En febrero de 2020, un dron con rotor despegó en el desierto del sur de Israel y un sistema de alta tecnología comenzó a seguirlo de cerca. De repente, un láser disparado desde un vehículo apuntó a una pequeña zona del dron, del tamaño de una moneda. En cuestión de segundos, el dron se estrelló contra la tierra.
En esa demostración, llevada a cabo por la empresa de defensa israelí Rafael, se interceptaron con láser múltiples drones en el desierto ese día, logrando un porcentaje de éxito del 100%. Fue una demostración de la capacidad de derribo por láser del sistema Drone Dome.
Drone Dome fue noticia en diciembre de 2018, cuando las fuerzas de seguridad británicas, que habían adquirido el sistema un año antes, lo desplegaron en el aeropuerto de Gatwick tras las perturbadoras intrusiones de drones.
Ese tipo de incidentes, y la amenaza que suponen los drones, solo va a crecer más en los próximos años, según Meir Ben Shaya, director senior de desarrollo de negocios en la División de Sistemas de Defensa Aérea y de Misiles de Rafael.
“Esto que antes era un bonito juguete para los niños, ahora se ha convertido en un arma precisa”, dijo Ben Shaya a JNS. En la actualidad, los terroristas adjuntan una cámara y una granada de mano a un dron, y lo utilizan para atacar a las fuerzas de la coalición en Irak y Siria.
“En nuestra zona, vemos que Hezbolá y Hamás también utilizaron estas herramientas contra nosotros”, señaló Ben Shaya. “También estamos viendo incidentes de seguridad. Los drones se inmiscuyen en las zonas aeroportuarias y suponen una amenaza para los pasajeros”.
Identificó dos tendencias centrales en lo que respecta a las amenazas de los drones que están tomando forma. La primera es la cantidad de drones, o “bandadas”, que no hacen más que aumentar con el tiempo. La necesidad de hacer frente a un número simultáneo de drones en el aire es una “amenaza muy difícil”, dijo Ben Shaya.
El segundo tipo de amenaza es el creciente tamaño de los drones.
“Si en el pasado los sistemas de defensa aérea buscaban aviones, grandes vehículos aéreos no identificados o misiles, ahora también tienen que hacer frente a amenazas que se han vuelto pequeñas, lentas y bajas”, explicó.
Esto supone un reto para los sistemas de radar que están programados para buscar objetos del tamaño de los aviones convencionales.
Sistema probado en combate y desplegado en todo el mundo
En cuanto a Drone Dome, Rafael ha desarrollado características como un componente de inteligencia artificial, descrito por Ben Shaya como “el cerebro del sistema”, que actúa como multiplicador de fuerza por su capacidad de distinguir los drones de, por ejemplo, los pájaros.
Ben Shaya describió los cuatro niveles necesarios para enfrentarse con eficacia a las amenazas de los drones modernos: detección, identificación, neutralización y, ahora, gracias a la tecnología láser, una opción de “hard-kill” para los clientes que lo necesiten.
“Sobre la base de este concepto, hemos construido nuestro sistema modular inteligente”, dijo. “El objetivo central es detectar e impedir que la amenaza entre en la zona que estás defendiendo. Pueden ser las fronteras, o puede ser un aeropuerto, un lugar estratégico o un emplazamiento de combustible”.
Tomemos el ejemplo de Arabia Saudita. Un ataque con drones en septiembre de 2019 contra instalaciones petroleras saudíes, que redujo temporalmente la producción de petróleo saudí en un 50%, sirve como advertencia categórica a otros sobre el alcance del daño que pueden causar los drones.
El resultado ha sido una sed de Drone Dome en todo el mundo. Rafael también ha vendido el sistema a Italia, Singapur y otros clientes de todo el mundo.
“Nuestro sistema está probado en combate y desplegado en todo el mundo”, afirma Ben Shaya.
Un conocimiento de la situación de los objetivos
Ben Shaya profundizó en el funcionamiento de los distintos componentes del sistema. La inteligencia de señales (SIGINT) se utiliza para detectar la ubicación del dron, así como la estación de control en tierra. Pero algunos drones también necesitan una capa adicional de detección, y ahí es donde entra el radar. “Utilizamos dos tipos de radar: uno para el corto alcance y otro para el largo”, explica.
Juntos, el sensor de inteligencia de señales y el radar crean “un conocimiento de la situación de los objetivos”. En esa fase, el sistema dirige una cámara en la dirección del objeto sospechoso, y Drone Dome comienza a identificar visualmente el tipo de amenaza.
En esa fase, entra en juego una tercera capa: la neutralización. “Lo hacemos con un bloqueador de comunicaciones, basado en la guerra electrónica”, explica Ben Shaya.
El inhibidor bloquea las frecuencias de comunicación del dron y su GPS, lo que significa que no puede continuar. Pero algunos drones que son totalmente autónomos podrían necesitar una cuarta capa para detenerlos, y ahí es donde entra el láser.
Rafael emplea un láser de 10 kilovatios para derribar objetos y puede hacerlo a distancias de hasta tres kilómetros, o casi dos millas, de distancia.
“Toda la energía se concentra en una pequeña sección y la quema en poco tiempo”, explica Ben Shaya. “El mecanismo de seguridad significa que si el punto al que se apunta -la base del ala o el cuerpo principal- se pierde y no se fija el objetivo, el láser se detiene inmediatamente. Es un láser invisible que puede enfocar un haz muy pequeño sobre el objetivo”.
Normalmente, los clientes militares están más interesados en los láseres que los civiles. Sin embargo, a medida que la amenaza de los drones sigue proliferando, la demanda de estos sistemas parece que no hará más que crecer.