El tanque ruso T-90M se muestra incapaz de superar a su predecesor, el T-72, en el campo de batalla de Ucrania.
El T-90M y su fracaso en reemplazar al icónico tanque soviético T-72
Cuando se evalúa el rendimiento del tanque T-90M, es crucial partir de una premisa esencial: para destacar en una guerra moderna, cualquier vehículo de combate debe demostrar innovaciones significativas, más allá de ser una simple evolución de modelos anteriores. En este sentido, el T-90M, que Rusia ha promovido como una de sus principales plataformas de combate, genera preocupación debido a su rendimiento, que no logra superar al antiguo T-72, un tanque cuya concepción y operatividad datan de la época soviética.
La persistente utilización del T-90M por parte de Rusia, a pesar de los resultados insatisfactorios en combate, destaca una contradicción inherente en su estrategia militar. Aunque el T-90M, conocido también como “Proryv”, ha sido objeto de mejoras en sus sistemas de control de fuego y en la óptica, estas actualizaciones parecen ser más un intento de justificar su producción que soluciones efectivas a las deficiencias evidentes del modelo.
La inclusión de blindaje reactivo explosivo Relikt, la reubicación del compartimento de municiones y la mejora de la óptica panorámica para el comandante son avances notables. Sin embargo, no han logrado mitigar las debilidades fundamentales del T-90M. Este tanque, en lugar de innovar, parece depender de actualizaciones parciales que buscan mantenerlo vigente. La decisión de equiparlo con el cañón 2A46M-6 de 125 mm, en lugar del más avanzado 2AB2, probablemente por razones de costo, resalta una política de preferir la cantidad a la calidad, una estrategia que resulta insuficiente en los combates modernos.
Alta tasa de pérdidas del T-90M cuestiona su efectividad en Ucrania
El T-90M ha sufrido pérdidas significativas en combates recientes, con estimaciones que señalan la destrucción de alrededor de 100 unidades. Esta cifra es especialmente alarmante si se considera que, al inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022, había solo 67 T-90M en servicio activo. Estas pérdidas subrayan la baja efectividad del tanque y deberían ser motivo de preocupación para los planificadores militares rusos. A pesar de ello, parece que estas cifras no han generado un replanteamiento estratégico, sino más bien un incremento en el uso del tanque en combates de desgaste prolongado.
Se han implementado mejoras en el T-90M para enfrentar amenazas como los drones y las municiones guiadas avanzadas. Sin embargo, la efectividad de estas actualizaciones sigue siendo incierta en un conflicto que ha probado ser un escenario ideal para estas nuevas tecnologías. El continuo despliegue del T-90M, a pesar de su rendimiento limitado, refleja más una falta de alternativas efectivas que una confirmación de su capacidad operativa.
Resulta oportuno preguntarse si el T-90M puede ser considerado realmente un caballo de batalla, o si es más un símbolo de la decadencia tecnológica y estratégica de un ejército que recurre a tecnologías anticuadas. Las supuestas modernizaciones del T-90M parecen servir más para prolongar su utilidad aparente, en lugar de asegurar una verdadera ventaja en el campo de batalla.
El T-90M: una reliquia moderna que cuestiona el futuro bélico de Rusia
En conclusión, el T-90M ha fallado en demostrar su relevancia en un contexto bélico donde la capacidad de innovación y adaptación es esencial para el éxito. La razón detrás de su uso continuo no parece ser su efectividad comprobada en combate, sino la falta de opciones más modernas y una renuencia a aceptar que este modelo ya no cumple con las exigencias de los combates actuales. Si el T-90M representa la dirección futura de las fuerzas terrestres rusas, sus ambiciones de supremacía militar global parecen ser más ilusorias que alcanzables.
Las deficiencias del T-90M, en lugar de ser rectificadas, parecen estar siendo toleradas por una estrategia militar que apuesta por la inercia y la persistencia en lugar de la renovación y la evolución. Ante el avance de la tecnología militar global, es incierto cuánto tiempo más podrá Rusia sostener una posición de fuerza, confiando en modelos que no han logrado adaptarse al ritmo de los cambios en el campo de batalla moderno.
El caso del T-90M pone de relieve un problema más amplio dentro de la estrategia militar rusa: la falta de innovación real y la dependencia de tecnologías obsoletas que pueden poner en riesgo la eficacia de su fuerza militar en conflictos futuros. La capacidad de adaptarse y evolucionar es crucial, y en el caso del T-90M, esta adaptación no ha sido suficiente para asegurar una posición dominante en el campo de batalla.