El 6 de agosto de 2025, España cerró de forma definitiva todas las gestiones para adquirir el avión de combate estadounidense F-35, tanto en su versión F-35A para la Fuerza Aérea y Espacial como en la variante F-35B para la Armada. El ministerio de Defensa había destinado en 2023 un presupuesto de 6.250 millones de euros para sustituir los AV-8B y C-15M, pero las conversaciones preliminares se interrumpieron de forma indefinida.
La decisión se atribuye a criterios presupuestarios, prioridades industriales y consideraciones estratégicas. El plan de defensa vigente, de 10.471 millones de euros, obliga a destinar el 85% de los fondos a proyectos europeos, lo que excluye al F-35 fabricado en Estados Unidos. Los contactos con Lockheed Martin incluyeron una solicitud de información no vinculante, pero se paralizaron por el acceso limitado a sistemas críticos, el coste adicional de infraestructura y un aumento unilateral de precios.
El gobierno busca evitar dependencia de proveedores no europeos y reforzar programas como el Eurofighter y el FCAS. La cancelación retira el único caza de quinta generación actualmente disponible de la planificación de adquisiciones y obliga a replantear la futura capacidad de combate aéreo. También coincide con la negativa del presidente Pedro Sánchez a adoptar el objetivo de gasto en defensa del 5% del PIB fijado por la OTAN, lo que reduce la flexibilidad financiera y prioriza la autonomía militar europea.
El interés por el F-35 se remonta a 2008, cuando Lockheed Martin confirmó conversaciones con España. En 2014, el Consejo de Ministros aprobó 47,6 millones de euros para prolongar la vida útil de los Harrier hasta 2034, retrasando su reemplazo. En 2017, las Fuerzas Armadas señalaron al F-35 como su opción preferida y avanzaron en análisis técnicos. En 2021, Defensa descartó oficialmente unirse al programa y reafirmó su compromiso con el FCAS. Pese a ello, la aeronave reapareció en documentos presupuestarios de 2023 antes de ser definitivamente excluida en 2025.
La Armada será la más afectada por la cancelación, ya que planea retirar sus AV-8B Harrier II en 2030 sin un sustituto europeo con capacidad de despegue corto y aterrizaje vertical. El F-35B era el único modelo en producción con esas prestaciones. Su exclusión implica la pérdida de aviación de ala fija embarcada durante al menos diez años. Navantia estudia un nuevo portaaviones con catapultas y sistemas de detención, cuyo desarrollo se proyecta hacia 2040.
Hasta entonces, el buque LHD Juan Carlos I operará solo con helicópteros y drones, como el SIRTAP, si se aprueba su integración naval. La retirada global de Harriers por parte de Estados Unidos e Italia en 2030 convertirá a España en el último operador del modelo, lo que dificultará el acceso a repuestos y el mantenimiento. Este escenario limita las capacidades de proyección aérea de la Armada en el mediano plazo.
La Fuerza Aérea y Espacial enfrenta una situación menos urgente, aunque deberá cubrir vacíos operativos a largo plazo. Los programas Halcón I e II ya han reemplazado los EF-18A/B más antiguos con 45 Eurofighter Typhoon. Los Hornet restantes se retirarán hacia 2035. El jefe del Estado Mayor, general Francisco Braco, ha descartado ampliar la flota de Eurofighter para evitar dependencia de un único modelo, mientras que el F-35A se había considerado como solución temporal antes de la llegada del FCAS.
El almirante general Teodoro López Calderón reconoció que España no dispone de alternativas con capacidades de fusión de sensores o sigilo similares al F-35. El FCAS no estará disponible antes de 2040 y el Rafale F-5 francés se contempla como opción intermedia, aunque su desarrollo continúa. Este modelo, previsto entre finales de la década de 2020 y principios de la de 2030, se ubicaría entre el Eurofighter y el F-35 en capacidades operativas.
El Eurofighter Typhoon seguirá como principal caza español, con participación industrial nacional del 14% y unos 3.000 empleos directos asociados. Aunque destaca en misiones aire-aire y polivalentes, carece de sigilo, presenta integración limitada de sensores y no dispone de capacidad STOVL. Su operación naval requeriría modificaciones estructurales importantes, por lo que solo tendría relevancia en combinación con un portaaviones Catobar.
El Rafale M de Dassault Aviation se considera otra alternativa. Diseñado para operar desde el portaaviones Charles de Gaulle, es compatible con catapultas y sistemas de detención. España accedería sin restricciones a su hardware y software, en contraste con las limitaciones del F-35. Su futura versión F-5 mantendría un diseño polivalente con capacidad de transición entre misiones de superioridad aérea, ataque, reconocimiento y disuasión nuclear.
España mantiene su compromiso con el programa FCAS junto a Francia y Alemania, con Indra Sistemas como representante industrial. Este proyecto busca desarrollar un caza de sexta generación con sigilo, inteligencia artificial y operación conjunta con sistemas no tripulados. Sin embargo, persisten desacuerdos sobre la distribución industrial, ya que Francia propone concentrar el 80% de la producción en su territorio. La ausencia de una versión naval inicial reduce su utilidad inmediata para la Armada.
En la situación actual, la Armada perderá capacidad de aviación de ala fija embarcada en 2030 y la Fuerza Aérea operará sin aviones de quinta generación hasta la entrada en servicio del FCAS. Las opciones disponibles ofrecen cobertura parcial, pero ninguna cubre todos los requisitos estratégicos. La apuesta española prioriza la participación industrial y la soberanía tecnológica, a costa de mantener capacidades reducidas en el corto y mediano plazo.