El X-15, avión hipersónico de la NASA y la Fuerza Aérea de EE. UU., marcó hitos en velocidad y altitud, abriendo camino al espacio.
En el panorama actual, donde la conversación frecuentemente se centra en la vanguardia de la tecnología hipersónica, particularmente en el desarrollo de misiles capaces de superar múltiples veces la velocidad del sonido, resulta iluminador remontarse a las décadas pasadas.
Específicamente, a los años 60, cuando el concepto de hipervelocidad evocaba inmediatamente la imagen del X-15 de North American, un pionero del vuelo hipersónico propulsado por cohete.
Este avanzado avión cohete, el X-15, trazó las fronteras de la ingeniería aeronáutica y jugó un papel fundamental en el advenimiento de la era espacial de los Estados Unidos, pavimentando el camino para la histórica misión Apolo a la Luna. Antes de que Neil Armstrong dejara su huella en el polvo lunar, ya había surcado los cielos a bordo del X-15, una máquina que rozó las fronteras del espacio y que aún detenta el récord del avión tripulado más veloz de la historia.
Exploración del límite espacial: La odisea del X-15

En el fragor de la carrera espacial, la NASA junto con la Fuerza Aérea de EE. UU. unieron esfuerzos en el desarrollo del X-15, una aeronave sin precedentes que requirió del diseño innovador de trajes presurizados para sus pilotos, marcando así un hito en la aviación y la exploración espacial.
El X-15 no solo traspasó la barrera del espacio exterior alcanzando velocidades hipersónicas; también proporcionó una avalancha de datos científicos críticos, erigiéndose como un puente indispensable entre el vuelo atmosférico tripulado y la navegación espacial.
La información recabada durante sus misiones a velocidades inéditas fue crucial para el progreso de los programas Mercury, Gemini, Apolo, así como para el desarrollo del transbordador espacial, sentando las bases tecnológicas y operativas para la futura exploración del cosmos.
“… Quizás lo más importante es que [el X-15] proporcionó un importante trampolín tecnológico hacia el espacio. El X-15 demostró por primera vez que los pilotos podían volar aviones propulsados por cohetes fuera de la atmósfera terrestre, controlarlos con éxito en un entorno sin aire, volver a entrar en la atmósfera y realizar un aterrizaje de precisión en un sitio predeterminado”.
Concebido para ser transportado y lanzado desde el vientre de una nave nodriza, específicamente bajo el ala de un B-52, el X-15 fue alojado y lanzado por dos modificados para este fin: el NB-52A, apodado “El Alto y Poderoso”, y el NB-52B, conocido como “El Challenger”.
Estas operaciones se llevaban a cabo a una altitud aproximada de 8.5 millas y a una velocidad de unos 500 mph, desde donde el X-15 se catapultaba hacia los anales de la historia aeronáutica y espacial, demostrando el indomable espíritu exploratorio humano.
Guardianes del legado hipersónico: El reposo final del X-15

En la actualidad, se preservan dos emblemáticas unidades del trío original de X-15, testimonio tangible de su histórica contribución a la aviación y la exploración espacial. El Museo Nacional del Aire y el Espacio custodia con orgullo el X-15 #1, mientras que el X-15 #2 encuentra su hogar en el Museo de la Fuerza Aérea, situado en la Base de la Fuerza Aérea Wright Patterson.
El tercer integrante de esta avanzada flota, el X-15 #3, encontró un trágico final durante una maniobra de reentrada, cobrando la vida de su valiente piloto, el capitán Michael Adams. De acuerdo con la NASA, el X-15 trascendió los límites conocidos, estableciendo marcas globales no oficializadas en velocidad y altitud que alcanzan los 4.520 mph (Mach 6,7) y una cota de 354.000 pies (equivalente a 67 millas).
Es pertinente mencionar que la línea de Karman, situada a 62 millas sobre el nivel del mar, demarca la frontera teórica entre la atmósfera terrestre y el espacio exterior. Esta hazaña del X-15 es aún más notable al considerar que algunos de sus vuelos otorgaron a los pilotos el estatus de astronautas, una distinción de honor considerando que la Unión Soviética había enviado al primer hombre al espacio en 1961.
Contrasta esto con los actuales emprendimientos de turismo espacial, como los de Blue Origin, cuyas cápsulas apenas sobrepasan la línea de Karman (62.4 millas) permitiendo a sus ocupantes disfrutar brevemente de la ingravidez.
El X-15 marcó varios hitos: fue la primera aeronave tripulada en superar Mach 4, luego Mach 5—definiendo así el umbral hipersónico—y finalmente Mach 6. Este récord de velocidad, Mach 6,7, fue impuesto por William J. Knight el 3 de octubre de 1967 a una altitud impresionante de 102.100 pies.
Ninguna otra aeronave tripulada en la actualidad ha logrado emular o superar esta asombrosa velocidad, colocando al X-15 en un pedestal de excelencia más allá incluso del reconocido SR-71 Blackbird, que ostenta records a velocidades de hasta Mach 3.3, pero que palidece en comparación con los logros del X-15.
Pioneros de la velocidad y la resistencia: La odisea tecnológica del X-15

Con sus vuelos de prueba iniciados en 1959, el X-15 se catapultó a la historia como el primer avión alado en cruzar la barrera de Mach 4 el 5 de marzo, y posteriormente Mach 6. El aumento de velocidad implicaba un aumento de la fricción y, con ello, una mayor generación de calor. Para hacer frente a este reto, el X-15 fue diseñado para soportar temperaturas aerodinámicas de hasta 648,9 °C (1.200 °F).
La NASA reconoce 25 hitos tecnológicos logrados por el X-15, que van desde la implantación de controles de reacción para la navegación espacial hasta el desarrollo de “trajes espaciales” capaces de proteger a los astronautas en condiciones de plena presión.
Entre los descubrimientos atribuidos al X-15 figuran el comportamiento hipersónico de la capa límite, que demostró ser turbulenta en lugar de laminar, y la formación de puntos calientes causados por irregularidades en la superficie de la aeronave.
En julio de 1962, Robert White llevó el X-15 a una altitud de 314.688 metros (103.389 pies), mientras que Joseph Walker alcanzó los 354.200 pies (107.960 metros) en 1963. Sin embargo, el récord mundial de vuelo más alto lo ostenta un avión soviético: el 31 de agosto de 1977, Alexandr Fedotov voló con su MiG E-266M hasta los 123.523 pies (37.650 metros).
Rompiendo barreras: El Legado del X-15 y sus sucesores

Este récord se mantiene debido a la naturaleza distintiva de los dos aviones. El X-15, siendo un avión parásito, dependía de los B-52 para alcanzar altitud antes de su lanzamiento, mientras que el récord soviético fue logrado por un avión que despegó por sus propios medios desde la superficie.
El Smithsonian’s National Air and Space Museum destaca un hito posterior: en octubre de 2004, el SpaceShipOne alcanzó una altitud de 70 millas sobre la Tierra, pilotado por Brian Binnie. Este evento marcó la primera ocasión en que un avión, categorizado como “ganancia de altitud, lanzado desde un avión de transporte”, superó el récord establecido por el X-15.
Además, SpaceShipOne estableció un nuevo récord mundial como el avión privado que ha volado más alto, redefiniendo así los parámetros de la aviación y la exploración espacial.