El J-15 “Flying Shark” marcó un hito para China como su primer cazabombardero basado en portaaviones, entrando en servicio con la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN) a bordo del Liaoning, el primer portaaviones del país.
Aunque sus capacidades palidecen frente a cazas como el F/A-18E/F Super Hornet estadounidense o el Rafale-M francés, el J-15 simboliza las ambiciones de Pekín de construir una armada de aguas azules capaz de proyectar poder más allá de sus costas.
Con un diseño derivado del Su-33 ruso, este avión refleja tanto la influencia tecnológica extranjera como los esfuerzos chinos por establecer una aviación naval propia, aunque su papel parece más provisional que definitivo.
Orígenes y “ADN” ruso
El J-15 tiene sus raíces en el Su-27 Flanker soviético, específicamente en el J-11, una variante producida bajo licencia por Shenyang Aircraft Corporation tras un acuerdo con Rusia en 1996. Sin embargo, China adquirió un prototipo del Su-33 —el T-10K-3— de Ucrania en 2001, tras la cancelación del programa naval soviético, y lo utilizó para desarrollar el J-15 sin autorización explícita de Sukhoi, lo que generó acusaciones de ingeniería inversa y tensiones con Moscú.
Las primeras imágenes del J-15 emergieron en 2011, revelando un diseño casi idéntico al Su-33, con alas plegables, tren de aterrizaje reforzado y un gancho de apontaje para operaciones en portaaviones.

A pesar de esta herencia, el J-15 incorpora mejoras: mayor uso de materiales compuestos reduce su peso respecto al Su-33 (de 33,000 kg a aproximadamente 27,500 kg al despegue), aumentando la carga útil a 6,500 kg y mejorando el rendimiento aerodinámico. Equipado con motores WS-10A Taihang de fabricación china (13,200 kgf de empuje), reemplaza los AL-31F rusos, aunque su fiabilidad sigue siendo cuestionada frente a alternativas occidentales.
Limitaciones y dependencia del portaaviones
El J-15 debutó operacionalmente en 2012 con el Liaoning, un portaaviones ex-soviético de clase Kuznetsov adquirido a Ucrania y reacondicionado. Su diseño STOBAR (Short Take-Off But Arrested Recovery) con rampa de salto de esquí limita las capacidades del J-15.
A diferencia de los portaaviones CATOBAR (Catapult-Assisted Take-Off But Arrested Recovery) como los de EE. UU., el salto de esquí restringe el peso al despegue, forzando al J-15 a operar con cargas reducidas (alrededor de 2,000-3,000 kg con combustible completo) o sacrificar alcance (estimado en 1,500 km con tanques externos). Esto lo hace menos efectivo para misiones de ataque profundo comparado con el Su-33 o rivales occidentales.
Otra debilidad es la dependencia del Liaoning y el Shandong (segundo portaaviones STOBAR, comisionado en 2019) de helicópteros Z-18 para alerta temprana aérea (AEW), en lugar de aviones especializados como el E-2 Hawkeye estadounidense. Esta limitación reduce la conciencia situacional del J-15 en operaciones de superioridad aérea, un área donde la tecnología china aún no iguala a sus competidores.

Evolución con nuevos portaaviones
El panorama está cambiando con el Tipo 003 Fujian, comisionado en 2024 y el primer portaaviones chino con catapultas electromagnéticas (EMALS). Este sistema CATOBAR permitirá al J-15 despegar con cargas completas, potenciando su alcance y capacidad de armamento —que incluye misiles PL-12 (100 km) y bombas guiadas LS-6—.
El futuro Tipo 004, en diseño para la década de 2030, podría consolidar aún más estas mejoras. Con 50-60 J-15 en servicio a marzo de 2025 (incluyendo variantes biplaza J-15S), el “Flying Shark” se beneficiará de plataformas más avanzadas, aunque su diseño de cuarta generación lo mantendrá por debajo de cazas furtivos como el F-35C.
Implicaciones estratégicas
El J-15 no es solo un avión; es un símbolo de las ambiciones navales de China. Su despliegue en el Mar del Sur de China y ejercicios en el Pacífico desde 2020 han alarmado a Japón, Corea del Sur y Filipinas, quienes ven en la expansión del PLAN una amenaza a sus intereses marítimos. Aunque menos capaz que sus pares —con un radar AESA básico frente a los sistemas PESA del Su-33 y sin furtividad—, el J-15 ha permitido a China desarrollar experiencia en operaciones de portaaviones, desde apontajes hasta tácticas de grupo aéreo.
Analistas como el almirante retirado James Stavridis han señalado que “el J-15 es más un trampolín que un contendiente directo”. Su papel provisional queda claro frente al J-35, un caza furtivo de quinta generación en desarrollo para el PLAN, visto en pruebas desde 2021 y proyectado para entrar en servicio a finales de la década de 2020. El J-35, con diseño inspirado en el FC-31, promete superar las limitaciones del J-15 con furtividad y sensores avanzados.

Evaluación y perspectiva
El J-15 “Flying Shark” no compite en igualdad con los mejores cazas navales del mundo. Su “ADN” ruso, derivado del Su-33 y el J-11, lo ancla en un diseño de cuarta generación con mejoras incrementales pero sin avances revolucionarios. Las restricciones del salto de esquí y la falta de AEW robusto lo limitan tácticamente, mientras que su dependencia de tecnología copiada ha generado críticas sobre la originalidad china.
Sin embargo, como primer paso en la aviación naval del PLAN, el J-15 ha sido un éxito relativo. Ha permitido a China acumular experiencia operativa y sentar las bases para una armada de aguas azules, un objetivo que el Fujian y el J-35 consolidarán. Hasta marzo de 2025, el “Flying Shark” sigue siendo un activo en transición: un puente entre el pasado ruso de China y su futuro como potencia naval global.