Los submarinos de clase Seawolf, avanzados, pero costosos, se limitan a tres unidades operativas y esto representa un problema.
El diseño y capacidades de los submarinos clase Seawolf
Considerados los mejores buques submarinos, los submarinos de clase Seawolf están equipados con torpedos y misiles avanzados, capaces de navegar a alta velocidad sin ser detectados. Diseñados para contrarrestar a los submarinos soviéticos, solo se construyeron tres submarinos de la clase Seawolf debido a su elevado costo.
La Marina de los EE.UU. decidió priorizar los costosos portaaviones de la clase Ford en lugar de expandir la flota de Seawolf. Con solo dos submarinos Seawolf operativos, la ventaja estratégica es limitada, especialmente ante rivales como China y Rusia. Aunque el USS Jimmy Carter se distingue por sus operaciones especiales, la flota limitada muestra una oportunidad perdida para mejorar el poder naval estadounidense con una fuerza submarina más grande y eficaz.
Estos submarinos son considerados ampliamente como los mejores que jamás hayan operado en silencio y a gran profundidad. Con un costo de 3.500 millones de dólares por unidad, estos submarinos preocupan a los planificadores de guerra rusos y chinos. Equipados con torpedos Mark 48 de 533 mm y misiles antibuque Harpoon, además de poder disparar misiles de crucero Tomahawk contra objetivos en tierra, los submarinos Seawolf pueden navegar bajo el agua a una velocidad de 35 nudos o 20 nudos cuando se requiere navegación silenciosa.
Historia y desafíos financieros de la clase Seawolf
Diseñada en 1983 para enfrentar a los submarinos de ataque soviéticos como la clase Akula, la clase Seawolf tenía la misión de reemplazar a los submarinos de ataque de la clase Los Ángeles. Washington tenía planes de construir y desplegar alrededor de 30 de estas maravillas tecnológicas en una década. No obstante, después de 41 años, solo tres submarinos de la clase Seawolf están en servicio. La razón principal de esta cantidad tan baja es su alto costo por unidad.
En la década de 1990, la clase Seawolf representaba aproximadamente el 25% del presupuesto total de construcción de la Armada de Estados Unidos. A pesar de que estos submarinos podrían proporcionar una ventaja significativa frente a Rusia y China, el Congreso y el Pentágono optaron por otras inversiones. En lugar de invertir en la dinámica clase Seawolf, el gobierno de Estados Unidos decidió destinar fondos al programa de portaaviones de la Armada, financiado generosamente.
Con un costo inicial de 13.000 millones de dólares por buque y 700 millones adicionales al año, la Armada construyó el portaaviones de la clase Ford. Con el mismo presupuesto, se podrían haber construido cuatro submarinos más de la clase Seawolf. Debido a las crecientes capacidades de los rivales estratégicos de Estados Unidos para impedir el acceso y la negación de áreas, toda la inversión en nuevos portaaviones podría considerarse un desperdicio. Si China o Rusia pueden amenazar seriamente la seguridad de estos portaaviones, Washington mantendrá estos activos alejados de cualquier zona de conflicto, creando una brecha en su capacidad de proyección de poder.
El estado actual de la flota Seawolf y sus limitaciones
Si la Armada hubiera invertido en la clase Seawolf, podría haber asumido el riesgo de perder algunos activos en combate. Sin embargo, con solo tres unidades en la flota y ninguna otra en camino, la clase Seawolf podría extinguirse en un enfrentamiento con una gran potencia. El USS Connecticut es uno de los tres submarinos de la clase Seawolf. En 2021, patrullaba el Mar de China Meridional cerca de la base submarina china en la isla de Hainan. Durante su misión en aguas internacionales, chocó con una montaña submarina, sufriendo daños casi catastróficos. Regresó lentamente a puerto y está siendo reacondicionado, sin esperarse su regreso al servicio hasta dentro de al menos un año. Esto significa que la flota estadounidense solo cuenta con dos submarinos de la clase Seawolf en estos momentos.
El USS Jimmy Carter, uno de los submarinos de la clase Seawolf, se utiliza en misiones de operaciones especiales. En 2005, se amplió su eslora hasta los 30 metros, otorgándole capacidades notables. Si China invadiera Taiwán, el Jimmy Carter podría desplegarse de manera encubierta para apoyar a la insurgencia taiwanesa contra los invasores chinos.
Pero con solo un submarino disponible, es difícil imaginar el impacto que tendría una flota completa de 30 sistemas Seawolf. Estos submarinos serían probablemente mucho más relevantes en un conflicto con China o Rusia que toda la flota de portaaviones de Estados Unidos. Construir más submarinos de esta clase es ahora improbable debido a la decadencia de la base industrial de defensa de Estados Unidos, lo que también explica por qué el Connecticut tarda tanto en repararse.
Las consecuencias de la decisión de la Marina
La Marina perdió la oportunidad de capitalizar la revolución de los submarinos de la clase Seawolf, y ahora enfrenta las consecuencias de priorizar los intereses de los grandes contratistas de defensa sobre la necesidad de una fuerza submarina eficaz. La inversión en portaaviones ha dejado una brecha significativa en la capacidad de operaciones submarinas estratégicas de Estados Unidos. Con el auge de tecnologías antisubmarinas y las capacidades avanzadas de China y Rusia, la clase Seawolf podría haber proporcionado una ventaja táctica crucial en escenarios de conflicto potencial.
La falta de una flota más extensa de submarinos Seawolf significa que la Marina de Estados Unidos debe confiar en una combinación de submarinos de la clase Los Ángeles y la clase Virginia, que aunque capaces, no ofrecen el mismo nivel de sigilo y potencia de fuego que la clase Seawolf. Esta decisión estratégica ha sido criticada por analistas militares que argumentan que una flota submarina más robusta y avanzada podría disuadir mejor a adversarios como China y Rusia.
A medida que la tecnología y las tácticas navales continúan evolucionando, la inversión en submarinos de alta capacidad como la clase Seawolf se ve cada vez más como una necesidad para mantener la supremacía naval. La historia de los submarinos Seawolf destaca las difíciles decisiones financieras y estratégicas que enfrentan las fuerzas armadas en un entorno de amenazas cambiantes y recursos limitados.