A medida que la guerra de Rusia contra Ucrania entra en su tercer año, tres dinámicas principales están delineando el escenario del conflicto.
Primero, Rusia se ha movilizado en todos los frentes: político, industrial y militar. Sin embargo, esta movilización está consumiendo recursos que el Kremlin no puede reponer, incluyendo las reservas de armamento de la época de la Guerra Fría. En esencia, Rusia presenta una fortaleza acompañada de vulnerabilidades significativas.
En segundo lugar, Ucrania también está en proceso de movilización, pero su capacidad para sostener el esfuerzo bélico depende críticamente de la ayuda extranjera. En este contexto, ciertos sectores republicanos en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos están bloqueando una porción vital de esta asistencia, lo que podría ser decisivo para el resultado del conflicto.
Tercero, aunque las tácticas militares ucranianas han demostrado ser superiores, permitiendo a sus formaciones derrotar a contingentes rusos significativamente más grandes, estas ventajas tácticas se vuelven irrelevantes cuando las tropas ucranianas se ven limitadas por la falta de municiones.
Dinámicas contradictorias en primera línea
Estas dinámicas interactúan para formar un cuadro de contradicciones palpables que se observa diariamente a lo largo de las 600 millas del frente de batalla. Las fuerzas ucranianas han repelido la mayoría de los asaltos rusos, infligiendo severas bajas a los cada vez menos equipados grupos de asalto rusos.
Sin embargo, a pesar de estas derrotas, las fuerzas rusas continúan avanzando y ganando terreno. El freno a esta dinámica podría estar en manos del presidente republicano de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Mike Johnson, quien hasta ahora ha evitado someter a votación un proyecto de ley muy popular que proveería $60,000 millones en ayuda a Ucrania. Esta financiación es crucial para que Ucrania pueda adquirir las municiones necesarias para contener a las fuerzas rusas hasta que estas agoten sus reservas de armamento antiguo.
En 26 meses de intensos combates, las fuerzas rusas han sufrido la pérdida de 15,300 tanques, vehículos de combate y otras armas en Ucrania, además de cientos de miles de soldados. Las pérdidas del ejército ucraniano son, sin embargo, significativamente menores, aproximadamente un tercio de las rusas.
A pesar de estas pérdidas, la presencia militar rusa en Ucrania es mayor que nunca. “El ejército es ahora un 15 por ciento más grande de lo que era cuando invadió Ucrania”, afirmó el general Christopher Cavoli, comandante supremo de la OTAN, ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara. Desde finales de 2022, el Kremlin ha incorporado a más de 300,000 hombres y ha incrementado los incentivos para los voluntarios. Al mismo tiempo, las brigadas rusas han reducido la duración del entrenamiento básico de los nuevos reclutas, acelerando su despliegue al frente.
No obstante, estos reclutas poco preparados no tienden a sobrevivir mucho tiempo en combate. Recientemente, entre 800 y 1,000 rusos han estado muriendo diariamente en este amplio teatro de guerra, según el Ministerio de Defensa ucraniano.
Desgaste insostenible y previsiones alarmantes para Rusia
La tasa a la que mueren los soldados rusos al llegar a Ucrania es alarmantemente alta. Un estudio reciente del Ministerio de Defensa estonio sugiere que la pérdida de 100,000 rusos este año podría dañar de manera irreversible, o incluso colapsar, el esfuerzo de movilización del Kremlin. De acuerdo con las proyecciones, Ucrania está en camino de causar hasta 300,000 bajas rusas en el curso del año, un ritmo claramente insostenible.
Este mismo patrón de insostenibilidad se extiende a las pérdidas de vehículos de Rusia. La industria de defensa rusa está actualmente produciendo entre 500 y 600 tanques nuevos anualmente, y algo más de mil vehículos de combate. Sin embargo, el ejército ruso está perdiendo más de mil tanques y cerca de 2,000 vehículos de combate cada año, y la tasa de pérdidas sigue en aumento.
Frente a este déficit, el Kremlin se ve forzado a recurrir a reservas de tanques y vehículos de combate que datan de los años 1970 e incluso de las décadas de 1960 y 1950. Estos vehículos antiguos, productos del apogeo industrial soviético, son un recurso finito y no reemplazable por la producción actual. Las proyecciones más recientes indican que, para mediados de 2025, Rusia podría haber agotado completamente estos viejos arsenales almacenados.
“El tiempo se está acabando para Rusia”, advierte Artur Rehi, soldado y analista estonio, aludiendo a la crítica situación de los recursos militares rusos. Ya se observan signos de este déficit crítico, con tropas rusas yendo al combate en vehículos improvisados y totalmente desprotegidos, como camiones de carga sin blindaje y, sorprendentemente, en carritos de golf descapotables adquiridos a una compañía china.
