tecnologías compartidas. Esta estrategia de exportación también ha permitido reducir ligeramente el costo unitario a través de economías de escala, aunque sin eliminar los problemas internos del programa.
Mientras tanto, China y Rusia avanzan en el despliegue de cazas de quinta generación, aumentando la presión sobre el F-35. Ante este panorama, el Pentágono ya ha comenzado a financiar el programa Next Generation Air Dominance (NGAD), orientado a desarrollar un caza de sexta generación con capacidades superiores.
La inversión simultánea en el F-35 y en el NGAD plantea una cuestión de prioridad presupuestaria y estratégica. A medida que las amenazas evolucionan rápidamente, las fallas persistentes del F-35 podrían limitar su efectividad a largo plazo si no se resuelven con urgencia.