El Pentágono informó que la entrega no afecta reservas. Trump recibió el pedido de Zelensky y pospuso la transferencia después de hablar con Putin.
Pentágono, alcance de Tomahawk y uso en plataformas terrestres navales
El Departamento de Defensa de Estados Unidos comunicó a la Casa Blanca que la entrega de misiles Tomahawk a Ucrania no compromete reservas operativas, según funcionarios estadounidenses y europeos. La evaluación ocurrió a inicios de octubre de 2025, antes de la reunión en Washington entre Donald Trump y Volodymyr Zelensky. Zelensky solicitó los misiles para ampliar ataques a larga distancia contra instalaciones energéticas y petroleras en territorio ruso. La decisión final correspondió a Trump, quien no autorizó la entrega en ese momento.
El Estado Mayor Conjunto notificó la viabilidad de la operación con base en un análisis que confirmó existencias suficientes. Los Tomahawk, fabricados por Raytheon, división de RTX Corporation, poseen un alcance aproximado de 1600 kilómetros. Esa distancia permitiría a Ucrania golpear objetivos en ciudades rusas como Moscú o San Petersburgo desde su territorio. Persisten obstáculos prácticos relevantes. Ucrania carece de una flota naval robusta por efectos de la guerra, por lo que requeriría lanzamientos desde plataformas terrestres.
El Cuerpo de Infantería de Marina y el Ejército de Estados Unidos disponen de lanzadores adaptados para empleo terrestre. Esos equipos podrían suministrarse junto con los misiles, según la notificación. Los funcionarios resaltaron limitaciones técnicas y logísticas que Ucrania debe resolver para integrar los sistemas. La prioridad recae en asegurar una transición operativa que no reduzca la preparación militar estadounidense. El informe interno sostuvo que Estados Unidos mantiene inventarios que superan necesidades inmediatas y permiten una transferencia limitada sin afectar operaciones globales.
Durante la reunión del 17 de octubre de 2025, Zelensky expuso la urgencia de obtener estos sistemas en un almuerzo bilateral con Trump. El mandatario ucraniano afirmó que su país ya opera miles de drones de fabricación estadounidense, aunque necesita misiles de mayor alcance para modificar condiciones en el campo de batalla. Trump expresó reservas y señaló la necesidad de preservar el arsenal para fines defensivos propios. Esa posición se consolidó tras su conversación con Vladimir Putin.

Datos clave para contexto y alcance estratégico
- Alcance aproximado de 1600 kilómetros con posibilidad de atacar desde territorio ucraniano.
- Cantidades iniciales consideradas entre 20 y 50 unidades para una fase limitada.
- Lanzadores terrestres disponibles en el Cuerpo de Infantería de Marina y el Ejército de Estados Unidos.
Reunión del 17 de octubre, reservas de Trump y advertencias de Putin
Trump sostuvo una llamada con Putin y optó por no proceder con la entrega en ese momento. Putin advirtió que la provisión de Tomahawk constituiría un aumento cualitativo en la guerra. Ese cambio no alteraría de manera significativa el equilibrio militar, aunque deterioraría las relaciones entre Washington y Moscú. Putin subrayó que esos misiles podrían dirigirse contra centros urbanos rusos, lo que elevaría tensiones nucleares latentes, sin que Rusia violara tratados internacionales sobre pruebas atómicas.
La dinámica política mostró un patrón de intercambios diplomáticos tensos. Washington amplió su ayuda letal a Kiev y dejó atrás límites iniciales que buscaban evitar una confrontación directa con Moscú. Según esa lógica, la autorización de Tomahawk representaría una fase adicional de ataques en profundidad. El cálculo estratégico estadounidense mantuvo la prudencia sobre el momento de la entrega y condicionó cada paso a evaluaciones sobre escalada y estabilidad regional.
Las cantidades iniciales consideradas oscilaron entre 20 y 50 unidades, por debajo de expectativas de Kiev y sin capacidad para sostener operaciones prolongadas de ataques profundos. Expertos militares occidentales indicaron que los misiles operarían inicialmente bajo supervisión de contratistas estadounidenses. Ese esquema evitaría un entrenamiento exhaustivo inmediato para fuerzas ucranianas y mantendría control sobre objetivos seleccionados, con el fin de mitigar riesgos de escalada y proteger tecnologías sensibles.

La supervisión de contratistas implicaría participación directa de personal estadounidense en Ucrania en mayor medida. Esa práctica se alineó con precedentes establecidos durante tres años de apoyo militar. El debate interno en Washington ponderó costos, beneficios y señales enviadas a Moscú. La advertencia rusa destacó represalias posibles mediante ataques ampliados contra infraestructura ucraniana. Ese escenario confirmó la centralidad de la gestión del riesgo político y militar al evaluar cualquier transferencia de Tomahawk.
Cantidades, supervisión de contratistas y control de escalada occidental
El contexto de la guerra mostró que Ucrania ya recibió sistemas de largo alcance como ATACMS. Los Tomahawk aportarían avances en precisión y distancia. Fabricados desde la década de 1980 y actualizados en la versión Block IV, se guían por sistemas inerciales y GPS. Poseen capacidad de vuelo a baja altitud que evade radares. Su integración requiere resolver mantenimiento y adaptación a lanzadores terrestres, un aspecto que el Pentágono evaluó como factible sin menoscabo para la preparación de Estados Unidos.
Aliados europeos interpretaron la aprobación del Departamento de Defensa como la eliminación de un último pretexto para denegar el armamento, aunque reconocieron que la decisión política de Trump prevalece. Rusia respondió a las especulaciones con declaraciones que incluyeron referencias a su doctrina nuclear, sin acciones concretas más allá de pruebas de misiles y drones no nucleares. Putin reiteró que una provisión capaz de alcanzar territorio ruso profundo provocaría represalias contra infraestructura ucraniana.

La solicitud de Zelensky se inscribió en una estrategia amplia para contrarrestar ventajas rusas en artillería y aviación. Desde el inicio de la invasión, Kiev dependió de suministros occidentales valorados en miles de millones de dólares que incluyeron JASSM y SCALP. Los Tomahawk ofrecerían una opción adicional para ataques quirúrgicos. Funcionarios ucranianos sostuvieron que su empleo se limitaría a objetivos militares y excluiría civiles, en concordancia con compromisos internacionales que Ucrania comunicó durante la guerra.
El Pentágono basó su conclusión en inventarios que superan necesidades inmediatas y permiten una transferencia limitada sin comprometer operaciones globales de Estados Unidos. Esa valoración alentó a socios europeos, que observaron un refuerzo a la disuasión colectiva en el marco de la OTAN. El cálculo incluyó el fracaso de cumbres previas con Putin, como la de Alaska en agosto de 2025, sin avances hacia un cese al fuego. La posible aprobación quedó ligada a la evolución de negociaciones diplomáticas.
