El A-10 Warthog, famoso por su resistencia y potencia de fuego, enfrenta el retiro en favor del F-35. Su uso en portaaviones genera debate, pero su diseño plantea grandes desafíos.
La legendaria trayectoria del A-10 y su posible reinvención
Desde su entrada en servicio en 1977, el A-10 Warthog ha sido clave en el apoyo aéreo cercano, destacando en conflictos como la Guerra del Golfo, Irak y Afganistán. Su cañón GAU-8/A Avenger, capaz de disparar 3.900 proyectiles por minuto, ha demostrado una eficacia letal contra blindados.
Impulsado por dos motores turbofán General Electric TF34-GE-100, alcanza una velocidad de 676 km/h y un alcance de 1.287 km. Su cabina está protegida por una “bañera” de titanio de 544 kg, lo que le permite resistir fuego enemigo y regresar a base con daños severos.
A pesar de su efectividad en el campo de batalla, la Fuerza Aérea de EE. UU. planea retirar sus 281 unidades restantes para 2030, reemplazándolos por el F-35 Lightning II. Esta decisión responde a la necesidad de aviones con capacidades furtivas y mayor versatilidad en entornos de defensa aérea avanzada.
¿Puede el A-10 asumir un rol en operaciones navales?
En 2024, una misión en el Estrecho de Juan de Fuca demostró la adaptabilidad del A-10 al escoltar un submarino nuclear clase Ohio. Aunque tradicionalmente opera en tierra, esta incursión sugiere posibles roles en vigilancia costera y patrullas de baja velocidad.

Algunos analistas han planteado la idea de modificar el A-10 para su uso en portaaviones, lo que permitiría emplearlo en ataques costeros o apoyo a operaciones marítimas. Sin embargo, adaptar esta aeronave a un entorno naval conlleva desafíos significativos.
Principales obstáculos para la adaptación naval del A-10
- Diseño estructural inadecuado: Carece de refuerzos en el fuselaje y el tren de aterrizaje para soportar los aterrizajes en portaaviones.
- Almacenamiento en cubierta: Sus alas no son plegables, lo que dificulta su integración en espacios limitados.
- Corrosión en entornos marítimos: Los motores TF34 no están diseñados para resistir la salinidad del océano.
- Velocidad insuficiente: Con solo 676 km/h, sería vulnerable frente a cazas navales modernos como el F/A-18 Super Hornet.
- Altos costos de modificación: Adaptarlo a portaaviones requeriría cambios estructurales y nuevos sistemas de propulsión.
Propuestas de reutilización y el destino final del Warthog
Algunos legisladores, como el senador Mike Rounds, han propuesto donar los A-10 a Ucrania, donde su potencia de fuego sería útil contra blindados rusos. Sin embargo, el Pentágono ha expresado dudas debido a los costos de mantenimiento y la vulnerabilidad del A-10 ante sistemas de defensa aérea avanzados como el S-400.

A pesar de su efectividad comprobada, la tendencia militar actual favorece aviones más versátiles y con capacidades furtivas. En este contexto, la Marina de EE. UU. prefiere invertir en plataformas como el F-35C y drones como el MQ-25 Stingray, que ofrecen ventajas estratégicas sin los inconvenientes de adaptar un avión de más de 50 años.
El legado del A-10 en la historia militar
Si bien la idea de un A-10 navalizado resulta llamativa, las modificaciones necesarias lo convierten en una opción poco viable. La realidad es que el Warthog se diseñó para un propósito específico: el apoyo aéreo cercano en combate terrestre, y en ese rol ha sido insuperable.
Su retiro marca el fin de una era en la aviación militar, pero su impacto en la historia bélica sigue intacto. Aunque no evolucione hacia operaciones marítimas, el A-10 Thunderbolt II seguirá siendo recordado como una de las aeronaves más resistentes y letales jamás creadas.