El MiG-35, pese a sus avances tecnológicos, enfrenta limitaciones en producción y eficacia operativa en contextos de combate reales.
Se aborda aquí un caso emblemático de las debilidades inherentes al complejo militar-industrial de Rusia, representado por la introducción insuficiente del MiG-35 en su arsenal bélico.
Este caza, a pesar de su diseño avanzado y promesas de superioridad tecnológica, parece ser nada más que un espectro en el campo de batalla de la actual guerra entre Rusia y Ucrania.
En primer lugar, es esencial destacar la ínfima cifra de MiG-35 entregados hasta la fecha: solo ocho unidades. Este número es irrisoriamente bajo y sugiere serias deficiencias en la capacidad de producción o tal vez un reconocimiento implícito de su inadecuación para las necesidades actuales de la guerra.
La presencia tan limitada del MiG-35 en un escenario bélico tan exigente como el ucraniano es un reflejo no solo de una estrategia fallida, sino también de una incapacidad para adaptarse y responder con eficacia en tiempos de guerra.
Rusia, manteniendo el tercer mayor presupuesto militar del mundo, ha fallado estrepitosamente en sus intentos de dominar un conflicto que, en teoría, debería haber sido manejable.
La duración prolongada y los costos crecientes de esta guerra de desgaste destacan una desconexión alarmante entre las capacidades proyectadas y la efectividad real en el campo de batalla.
MiG-35: Entre la pérdida diplomática y la militar

Es difícil ignorar el precipitado declive de la credibilidad rusa en la arena internacional. Este declive no es solo diplomático, por la naturaleza condenable de la invasión, sino crucialmente, militar. La incapacidad para lograr objetivos claros y decisivos contra Ucrania ha transformado a Rusia en un paria global, exacerbado por la ineptitud demostrada en mantener la eficacia y modernidad de su maquinaria militar.
La paradoja aquí reside en que, mientras los diseñadores aeroespaciales rusos como los del MiG-35 pueden ser alabados por su innovación y competencia técnica, la producción en masa y la implementación efectiva de estas tecnologías permanecen en el ámbito de lo teórico más que en la práctica aplicada.
El retraso y la insuficiente producción del MiG-35 no son más que un síntoma de un problema mucho mayor: un complejo militar-industrial que no cumple con las exigencias contemporáneas.
El MiG-35: Un caso de innovación eclipsada por la ineficacia operativa

El MiG-35, revelado con fanfarria en 2017, encapsula la paradoja de un proyecto ambicioso que prometía revolucionar la aviación de combate rusa.
Este avión, dotado de tecnologías mejoradas, tales como un sistema fly-by-wire actualizado, una cabina rediseñada, aviónica de última generación y un módulo del sistema de vigilancia y orientación electroóptica NPK-SPP OLS-K, aparentemente debería marcar un antes y un después en las tácticas de combate aéreo ruso.
No obstante, el despliegue práctico y la implementación de estas tecnologías se han quedado atrás, víctimas de la burocracia y de un enfoque de producción deficiente.
En comparación con sus predecesores, el MiG-29 y el MiG-29M, el MiG-35 demuestra una evolución técnica notable, prometiendo mayor eficiencia en combate, versatilidad y capacidades operativas. Sin embargo, es crítico señalar que a pesar de su tecnología de cuarta generación, su capacidad para rivalizar con cazas de quinta generación, como los que Estados Unidos produce en masa, es cuestionable.
La presencia de sistemas de avistamiento de información de quinta generación intenta paliar esta brecha, pero el verdadero rendimiento en condiciones de combate sigue siendo una incógnita.
MiG-35: Incongruencia entre capacidad y realidad

Aunque el MiG-35 está diseñado para cumplir funciones polivalentes, su impacto real en la guerra ucraniano es, hasta ahora, marginal. Esta situación subraya no solo las fallas en la planificación estratégica y logística del ministerio de defensa ruso, sino también una desconexión preocupante entre las aspiraciones de desarrollo tecnológico y la realidad del rendimiento bélico.
La cuestión crucial aquí no es la capacidad técnica del MiG-35, sino la implementación efectiva de estas tecnologías en un teatro de operaciones activo. La deficiencia en la producción y despliegue de estas aeronaves es una muestra palpable de cómo incluso las ventajas tecnológicas más prometedoras pueden quedar en nada cuando no se gestiona adecuadamente su integración en las fuerzas armadas.
El MiG-35 y el futuro de la aviación militar rusa

Al final, el MiG-35 simboliza un esfuerzo significativo en la modernización de la fuerza aérea rusa, pero también destaca las limitaciones estructurales que frenan este progreso. A pesar de sus adelantos tecnológicos, la relevancia del MiG-35 en conflictos actuales y futuros es incierta, lo que refleja una desconexión entre la innovación técnica y la capacidad operativa.
Este análisis nos conduce a una reflexión más amplia sobre el estado del complejo militar-industrial de Rusia. Si bien la capacidad de diseño sigue siendo respetable, la efectividad operacional y la adaptabilidad de sus productos a las realidades del combate moderno son aspectos que requieren atención urgente.
El futuro del MiG-35, así como el de la aviación de combate rusa en general, dependerá en gran medida de la capacidad del país para superar estos desafíos críticos y cerrar la brecha entre la teoría y la práctica.