El T-90M, tan promocionado como la cúspide de la tecnología rusa, muestra severas deficiencias en Ucrania.
Desempeño del T-90M en Ucrania y su vulnerabilidad ante tácticas modernas
El empleo de los tanques T-90M por el ejército ruso en Ucrania no ha cumplido con las expectativas, revelando deficiencias significativas en lo que se consideraba la cúspide de la tecnología de blindaje rusa. Lejos de ser una máquina de guerra invencible, el T-90M ha demostrado ser una pieza obsoleta en un teatro de operaciones moderno, expuesta y vulnerable a las tácticas y tecnologías antitanque contemporáneas.
El ejército ruso ha logrado estabilizar la situación en Ucrania y ha retomado la ofensiva, pero esta aparente victoria es un espejismo. La realidad es que la guerra ha sido un colosal fracaso para el presidente ruso Vladimir Putin y el Kremlin. Con más de 500,000 soldados rusos muertos, heridos o capturados, y la pérdida de decenas de miles de sistemas de armas pesadas, la guerra ha dejado al descubierto la fragilidad del poder militar ruso.
En cuanto a los principales tanques de batalla, la situación es tan grave que el ejército ruso ha recurrido a activar tanques antiguos de sus almacenes de la Guerra Fría para reponer las pérdidas. Las imágenes del campo de batalla muestran a las fuerzas rusas utilizando tanques T-54/55 y T-62, reliquias diseñadas y construidas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Estos tanques, carentes de mejoras significativas, son presas fáciles para los modernos sistemas de armas antitanque ucranianos, con blindaje y sistemas de control de tiro obsoletos.
El T-90M en combate: promoción versus realidad operacional

El ejército ruso ha desplegado sus tanques más avanzados en el combate, siendo el T-90M el ejemplo más notable. Desarrollado por Uralvagonzavod y en servicio desde 2017, el T-90M fue promocionado como la cúspide de la tecnología de blindaje rusa. Sin embargo, en Ucrania, este tanque ha demostrado ser vulnerable y frecuentemente atacado, socavando la narrativa de su supuesta superioridad.
Aunque existe el T-14 Armata, su producción limitada y los problemas técnicos persistentes lo relegan a una posición marginal en el arsenal ruso, incapaz de ser considerado operativo en el contexto actual. Por ende, el T-90M es el estandarte de los blindados rusos, una bandera que ondea más por desesperación que por mérito.
El T-90M, como tanque de batalla principal de tercera generación, ofrece mayor potencia de fuego, protección y movilidad en comparación con modelos más antiguos. Equipado con blindaje reactivo explosivo (ERA), un sistema de navegación inercial y un sistema de control de fuego avanzado, se esperaba que dominara en cualquier condición climática. Requiere una tripulación de tres hombres y utiliza un sistema de recarga automática para su cañón principal de 125 mm 2A46M-4, capaz de disparar una variedad de municiones.
Limitaciones técnicas y tácticas del T-90M en el conflicto ucraniano

El tanque es propulsado por un motor V-92S2F que produce 1130 caballos de fuerza, permitiendo velocidades de hasta 60 kilómetros por hora. Un defecto notable es su marcha atrás extremadamente lenta. Esta limitación operativa tiene un impacto significativo: un tanque ruso en retirada debe hacerlo a baja velocidad, lo que maximiza la ventana de oportunidad para que las fuerzas ucranianas lo ataquen, o debe girar completamente, exponiendo su parte trasera, más débil, a las municiones antitanque enemigas.
El T-90M fue desplegado desde el inicio del conflicto en Ucrania, pero las pérdidas en la flota de tanques rusos forzaron al Kremlin a usar la mayor parte de sus T-90M en el campo de batalla. Esto no solo disminuyó su capacidad de disuasión estratégica, sino que también expuso las vulnerabilidades del tanque en enfrentamientos reales.
Más de dos años después del inicio de la guerra, es evidente que el T-90M ha sido una gran decepción. No ha logrado ningún resultado significativo para el ejército ruso y frecuentemente ha sido neutralizado por sistemas de armas más antiguos o menos sofisticados. Por ejemplo, hace apenas unos meses, un par de vehículos de combate de infantería ucranianos M2 Bradley lograron destruir un T-90M, un evento que pone en duda la efectividad y la fiabilidad de este tanque ruso supuestamente avanzado.
Implicaciones estratégicas del desempeño deficiente del T-90M

La incapacidad del T-90M para imponerse en el campo de batalla es un testimonio de la desconexión entre las aspiraciones tecnológicas del Kremlin y la cruda realidad operacional. En conclusión, el T-90M no es más que otro eslabón en la cadena de fracasos de la maquinaria bélica rusa en Ucrania.
El despliegue del T-90M, y su consecuente rendimiento insatisfactorio, refleja no solo las limitaciones del tanque en sí, sino también los problemas más amplios que enfrenta el ejército ruso en términos de planificación estratégica y ejecución táctica. La dependencia en tecnología anticuada y la falta de adaptación a las nuevas realidades del combate moderno han resultado en pérdidas significativas y en una demostración clara de vulnerabilidad ante un enemigo bien preparado y equipado.
El conflicto en Ucrania ha demostrado ser un campo de pruebas devastador para el T-90M y ha revelado que, a pesar de las mejoras tecnológicas, el tanque no está a la altura de las exigencias del combate moderno. La guerra ha expuesto las falencias del tanque ruso, convirtiéndolo en un ejemplo emblemático de las debilidades estructurales del ejército ruso en la actualidad.