Con miles de unidades producidas, el MiG-23 prometía revolucionar la aviación soviética, pero sus fallos técnicos y pobres resultados lo convirtieron en un desastre estratégico.
El MiG-23 fue diseñado para competir con cazas occidentales
Durante la Guerra Fría, la Unión Soviética apostó por el MiG-23 “Flogger” como el sucesor del exitoso MiG-21, con la intención de crear un interceptor ligero y tecnológicamente superior. Equipado con alas de geometría variable, un radar Sapfir-23 y misiles de largo alcance, el avión debía igualar o superar al F-4 Phantom II estadounidense. Su motor Tumansky R-29-300 le daba velocidades de hasta Mach 2.4, y se preveía que su versatilidad le permitiría operar en múltiples entornos tácticos.
Sin embargo, esas expectativas se desvanecieron rápidamente. La combinación de complejidad técnica, dificultades de pilotaje y mantenimiento problemático provocó que el MiG-23 nunca alcanzara el nivel prometido. Su diseño ambicioso, lejos de traducirse en eficacia operativa, expuso graves deficiencias que se arrastraron durante toda su vida útil.
La dificultad de pilotaje y los fallos recurrentes en el sistema de combustible y el motor limitaron su despliegue efectivo. A pesar de haber sido concebido como un salto tecnológico, el MiG-23 terminó siendo una plataforma poco fiable que, en muchos casos, ofrecía menos ventajas que el MiG-21 que debía reemplazar.
Las decisiones técnicas adoptadas, incluyendo el sistema de alas de geometría variable, añadieron peso y complejidad sin mejorar el rendimiento en combate. La burocracia y las limitaciones presupuestarias soviéticas empeoraron aún más el resultado final del proyecto.

Datos clave del desempeño fallido del MiG-23 en combate
- Más de 50 MiG-23 iraquíes fueron derribados por cazas iraníes durante la guerra Irán-Irak.
- En 1982, Israel derribó más de una docena de MiG-23 sirios sin sufrir pérdidas.
- Dos MiG-23 libios fueron abatidos por F-14 estadounidenses en el Golfo de Sidra en 1989.
- El MiG-23MS, variante de exportación, carecía de receptor de alerta radar y tenía aviónica obsoleta.
- La Fuerza Aérea Soviética retiró el MiG-23 en 1999, antes que al MiG-21.
Fracaso táctico y pobre desempeño en múltiples conflictos
El historial del MiG-23 en combate refleja una serie de fracasos acumulados. Su rendimiento en enfrentamientos reales fue consistentemente inferior al de sus contrapartes occidentales. En las guerras árabe-israelíes, sus limitaciones se hicieron evidentes frente a F-15 y F-16, donde los Flogger fueron abatidos masivamente sin lograr bajas significativas.
Durante la guerra Irán–Irak, el F-14 Tomcat y el F-4 Phantom II de Irán neutralizaron decenas de MiG-23 iraquíes. Incluso frente a cazas más antiguos como el F-5 Tiger II, el MiG-23 demostró ser vulnerable. Las pérdidas no fueron aisladas, sino consecuencia de deficiencias estructurales y de diseño que nunca fueron completamente resueltas.
Las pruebas revelaron que el avión tenía problemas serios de estabilidad a altas velocidades y durante maniobras con altos ángulos de ataque. El motor R-29, aunque potente, sufría sobrecalentamientos y requería mantenimiento constante. Esto se tradujo en una baja tasa de disponibilidad y en una limitada capacidad operativa.
Incluso en condiciones normales de vuelo, el aterrizaje era riesgoso debido al mal diseño aerodinámico. Comparado con el MiG-21, más barato, ágil y sencillo, el Flogger resultó ser un paso atrás. Las variantes posteriores, como el MiG-23MLD, no lograron revertir esa percepción negativa.
Errores técnicos y políticos condenaron al MiG-23 al fracaso
Desde el inicio, el desarrollo del MiG-23 estuvo marcado por decisiones comprometidas por limitaciones presupuestarias y presión política. La adopción de tecnologías complejas sin un soporte logístico adecuado llevó a la creación de un avión que, aunque impresionante sobre el papel, fue incapaz de rendir en combate.

Los modelos iniciales sufrían problemas de aviónica, sistemas de combustible y fiabilidad estructural. Las versiones exportadas, como el MiG-23MS, fueron incluso peores, con radar simplificado y sin defensas electrónicas básicas, dejándolas completamente vulnerables en entornos hostiles.
Aunque algunas variantes posteriores mostraron mejoras, la imagen del MiG-23 como plataforma ineficaz ya estaba consolidada. Las fuerzas aéreas del Pacto de Varsovia lo descartaron con rapidez, priorizando otros modelos más confiables o directamente regresando al MiG-21.
El MiG-27, versión terrestre derivada del MiG-23, tuvo algo más de éxito como avión de ataque, pero no logró redimir el fracaso global del diseño original. La retirada temprana del Flogger por parte de la Unión Soviética en 1999 subrayó el reconocimiento tácito de su ineficiencia.
El MiG-23 quedó como ejemplo de fracaso tecnológico en serie
Producido en más de 5.000 unidades, el MiG-23 cumple con los requisitos históricos para ser evaluado como uno de los peores cazas operativos en la historia de la aviación militar. Su desarrollo costoso, su pobre desempeño en combate real y su retirada prematura confirman su fracaso.

A diferencia de otros proyectos fallidos que nunca pasaron de la etapa de prototipo, el Flogger fue desplegado masivamente y se enfrentó a múltiples escenarios reales donde demostró consistentemente su ineficacia. La innovación de sus alas variables no compensó sus defectos fundamentales.
La historia del MiG-23 ofrece una lección clara sobre los riesgos de implementar soluciones tecnológicas sin una base práctica sólida. Su ambición por igualar o superar a los cazas occidentales fue desmentida por una ejecución deficiente que lo convirtió en un activo militar más simbólico que funcional.
Hoy, su presencia limitada en países como Siria, Corea del Norte y Angola refleja más una inercia logística que una valoración real de sus capacidades. El MiG-23 representa un punto bajo en la historia del diseño soviético, donde la innovación mal aplicada y los compromisos políticos llevaron al campo de batalla un caza condenado al fracaso.