Las fuerzas armadas rusas utilizaron sistemas defensivos aéreos y bombas de precisión de 1.500 kilogramos en operaciones contra objetivos en Ucrania durante los primeros meses de la invasión iniciada en febrero de 2022.
Estos artefactos, fabricados para contratos de exportación con Kazajstán y Egipto, se requisaron por el ministerio de Defensa ruso ante escaseces en el arsenal propio. Documentos internos, divulgados por el grupo de hackers Black Mirror, revelan el acceso a archivos de la corporación estatal Rostec y su subsidiaria Concern Radio-Electronic Technologies. Rusia enfrentó presiones logísticas y sanciones internacionales que limitaron su producción y adquisiciones.
El ministerio de Defensa ruso solicitó formalmente en noviembre de 2022 la requisición de 50 bombas UPAB-1500BE almacenadas en instalaciones de Concern Radio-Electronic Technologies. Estas municiones, producidas bajo encargo para Kazajstán, se adoptaron después de la retirada de tropas rusas de Jersón, donde fuerzas ucranianas recuperaron territorio. Las bombas incorporan una ojiva de alto explosivo superior a 1.000 kilogramos y un sistema de guía inercial por satélite con alcance de hasta 50 kilómetros. Lanzadas desde aviones como los Su-34M, evitan exposiciones a defensas antiaéreas enemigas.
Las autoridades rusas entregaron 23 unidades de bombas UPAB-1500BE a sus fuerzas en noviembre de 2022 y programaron el envío de las 27 restantes para diciembre. Estas municiones destruyen estructuras protegidas, como puestos de mando subterráneos, puentes ferroviarios y búnkeres. Su empleo ocurrió en ataques contra instalaciones en regiones como Chernihiv y Donetsk, con daños en posiciones ucranianas. La aviación rusa utilizó estas bombas por primera vez en marzo de 2023, según el portavoz de la Fuerza Aérea ucraniana Yurii Ihnat, quien reportó impactos en instalaciones civiles y militares en el norte del país.
Durante la primavera de 2022, el ministerio de Defensa ruso requisó cuatro sistemas de contramedidas electrónicas L-265M10-02 Khibiny-M de un contrato con Egipto. Estos dispositivos, aceptados por el comprador y listos para envío, equiparon aviones Su-35 rusos sin protección adecuada contra defensas antiaéreas. Los Khibiny-M generan interferencias que confunden radares y misiles enemigos. La decisión respondió a pérdidas en la aviación rusa, con exposición de tripulaciones a riesgos durante misiones en Ucrania.
Un memorando interno de Concern Radio-Electronic Technologies, divulgado por Black Mirror, indicó la suspensión temporal de pruebas del sistema L-420-02 Khibiny-U. Los aviones Su-35 designados para ensayos se desplegaron en el frente ucraniano. La corporación Rostec enfrentó interrupciones por estas requisiciones. Los hackers publicaron el primer lote de archivos en septiembre de 2025 y expusieron fallos en pruebas de sistemas avanzados, atribuidos al desvío de recursos hacia la guerra.
Rusia contactó a aliados para recuperar equipo exportado. En abril de 2022, funcionarios rusos visitaron El Cairo y solicitaron al presidente egipcio Abdel Fattah el-Sisi la devolución de más de 100 motores de helicópteros esenciales para Ucrania. Egipto accedió parcialmente, con un envío de alrededor de 150 motores en diciembre de 2022. Bielorrusia entregó seis motores para helicópteros Mi-26, según fuentes familiarizadas con las negociaciones.
Rusia intentó recomprar armamento vendido a Pakistán y Brasil. Estos países rechazaron las propuestas o negaron solicitudes formales. Las autoridades pakistaníes declararon que no recibieron acercamientos, mientras Brasil declinó cooperar para evitar sanciones occidentales. Egipto, importador de armamento ruso en África, ajustó su postura ante presiones externas. Inicialmente planeó fabricar cohetes para Rusia, pero suspendió el esfuerzo tras conversaciones con Estados Unidos en 2023 y redirigió la producción hacia municiones para Ucrania.
Este cambio en Egipto reflejó tensiones diplomáticas, con relaciones con ambos bandos de la guerra y amenazas de sanciones por parte de Washington si colaboraba con Moscú. Rusia vio mermadas sus exportaciones armamentísticas globales, con un declive del 92% desde 2021, según estimaciones del instituto de Kiel. Países como India diversificaron proveedores hacia China y Occidente, por problemas de calidad y retrasos en entregas.
Kazajstán suspendió sus exportaciones armamentísticas por un año en agosto de 2022, lo que limitó opciones para Moscú. No se registraron entregas adicionales de bombas UPAB-1500BE más allá de las requisadas en 2022. La producción rusa de municiones guiadas aumentó un 200% desde la invasión, con prioridad al suministro interno sobre contratos extranjeros. Bielorrusia mantuvo envíos limitados de componentes, pero rechazó solicitudes mayores para evitar escaladas con Occidente. Pakistán negó acuerdos de recompra y mantuvo neutralidad.
Las fuerzas ucranianas desplegaron barreras de ingeniería contra drones y desarrollaron sistemas de interceptación locales ante ataques rusos. La aviación rusa operó con sistemas Khibiny-M requisados en regiones como Sumy y Járkov. Egipto firmó contratos con proveedores occidentales, como aviones de combate estadounidenses, para compensar cancelaciones de acuerdos rusos previos, como la adquisición de cazas Su-35 en 2022. Brasil reportó presiones diplomáticas para no colaborar con Moscú en armamento.