Los intentos rusos de desarrollar portaaviones han revelado fallos estructurales, industriales y estratégicos que persisten desde la era soviética hasta la actualidad.
Portahelicópteros soviéticos expusieron limitaciones navales tempranas
A lo largo de su historia naval, Rusia nunca logró construir un portaaviones eficaz. Esta incapacidad no responde solo a la falta de recursos, sino a deficiencias estructurales en la industria de defensa heredadas de la Unión Soviética. Un ejemplo temprano fue la clase Moskva, una serie de dos portahelicópteros diseñados en los años 60 para enfrentar amenazas submarinas, más que para proyectar poder aéreo como sus equivalentes occidentales.
Los buques Moskva y Leningrad, botados en 1967 y 1969 respectivamente, desplazaban 15.000 toneladas y podían transportar hasta 14 helicópteros antisubmarinos Ka-25. Su función principal era defensiva: neutralizar submarinos Polaris estadounidenses. Equipados con sonar y armas antisubmarinas como el RBU-6000, eran representaciones claras de una doctrina naval centrada en la defensa costera, no en operaciones ofensivas de largo alcance.
En términos técnicos, estos buques presentaron numerosos problemas. Su propulsión a calderas de vapor generaba 90.000 caballos de fuerza, pero resultó ineficiente y propensa a fallos. El mantenimiento era complicado, el casco sufría desgaste acelerado y las calderas registraban constantes averías. Estas deficiencias limitaron la vida útil de los barcos, que fueron retirados en 1991 tras un desempeño decepcionante.
La cancelación de un tercer barco de esta clase y el retiro prematuro de los dos existentes evidenciaron la incapacidad soviética para construir buques de gran complejidad tecnológica. Mientras la URSS podía fabricar tanques y submarinos en grandes cantidades, no contaba con los medios ni la flexibilidad técnica para competir en proyectos navales como los portaaviones.

Comparativa entre programas navales soviéticos y estadounidenses
- La clase Moskva fue concebida como plataforma defensiva antisubmarina.
- Portaaviones como el USS Enterprise proyectaban poder aéreo global.
- Sistemas como las catapultas y la propulsión nuclear eran inexistentes en la URSS.
- La URSS priorizó submarinos y cruceros pesados sobre portaaviones.
- Rusia solo ha operado un portaaviones, el Almirante Kuznetsov, con múltiples fallas.
- El proyecto Ulyanovsk, de propulsión nuclear, fue cancelado tras la caída soviética.
Doctrina naval soviética evitó replicar el modelo occidental
Durante la Guerra Fría, Moscú adoptó una estrategia naval distinta a la de Estados Unidos. Mientras Washington desarrollaba grupos de combate centrados en portaaviones nucleares, como el USS Enterprise, la URSS apostaba por una combinación de submarinos nucleares y cruceros lanzamisiles como los de la clase Kirov.
Esta elección reflejaba una visión estratégica centrada en la protección del “cinturón azul” alrededor de las aguas soviéticas. La URSS reconocía, de forma implícita, que carecía de la capacidad industrial para construir portaaviones comparables a los estadounidenses, cuya operatividad se basaba en alas aéreas de hasta 90 aviones y tecnologías avanzadas como catapultas a vapor.
El Moskva, pese a su armamento especializado y sistemas sonar, no pretendía cumplir una función ofensiva, sino proteger activos navales estratégicos. Su limitada velocidad, capacidades aéreas restringidas y escasa fiabilidad operacional lo alejaban del concepto de portaaviones como herramienta de proyección global.
La incapacidad soviética para replicar los avances occidentales no se limitó a decisiones doctrinales, sino a una industria naval incapaz de integrar tecnologías complejas. Esta brecha se hizo aún más visible en la etapa final de la Guerra Fría, cuando la URSS intentó sin éxito avanzar hacia diseños de mayor envergadura.
El Almirante Kuznetsov ilustra la crisis tecnológica rusa actual

Actualmente, el único portaaviones operativo en Rusia es el Almirante Kuznetsov, un buque botado en 1985 y operativo desde 1995. A pesar de ser una plataforma más ambiciosa que el Moskva, su desempeño ha estado plagado de fallos. El Kuznetsov, de 60.000 toneladas, fue diseñado para operar cazas Su-33 y MiG-29K mediante una rampa de salto, ya que carece de catapultas.
Entre sus múltiples problemas destaca el uso del combustible mazut, altamente contaminante y poco eficiente, que obliga a incluir un remolcador en cada misión. También se han registrado accidentes graves, como la pérdida de dos aviones durante operaciones en Siria en 2016, y reparaciones interrumpidas por incendios y fallos en astilleros.
Actualmente, el Kuznetsov permanece fuera de servicio, en proceso de reacondicionamiento, sin fecha clara de regreso operativo. Lejos de ser una herramienta efectiva de proyección naval, representa el estancamiento de la doctrina y la capacidad industrial rusas.
Este buque evidencia que la transición de la URSS a la Federación Rusa no resolvió las deficiencias estructurales del sector naval. El Kuznetsov, en lugar de marcar un avance, confirma la dificultad rusa para diseñar y sostener un portaaviones operativo de largo alcance.
Fracaso del Ulyanovsk consolidó el rezago ruso en portaaviones

El proyecto Ulyanovsk, iniciado en 1988, era un intento de construir un portaaviones nuclear comparable al estadounidense. Con 85.000 toneladas de desplazamiento y sistemas de catapultas previstas, aspiraba a cerrar la brecha tecnológica. Sin embargo, solo alcanzó el 40% de su construcción antes de ser desguazado en 1992 tras la disolución de la URSS.
Este fracaso reveló de forma definitiva que la industria soviética no podía sostener proyectos navales complejos. La falta de astilleros especializados, tecnología de propulsión nuclear confiable y sistemas de lanzamiento adecuados impidieron completar el Ulyanovsk.
Curiosamente, conceptos similares al Moskva han sido retomados por países como Japón. El portahelicópteros Izumo, de 27.000 toneladas, fue adaptado para operar F-35B de despegue vertical. Esto indica que la idea soviética no era inviable, pero su implementación resultó ineficaz por las condiciones estructurales de su industria.
Mientras tanto, la industria naval estadounidense también ha enfrentado críticas recientes. Programas como el LCS o el destructor Zumwalt sufrieron sobrecostos y fallos. No obstante, la diferencia clave es que EE. UU. cuenta con la capacidad financiera y tecnológica para corregir estos errores sin poner en riesgo su liderazgo naval.
Rusia, en cambio, ha heredado un enfoque desfasado, con un solo portaaviones deteriorado y sin una alternativa clara en el horizonte. La combinación de tecnología insuficiente, prioridades mal definidas e infraestructura limitada confirma que Moscú, a pesar de su retórica, no ha logrado construir portaaviones modernos en el sentido real del término.