En 2015, Rusia vendió 24 cazas Su-35 a China por 2.500 millones de dólares. Pekín usó la tecnología del avión para mejorar su propia flota, reduciendo su dependencia de Moscú.
La venta del Su-35 a China y sus consecuencias estratégicas
En 2015, Rusia acordó la venta de 24 cazas Su-35 a China por un valor de 2.500 millones de dólares. Este acuerdo convirtió a Pekín en el primer comprador extranjero del avanzado avión de combate.
La entrega de los cazas en lotes sucesivos generó especulaciones sobre los verdaderos intereses de China. En lugar de fortalecer su flota con el Su-35, el país asiático parece haber utilizado la compra como una oportunidad para acceder a tecnología de vanguardia.
China ha desarrollado una estrategia de ingeniería inversa basada en la adquisición de sistemas extranjeros y su adaptación a sus propios diseños. Este patrón ya se había observado con el Su-27, cuya compra en los años 90 derivó en el desarrollo del J-11, un caza chino basado en tecnología rusa.
El caso del Su-35 sugiere que Pekín pudo haber seguido el mismo camino. Aunque no hay evidencia de una réplica exacta, expertos sospechan que su principal interés radicaba en la aviónica, los motores y los sensores del avión.

China aprovechó la tecnología del Su-35 para su desarrollo militar
El Su-35 es un caza de generación 4++ con mejoras significativas en maniobrabilidad, sensores y guerra electrónica. Su motor AL-117S, con toberas vectoriales, ofrece una relación empuje-peso de 1,30, permitiéndole una agilidad excepcional.
Uno de los aspectos más relevantes de esta transacción es la posible influencia del Su-35 en el desarrollo de los cazas chinos de quinta generación. China ha trabajado en la modernización de su flota con modelos como el J-20 y el J-35A, aviones que han incorporado mejoras en propulsión y sigilo.
El motor WS-15, ahora integrado en el J-20, podría haberse beneficiado de la tecnología del Su-35. Este avance ha permitido a China reducir su dependencia de los motores rusos, marcando un hito en su industria aeronáutica.
Otro componente clave es el radar Irbis-E del Su-35, capaz de rastrear hasta 30 objetivos y atacar ocho simultáneamente. Su combinación de sensores avanzados y sistemas de guerra electrónica podría haber proporcionado información valiosa para el desarrollo de tecnologías propias en China.

Cómo China aprovechó el Su-35 en su modernización militar
- Aviónica y sensores: China pudo analizar la tecnología del Su-35 para mejorar sus propios radares y sistemas de guerra electrónica.
- Propulsión: El motor AL-117S con toberas vectoriales sirvió de referencia para optimizar el desarrollo del WS-15.
- Diseño aerodinámico: Las características del Su-35 en reducción de firma radar pudieron influir en el diseño del J-20 y el J-35A.
- Guerra electrónica: La integración de estos sistemas en el Su-35 ofreció a China una base para mejorar sus propios cazas furtivos.
El precedente del J-11 y la pérdida de ventaja rusa
La compra del Su-35 recuerda el caso del J-11. En los años 90, China adquirió el Su-27SK bajo un acuerdo de producción con Rusia. Sin embargo, tras fabricar menos de la mitad de las unidades pactadas, Pekín suspendió la colaboración y lanzó el J-11 con tecnología propia.
Este episodio demostró la capacidad de China para absorber tecnología extranjera y convertirla en una ventaja competitiva. Años después, la historia parece repetirse con el Su-35.

Desde la recepción de los cazas entre 2016 y 2018, China no ha ampliado su flota de Su-35, lo que refuerza la teoría de que su interés principal era analizar sus componentes en lugar de depender de ellos operativamente.
Rusia, al vender esta aeronave avanzada, pudo haber facilitado el crecimiento de un competidor directo en la industria aeronáutica militar, afectando su posición en el mercado global de cazas.
Las repercusiones estratégicas para Rusia tras la venta del Su-35
Para Moscú, la venta del Su-35 representó un alivio financiero en un contexto de sanciones occidentales. Sin embargo, las ganancias a corto plazo contrastan con las consecuencias a largo plazo.

China ha logrado avances significativos en el desarrollo de cazas propios. La adopción del WS-15 en el J-20 y la creciente sofisticación del J-35A evidencian su independencia tecnológica.
El acceso a la tecnología del Su-35 pudo haber acelerado este proceso, consolidando a China como un actor clave en el mercado de aviones de combate. Mientras tanto, Rusia enfrenta desafíos para mantener su cuota de mercado frente a fabricantes occidentales y chinos.
El verdadero costo de la venta del Su-35 no se mide solo en los 2.500 millones de dólares de la transacción. Al compartir su tecnología con China, Rusia pudo haber fortalecido a un país que, en el futuro, podría convertirse en un rival estratégico tanto en la región como en el mercado global de defensa.