El MiG-15 surgió de tecnología alemana capturada y un motor británico, marcando el inicio de la superioridad aérea soviética en la Guerra Fría.
El MiG-15 fue una respuesta soviética al dominio aéreo occidental
Considerado uno de los cazas más influyentes de la historia, el MiG-15 fue el resultado de una combinación de factores tecnológicos y políticos que coincidieron al final de la Segunda Guerra Mundial. La Unión Soviética, aunque triunfante, se encontraba rezagada en cuanto a motores a reacción frente a Estados Unidos y el Reino Unido, pero halló una oportunidad clave en la captura de tecnología alemana y el aprovechamiento de ingenieros del Tercer Reich.
Los primeros intentos soviéticos con reactores como el MiG-9 evidenciaron deficiencias críticas, especialmente en la fiabilidad de sus motores, derivados de modelos alemanes como el BMW 003. La falta de un sistema de propulsión confiable limitó el avance frente a los cazas occidentales de nueva generación.
La situación cambió inesperadamente en 1946, cuando el gobierno laborista británico autorizó la venta de 25 motores Rolls-Royce Nene a la URSS. Pese a la condición de uso no militar, los soviéticos ignoraron esta restricción. El motor fue sometido a ingeniería inversa por Klimov y adaptado bajo el nombre de RD-45, base del futuro MiG-15.
Con esta nueva capacidad, el diseño I-310 de Mikoyan y Gurevich evolucionó rápidamente. La versión refinada del motor, el Klimov VK-1, mejoró el rendimiento y permitió a la URSS cerrar la brecha con sus rivales. A diferencia del uso limitado que el Reino Unido dio al Nene, la URSS lo integró en un avión que alteraría el equilibrio militar global.
Diseño aerodinámico y producción masiva marcaron su éxito
El MiG-15 incluyó alas barridas a 35 grados, una solución técnica basada en documentos alemanes que mejoraba su rendimiento en velocidades cercanas al sonido. Este avance proporcionó superioridad aerodinámica sobre modelos como el F-80 Shooting Star y el Meteor F8.

El avión estaba armado con dos cañones de 23 mm y un cañón de 37 mm, orientado a la intercepción de bombarderos. Su primer vuelo ocurrió el 30 de diciembre de 1947, y tras superar las pruebas, inició su producción en serie en 1949.
La Unión Soviética fabricó más de 12,000 unidades, y autorizó su construcción bajo licencia en Polonia (Lim-1 y Lim-2), Checoslovaquia (S-102) y China (J-2 y JJ-2). Así consolidó su presencia en el bloque socialista.
La adopción del MiG-15 permitió a la URSS no solo competir con Occidente, sino también consolidar una industria aeronáutica capaz de diseñar reactores avanzados con producción escalable y distribución internacional.
Características técnicas clave del MiG-15 en combate
- Velocidad máxima: 1,005 km/h.
- Tasa de ascenso: 9,200 pies por minuto.
- Armamento: 2 cañones de 23 mm y 1 de 37 mm.
- Motor: Klimov VK-1, con 6,000 libras de empuje.
- Alas: diseño barrido de 35° para mejor eficiencia transónica.
El MiG-15 mostró su eficacia durante la Guerra de Corea
El primer enfrentamiento en combate ocurrió en abril de 1950, cuando pilotos soviéticos derribaron aviones nacionalistas chinos. Sin embargo, su impacto real se evidenció durante la Guerra de Corea, iniciada en junio del mismo año.
La participación china y el respaldo soviético alteraron la superioridad aérea de las fuerzas de la ONU. A partir de octubre de 1950, los MiG-15 comenzaron a operar desde bases en Manchuria, enfrentando a bombarderos B-29 y cazas estadounidenses.
El 1 de noviembre de 1950, derribaron dos P-51 Mustang sin sufrir pérdidas. Poco después, el teniente Semyon Jominich abatió un F-80C, marcando la primera victoria de caza a reacción. Uno de los eventos más significativos ocurrió el 12 de abril de 1951, cuando 30 MiG-15 destruyeron 12 bombarderos B-29 en el episodio conocido como “Jueves Negro”.

La presión del MiG-15 forzó a la USAF a suspender bombardeos diurnos durante tres meses y modificar sus tácticas. Esto evidenció la necesidad de desplegar cazas más avanzados para recuperar el control aéreo.
F-86 Sabre y MiG-15 protagonizaron duelos históricos
Estados Unidos aceleró la incorporación del North American F-86 Sabre, que integraba alas barridas similares y fue diseñado para igualar al MiG-15. Las batallas entre ambos, especialmente en la región conocida como “MiG Alley”, marcaron el inicio de la era del combate entre reactores.
El MiG-15 superaba al Sabre en velocidad de ascenso y maniobrabilidad vertical, mientras que el F-86 destacaba por su estabilidad como plataforma de disparo y su armamento de seis ametralladoras calibre .50, más efectivo en enfrentamientos entre cazas.
La diferencia principal radicó en la calidad de los pilotos. Los estadounidenses, con amplia experiencia en la Segunda Guerra Mundial, superaban en habilidad a muchos de sus rivales norcoreanos y chinos. Sin embargo, los ases soviéticos representaron una amenaza seria en el campo de batalla.
Las cifras de derribos siguen siendo motivo de controversia. La USAF afirmó una proporción de 10:1 a favor del Sabre, con solo 84 F-86 perdidos. Por el contrario, fuentes comunistas aseguraron haber derribado más de 1,000 aviones de la ONU, incluidos 650 Sabres.
El MiG-15 dejó una huella duradera en la historia militar

Tras su protagonismo en Corea, el MiG-15 sirvió de base para modelos posteriores como el MiG-17, utilizado en Vietnam, y el MiG-19, que participó en enfrentamientos en el estrecho de Taiwán. En 1958, uno fue derribado por un misil AIM-9 Sidewinder, lo que reflejaba la evolución del combate aéreo.
Aunque fue retirado del servicio activo en la década de 1960, su versión de entrenamiento, el MiG-15UTI, permaneció operativa durante décadas. Uno de estos aviones protagonizó un accidente fatal en 1968, que causó la muerte de Yuri Gagarin, el primer cosmonauta de la historia.
La venta del motor Nene, combinada con la tecnología alemana capturada y el diseño de alas barridas, proporcionó a la URSS una ventaja táctica imprevista. Esto forzó a Occidente a redoblar esfuerzos en innovación aeronáutica durante la Guerra Fría.
El MiG-15 no solo modificó la dinámica del combate aéreo, sino que simbolizó una convergencia de factores técnicos, históricos y humanos que redefinieron el poder militar en la segunda mitad del siglo XX.