El enfrentamiento de varias semanas entre Moscú y la OTAN, el paraguas de seguridad occidental, se intensificó el martes cuando el presidente ruso Vladimir Putin amenazó con una “respuesta técnico-militar” si esta última no dejaba de aplicar lo que su gobierno considera políticas agresivas en la vecina Ucrania y sus alrededores.
En su discurso a los oficiales del ejército y del ministerio de defensa, Putin dijo: “Si continúa la línea evidentemente agresiva de nuestros colegas occidentales, tomaremos medidas militares-técnicas de represalia adecuadas”.
Las declaraciones del presidente ruso se produjeron en un momento en el que Moscú está desplegando miles de tropas a lo largo de su frontera con Ucrania, un país que considera dentro de su órbita de influencia, pero cuyo ejército lleva tiempo entrenando junto a las fuerzas de la OTAN. Rusia sigue oponiéndose al deseo de Ucrania de convertirse en miembro de pleno derecho de la OTAN, una alianza de seguridad liderada por Estados Unidos que se creó en 1949 como baluarte contra la antigua Unión Soviética, de la que Ucrania formaba parte. Moscú también se opone a cualquier despliegue de sistemas de armamento de la OTAN en Europa del Este, mientras se habla en Washington de enviar fuerzas para apoyar a los aliados de la OTAN en la región si Rusia invade Ucrania.
La escalada de tensiones en medio de la preocupación de la OTAN por una invasión rusa será preocupante no sólo para las partes interesadas de la región, sino tal vez incluso para los países de todo el mundo, dado el impacto que un estallido de guerra podría tener en la estabilidad mundial.
Putin ha tratado de rebajar la temperatura en los días transcurridos dejando margen para las negociaciones con la OTAN el mes que viene -al igual que el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov-, y ambos líderes han exigido ciertas “garantías de seguridad” a Occidente. Karen Donfried, Subsecretaria de Estado estadounidense para la Oficina de Asuntos Europeos y Euroasiáticos, ha calificado de “inaceptables” algunas de las exigencias de Moscú, pero ha insinuado que el diálogo sobre el futuro de Ucrania y la seguridad en Europa se iniciará el mes que viene. Lavrov, por su parte, ha subrayado que cualquier proceso de negociación no debe ser perpetuo, sobre todo porque las amenazas -tal y como las ve Rusia- surgen continuamente, con la infraestructura de la OTAN acercándose cada vez más a las fronteras rusas.
El problema de las propuestas rusas es su falta de viabilidad. Por ejemplo, una de las exigencias es que la OTAN detenga todas las actividades de expansión en dirección a Ucrania. Otra incluye poner fin a la cooperación militar occidental en Europa del Este, especialmente con las antiguas repúblicas soviéticas.
El acuerdo de mantener conversaciones en enero puede calmar un poco las cosas, pero no desactivará el enfrentamiento. De hecho, las conversaciones no descartan la posibilidad de una guerra y pueden no alterar el curso de los respectivos planes que tanto la OTAN como Rusia están poniendo en marcha. Ambas partes afirman que quieren evitar una confrontación militar, pero no hay garantías para alejar el espectro de la guerra.
¿Qué ocurrirá si las conversaciones fracasan? El plan ruso, tal y como lo expuso Putin en su discurso en el Ministerio de Defensa, es esencialmente militar e incluye ataques preventivos que podrían llevar a la guerra. Estados Unidos y Europa, por su parte, planean presionar a Rusia económicamente. Se centran en un posible régimen de sanciones dirigido específicamente al sector de la alta tecnología del país.
Las sanciones occidentales causarían un gran daño a la economía rusa, al igual que los posibles intentos de cercar el país e impedir que sus buques realicen viajes a lugares estratégicos, incluidas las bases en Siria. Esta es una de las implicaciones globales de un conflicto.
Otra implicación podría ser para Pekín, que podría estar ya beneficiándose de la escalada de tensiones. Putin visitará China en febrero para discutir una mayor cooperación militar y de seguridad en un momento en que no todo es bueno entre Pekín y Washington en el contexto de su competencia entre grandes potencias.
Moscú culpa a Occidente de la crisis actual, ya que considera que Estados Unidos está invadiendo la esfera de influencia de Rusia, también con sus misiles, como ha dicho Putin. Quiere que la OTAN ofrezca garantías jurídicamente vinculantes -no sólo verbales- de que no desplegará fuerzas o armamento en Ucrania ni admitirá a este país en su redil. Pero sabe que Washington no cumplirá estas exigencias, y por ello está subiendo la temperatura.
En su discurso, Putin llamó la atención sobre el poderío militar de Rusia. Pero dijo algo más revelador: que Washington “debería entender que no tenemos ningún lugar al que retirarnos”.
No cabe duda de que se trata de un juego de alto riesgo, pero ¿se arriesgará Rusia a quedar aislada por Occidente o a la posibilidad de volver al tipo de hostilidades de la Guerra Fría vistas durante el apogeo de la Unión Soviética? ¿O se trata de una estratagema de Moscú para que Occidente siga dudando? ¿Existe una salida para ambas partes que les permita salvar la cara? El enfrentamiento parece estar ahora en su punto álgido -a pesar de un acuerdo para mantener conversaciones el próximo año- con el ejército ruso enfrentado a las sanciones occidentales. Todo el mundo debería abrocharse los cinturones.