El Ulyanovsk, con todas sus promesas y posibilidades, se convirtió en un símbolo de una era de ambiciones no realizadas y recursos malgastados.
Tumba naval soviética: El fracaso del Ulyanovsk en 1991
El análisis del colapso de la Unión Soviética en 1991 a menudo se centra en la inflación de su gasto en defensa, un síntoma de su intento desesperado por igualar las capacidades militares de Estados Unidos. Un ejemplo destacado y revelador de esta tendencia es el Proyecto 1143.7, el Ulyanovsk, un portaaviones de propulsión nuclear. Este proyecto, enmarcado en una visión grandilocuente, pretendía proporcionar a la Unión Soviética capacidades de aviación naval en aguas azules, un avance sin precedentes en su historia militar. Sin embargo, el Ulyanovsk es emblemático no solo de ambición, sino también de la falla estratégica y económica.
El Ulyanovsk, concebido en la cresta de la carrera armamentística, resultó ser un coloso condenado desde su gestación. Tres años después de iniciada su construcción, la Unión Soviética se disolvía, dejando el proyecto inacabado y relegado al olvido. Esta prematura obsolescencia no solo refleja un cálculo erróneo en la planificación militar, sino también una negligencia en la evaluación de la viabilidad económica y política.
Ulyanovsk: Brecha naval entre Rusia y Estados Unidos
La preocupación estadounidense por las capacidades militares rusas parece, bajo este prisma, exagerada, si no irracional. La realidad operativa de Rusia, evidenciada en su incapacidad para ocupar eficazmente regiones como el este de Ucrania, desmiente la percepción de una amenaza militar convencional significativa hacia Estados Unidos. Este desajuste entre percepción y capacidad real es aún más palpable en el contexto naval.
El portaaviones, un barómetro no oficial, pero efectivo del poder militar y económico de una nación, demuestra la disparidad entre las flotas de Estados Unidos y Rusia. Mientras Estados Unidos opera 11 portaaviones nucleares, Rusia carece de uno solo. En su lugar, la Armada rusa se ve obligada a depender de un portaaviones obsoleto y problemático, alimentado por Mazut, un combustible petroquímico anticuado. Este portaaviones, caracterizado por su ineficiente operatividad y su visible contaminación atmosférica, simboliza la desfasada realidad naval rusa.
Ulyanovsk vs. Kuznetsov: Visiones contrastantes en la estrategia naval rusa
La odisea del Almirante Kuznetsov, sumida en reparaciones y modernizaciones interminables, plagada de contratiempos y desastres, contrasta drásticamente con el ambicioso proyecto del portaaviones Ulyanovsk. Este contraste entre el Kuznetsov, un símbolo de la obsolescencia y el estancamiento, y el Ulyanovsk, una promesa de avance tecnológico, pone en relieve la distancia entre la visión y la realidad en la estrategia naval rusa.
El Ulyanovsk, botado el 25 de noviembre de 1988, representaba un salto cualitativo en las capacidades militares soviéticas. Estaba destinado a ser un cambio de juego, con sus dos catapultas de vapor Mayak que habrían permitido lanzamientos de aviones completamente cargados. En contraste, el Kuznetsov se ve limitado a lanzar aviones menos cargados debido a su diseño de “salto de esquí”. Esta diferencia no es trivial; marca la frontera entre lo que podría haber sido una potencia aeronaval y la realidad de una flota limitada en sus capacidades operativas.
Ulyanovsk: La ambición naval truncada y su impacto en la estrategia rusa
Además, el Ulyanovsk habría contado con cuatro reactores nucleares KN-3, ofreciendo una capacidad de permanencia en el mar prácticamente ilimitada, un atributo esencial para un poder naval global. Su configuración de aviones y helicópteros, con una combinación de 44 aviones de combate Sukhoi Su-33, Su-27K, y Mikoyan MiG-29K, junto con seis aviones de alerta temprana Yakovlev Yak-44 RLD y una flota de helicópteros Kamov Ka-27 y Ka-27PS, habrían conformado una imponente fuerza aérea embarcada.
Pero la historia del Ulyanovsk termina en una nota de fracaso y desperdicio. La disolución de la Unión Soviética en 1991 llevó a la cancelación del proyecto por falta de fondos, cuando el barco estaba apenas completado en un 40%. Este gigante de 1.054 pies y 65.000 toneladas fue finalmente desguazado, un proceso que se prolongó hasta 2015.
El Ulyanovsk, con todas sus promesas y posibilidades, se convirtió en un símbolo de una era de ambiciones no realizadas y recursos malgastados. Mientras tanto, el Kuznetsov, atrapado en un ciclo de reparaciones y modernizaciones infructuosas, sirve como un recordatorio constante de la brecha entre la aspiración soviética de dominio naval y la realidad disfuncional de la Rusia post-soviética. La lección aquí es clara: la visión estratégica, por muy grandiosa que sea, debe estar fundamentada en una evaluación realista de las capacidades y recursos disponibles. La historia del Ulyanovsk y el estado actual del Kuznetsov no solo reflejan errores de cálculo y planificación, sino también una desconexión profunda entre la ambición militar y la sostenibilidad económica y política.
El Proyecto 1143.7, conocido como Ulyanovsk, fue un ambicioso plan soviético para construir un portaaviones de propulsión nuclear. Su objetivo era proporcionar a la Unión Soviética capacidades avanzadas de aviación naval en aguas azules, representando un avance sin precedentes en su historia militar.
El Ulyanovsk se convirtió en un símbolo de falla estratégica y económica debido a su prematura obsolescencia. Iniciado en plena carrera armamentística, su construcción fue interrumpida por la disolución de la Unión Soviética, evidenciando un cálculo erróneo en la planificación militar y una negligencia en la evaluación de viabilidad económica y política.
La realidad naval rusa, caracterizada por la dependencia de tecnología obsoleta y capacidades limitadas, contrasta marcadamente con la percepción estadounidense de una amenaza militar convencional significativa. El estado actual de la flota rusa, incluyendo el desfasado portaaviones Kuznetsov, demuestra esta disparidad.
El Ulyanovsk representaba un salto cualitativo en las capacidades militares soviéticas. Estaba destinado a ser un cambio de juego, con sus catapultas de vapor avanzadas y reactores nucleares que habrían ofrecido una capacidad de permanencia en el mar casi ilimitada, marcando una diferencia significativa en el poder aeronaval.
La historia del Ulyanovsk y el estado actual del Kuznetsov reflejan errores de cálculo y planificación, así como una desconexión entre la ambición militar y la sostenibilidad económica y política. Enseñan que la visión estratégica debe estar fundamentada en una evaluación realista de capacidades y recursos disponibles.