Estos medios de transporte inadecuados son presa fácil para los efectivos sistemas de misiles antitanque ucranianos y los hábiles operadores de drones. La falta de protección adecuada en el campo de batalla reduce significativamente la efectividad combativa de las fuerzas rusas, independientemente del número de tropas desplegadas.
Dilemas críticos en el frente ucraniano ante la escasez de municiones
La situación en el frente ucraniano ilustra la fragilidad de su ejército, exacerbada por una crítica falta de munición que, en ocasiones, los deja incapaces de responder al fuego enemigo. Esta vulnerabilidad se hizo especialmente evidente cuando la ofensiva ucraniana de 2023 se desvaneció a finales de año tras lograr solo avances modestos, permitiendo a Rusia tomar la iniciativa y lanzar ataques a lo largo de toda la línea del frente.
El timing de estos eventos no pudo ser peor para Ucrania. Coincidiendo casi exactamente con estos reveses en el campo de batalla, en octubre, el presidente de la Cámara de Representantes, Johnson, se negó a someter a votación la asignación de 60,000 millones de dólares en nuevos fondos que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, había propuesto para ayudar a Ucrania.
Johnson, un aliado cercano del expresidente Donald Trump, quien en 2019 fue acusado de intentar coaccionar a Ucrania en beneficio político personal y que ha sugerido la cesión de territorio ucraniano a Rusia, ha sido un obstáculo significativo en la provisión de esta crucial asistencia.
Privadas del vital suministro de cientos de miles de proyectiles de artillería y miles de misiles tierra-aire que esos fondos hubieran permitido adquirir, las fuerzas ucranianas se han visto forzadas a tomar decisiones difíciles. Estas incluyen la retirada de posiciones estratégicas que podrían haberse mantenido con suficiente potencia de fuego.
Por ejemplo, una guarnición de 2,000 efectivos abandonó la ciudad de Avdiivka a mediados de febrero después de causar decenas de miles de bajas en las fuerzas atacantes rusas, solo para verse forzados a retirarse por falta de munición. Un dilema similar enfrenta ahora otra guarnición de 2,000 efectivos en el distrito del canal de Chasiv Yar.
Además, las unidades de defensa aérea más capacitadas de Ucrania han quedado incapacitadas por la escasez de misiles de fabricación estadounidense. Como resultado, las principales ciudades ucranianas, incluyendo Kiev, Járkov y Odesa, están cada vez más expuestas a los ataques de misiles y bombas rusas, elevando dramáticamente el riesgo para la población civil y la infraestructura crítica.
Impacto crítico de la escasez de defensa antiaérea en la población civil ucraniana
En marzo, un sombrío panorama se ciñó sobre Ucrania cuando 600 civiles, incluyendo niños, perecieron en ataques aéreos. Un reciente ataque con misiles en Kiev resultó en la destrucción de la principal central eléctrica de la ciudad, sumiendo en la oscuridad a miles de hogares y a instalaciones clave para la producción de armamento. Ante esta devastación, la embajadora de Estados Unidos en Ucrania, Bridget Brink, hizo un llamamiento urgente: “Se necesita más defensa aérea, y nuestra ayuda, ahora”.
Mientras tanto, las fuerzas ucranianas enfrentan una erosión de sus posiciones no debido a la superioridad enemiga en términos de entrenamiento o tecnología, sino por la alarmante escasez de munición. “La capacidad de los ucranianos para defender el terreno que actualmente controlan y su espacio aéreo se desvanecería rápidamente, se desvanecerá rápidamente, sin el apoyo continuo de Estados Unidos”, advirtió el general Cavoli.
Con el soporte adecuado de Estados Unidos, las fuerzas ucranianas no solo podrían proteger eficazmente sus ciudades contra incursiones rusas, sino también establecer una superioridad decisiva de potencia de fuego en el frente. Esto podría cambiar el rumbo contra un ejército ruso que se enfrenta a una escasez creciente de armamento moderno.
Sin embargo, la decisión de proveer este apoyo esencial no recae en Ucrania. Está en manos de un solo individuo en Estados Unidos, el líder de una mayoría republicana precaria en una de las cámaras del Congreso. La política interna estadounidense juega, por lo tanto, un papel crucial en el futuro inmediato de Ucrania.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, consciente de la situación, subraya la importancia de la acción decisiva de los aliados: “Si los socios de Ucrania actúan con decisión, confío en que podremos derrotar al terrorismo ruso antes de que se extienda más”, expresó. Este llamado resalta la interdependencia crítica entre la política internacional y la seguridad nacional de Ucrania, delineando el alto riesgo y las altas expectativas puestas en la respuesta global al conflicto.