El servicio a bordo de un submarino no es ciertamente para todo el mundo, ya que requiere largos periodos a bordo de una nave estrecha, sumergida y sin ventanas. Además, el servicio en un submarino puede conllevar un riesgo importante: cualquier pequeño error o accidente extraño que sería problemático para un buque de superficie puede ser potencialmente catastrófico para un submarino que opera bajo el agua. Ningún incidente refleja mejor esta realidad que el extraño hundimiento de un submarino ruso a principios de siglo.
La clase Oscar
Antes de la disolución de la Unión Soviética, los militares soviéticos dedicaron un esfuerzo considerable a tratar de idear respuestas eficaces a la amenaza que suponían los portaaviones de la Marina de los Estados Unidos, cuyo alcance, versatilidad y armamento de a bordo los convertían en una importante amenaza para los activos militares soviéticos en el mar, en tierra y en el aire. Para combatir esta amenaza, los soviéticos recurrieron a la guerra submarina.
Los submarinos de ataque de la clase Oscar de la Unión Soviética fueron construidos para atacar y destruir portaaviones estadounidenses. Pero a diferencia de las generaciones anteriores de submarinos de ataque, los de la clase Oscar no estaban diseñados para acercarse sigilosamente a los buques estadounidenses desprevenidos y lanzar devastadores ataques con torpedos a corta distancia.
En cambio, el Oscar estaba destinado a operar junto a una flota de apoyo de buques de superficie, muchos de los cuales se especializaban en la guerra antisubmarina (ASW) y cuyo trabajo era escoltar a los submarinos de ataque soviéticos. Los Oscar, por su parte, atacarían a los portaaviones estadounidenses con misiles de largo alcance en forma de misiles de crucero P-700 Granit (apropiadamente bautizados como SS-N-19 Shipwreck por la OTAN).
El Granit tiene un alcance de casi 400 millas y es capaz de alcanzar velocidades de hasta Mach 2,5 en su camino hacia un objetivo. El Granit es guiado hacia los objetivos a través de un satélite, y varios Granits pueden conectarse en red para transmitirse mutuamente la información de puntería con el fin de acercarse a los objetivos desde diferentes ángulos.
Además de su arsenal de misiles de crucero, el submarino de la clase Oscar también puede disparar el misil antisubmarino RPK-2 «Starfish» y el misil SS-N-16 Stallion, que pueden dispararse como torpedos convencionales o utilizarse como cargas de profundidad nucleares. Para garantizar que el buque sea lo suficientemente rápido como para interceptar de forma fiable a los portaaviones enemigos, el Oscar está propulsado por dos reactores nucleares que le permiten alcanzar una velocidad máxima de 33 nudos mientras está sumergido.
Tras el colapso de la Unión Soviética, la Armada rusa siguió operando los buques de la clase Oscar, aunque al final de la Guerra Fría solo se habían construido 13 de los 20 previstos.
Una terrible tragedia
En agosto de 2000, el submarino ruso de clase Oscar Kursk zarpó hacia el Mar de Barents junto con otros elementos de la Flota del Norte de la Armada rusa. Como parte del ejercicio, el Kursk debía realizar un ataque simulado con torpedos contra un buque enemigo, pero cuando se disponía a hacerlo se detectaron una serie de grandes explosiones procedentes del submarino.
Uno de los torpedos del Kursk se había incendiado, y una investigación rusa posterior determinó que una soldadura defectuosa o un daño causado por el movimiento habían provocado una fuga de peróxido de hidrógeno de la munición que se convirtió en explosiva antes de encenderse.
Al parecer, unos 23 de los 118 tripulantes del Kursk sobrevivieron a la explosión inicial, pero los equipos de recuperación de la Armada rusa no pudieron atracar con éxito el buque en el fondo del mar. Un equipo de recuperación noruego logró atracar el submarino diez días después, pero en ese momento los miembros de la tripulación supervivientes ya habían fallecido.
Rusia gastó unos 100 millones de dólares para sacar a la superficie el casco del Kursk, aunque al hacerlo hubo que cortar la parte delantera de la nave, y con ella se fue la prueba más importante sobre la causa del hundimiento del submarino. Tal vez, como resultado, abundaron los rumores en los medios de comunicación rusos de que el Kursk había sido realmente hundido por un submarino estadounidense.
Rusia experimentaría otro incidente menos mortífero relacionado con un submarino de la clase Oscar cuando se incendió una nave que estaba siendo reparada en un dique seco en 2015.