El MiG-23 “Flogger” prometía ser un rival del F-4 Phantom, pero su historial de fallos técnicos y derrotas en combate lo convirtieron en un fracaso militar.
El MiG-23 nació como un intento de modernización soviética
La Unión Soviética desarrolló el MiG-23 con la intención de modernizar su fuerza aérea y competir con los cazas occidentales. Diseñado por la Oficina de Diseño Mikoyan-Gurevich (MiG), realizó su primer vuelo en 1967 y entró en servicio en 1970.
Entre sus características destacaban las alas de geometría variable, que permitían ajustar la configuración de vuelo entre 16, 45 y 72 grados para mejorar su rendimiento. Esta tecnología buscaba optimizar la sustentación en despegues y aterrizajes cortos, así como mejorar la velocidad y maniobrabilidad en combate.
El caza estaba propulsado por un turborreactor Tumansky R-29-300 con un empuje de 12.473 kg (27.500 libras), lo que le permitía alcanzar una velocidad máxima cercana a Mach 2,4 (1.553 mph o 2.499 kph). Su tren de aterrizaje reforzado le brindaba la capacidad de operar desde pistas cortas y en condiciones adversas.
Con 16,7 metros de longitud y una envergadura ajustable de 13,9 metros a 7,7 metros, el MiG-23 tenía un peso máximo de despegue de 17,8 toneladas. Su armamento incluía un cañón GSh-23L de 23 mm y hasta seis misiles aire-aire, como el AA-2 “Atoll” y el AA-8 “Aphid” de corto alcance, o el AA-7 “Apex” de medio alcance.
El diseño innovador del MiG-23 trajo más problemas que ventajas
A pesar de su potencial, el MiG-23 enfrentó problemas desde su desarrollo. La decisión de diseñarlo como un caza de exportación económico sacrificó calidad en favor de accesibilidad. La aeronave fue vendida a países del Pacto de Varsovia y aliados soviéticos, como Argelia, Cuba, India, Corea del Norte y Siria.

Las alas de geometría variable, aunque avanzadas, añadían peso y complejidad mecánica, reduciendo su maniobrabilidad en comparación con cazas más simples como el MiG-21 o el F-16. Además, el radar Sapfir-23, clave para la capacidad de combate más allá del alcance visual (BVR), mostró poca fiabilidad en condiciones reales.
Problemas técnicos que afectaron al MiG-23
- Su radar Sapfir-23 era poco fiable y fallaba en combate real.
- El motor Tumansky R-29-300 sufría sobrecalentamiento y desgaste prematuro.
- La cabina tenía visibilidad reducida y controles poco intuitivos.
- El mantenimiento era costoso y complejo, lo que afectaba su disponibilidad operativa.
- Las alas de geometría variable añadían peso y reducían la maniobrabilidad.
Estas deficiencias minaron la confianza de los pilotos, quienes lo consideraban difícil de volar y poco eficiente en combate.
Las derrotas en combate consolidaron su reputación de fracaso
El MiG-23 demostró sus limitaciones en combate real. Durante las guerras árabe-israelíes de la década de 1980, la Fuerza Aérea Siria perdió más de una docena de estos cazas frente a los F-15 Eagle y F-16 Fighting Falcon israelíes.
En la guerra Irán–Irak (1980-1988), los MiG-23 iraquíes fueron superados por cazas iraníes como el F-14 Tomcat y el F-4 Phantom, sufriendo más de 50 pérdidas sin victorias significativas. Durante la guerra entre Libia y Egipto (1977), los MiG-23 libios fueron derrotados por MiG-21 egipcios.

En 1989, en la escaramuza de Tobruk, dos F-14 Tomcat estadounidenses derribaron sin dificultad a dos MiG-23 libios sobre el Golfo de Sidra. Estos enfrentamientos demostraron la inferioridad del “Flogger” frente a cazas occidentales.
El único éxito registrado ocurrió en la Operación Tormenta del Desierto (1991), cuando un piloto iraquí dañó un F-111 Aardvark estadounidense con un misil R-24T. Sin embargo, el F-111 regresó a su base, y la Fuerza Aérea Iraquí perdió siete MiG-23 en combates contra F-15C estadounidenses.
El MiG-23 quedó relegado a un papel secundario en la aviación
A pesar de su historial negativo, la producción del MiG-23 alcanzó aproximadamente 5.000 unidades entre 1967 y 1985. La Fuerza Aérea Soviética lo mantuvo en servicio hasta 1999, mientras que algunos países, como Angola, Etiopía, Corea del Norte y Siria, aún lo operan en funciones menores.
Su popularidad entre naciones aliadas se debió más a su bajo costo y disponibilidad que a su efectividad en combate. Sin embargo, su diseño comprometido y su pobre desempeño lo convirtieron en uno de los cazas más decepcionantes de la historia.
Mientras el F-4 Phantom siguió demostrando su versatilidad y éxito en combate, el MiG-23 quedó marcado como un ejemplo de cómo la ambición sin una ejecución adecuada puede llevar a un fracaso rotundo.