Permitió patrullar, detectar y atacar submarinos desde portaaviones con avión a reacción, operó más de tres décadas y cerró servicio en 2009, 2016 y 2021.
Origen del programa VSX, cronología de servicio y volumen de flota
El S-3 Viking permitió que un portaaviones de la Armada de Estados Unidos patrullara, detectara y atacara submarinos con un avión a reacción antisubmarino. Sostuvo esa función durante más de tres décadas hasta su retiro de flota en 2009, con aparatos navales en 2016 y cierre de actividad en la NASA en 2021. La combinación de sensores digitales, autonomía sostenida y empleo multimisión desde cubierta lo situó como plataforma principal desde 1974.
El origen del Viking respondió al programa VSX, que buscó reemplazar al S-2 Tracker con una plataforma de reacción y para todo tiempo apta para cubierta. Lockheed inició el desarrollo en agosto de 1969, realizó el primer vuelo el 21 de enero de 1972 y entregó los primeros aparatos a la unidad de adiestramiento VS-41 en febrero de 1974. Esa transición consolidó la doctrina antisubmarina embarcada dentro del ala aérea de la Armada de Estados Unidos.
A lo largo del programa se fabricaron 187 unidades, con ocho de pruebas y 179 operativas, entre 1971 y 1978. Estas aeronaves acumularon cerca de 1,7 millones de horas de vuelo en 18 escuadrones. Ese volumen reflejó la adopción sostenida durante la Guerra Fría y la posterior reasignación a misiones de vigilancia marítima y apoyo en tierra, una vez que el entorno estratégico cambió y el énfasis operacional se desplazó hacia tareas de control de superficie.
El marco temporal y cuantitativo del programa describió un sistema concebido para la Guerra Fría que luego cubrió vigilancia marítima y terrestre sin abandonar la operación desde cubierta. El primer vuelo ocurrió en 1972 y la entrada en servicio en 1974, fechas que fijaron el inicio del empleo naval persistente. La continuidad operativa apuntaló la función antisubmarina embarcada y sirvió como base para posteriores incrementos de sensores, comunicaciones y armamento en las versiones del modelo.

Puntos clave del S-3 para guerra antisubmarina embarcada
- Primer avión antisubmarino a reacción de la Armada con operación desde portaaviones y cobertura sostenida sin plataformas de hélice.
- Arquitectura acústica informatizada y radar AN/APS-137 con imagen de apertura sintética inversa para clasificar blancos de superficie.
- Integración con el sistema AN/SQQ-34 del portaaviones para planificación de sonoboyas, coordinación de búsquedas y ejecución de ataques.
- Capacidad de reabastecimiento en vuelo orgánica del ala para ampliar radios de salida y apoyar recuperaciones de apontaje.
Propulsión, sensores y enlace con la red táctica del portaaviones
La planta motriz empleó dos turbofán de alto índice de derivación General Electric TF34, seleccionados por eficiencia y fiabilidad para operaciones desde portaaviones. Esa elección permitió mantener velocidades de patrulla sostenidas con consumos contenidos y márgenes de operación adecuados sobre áreas de búsqueda extensas. La misma familia de motores equipó al A-10 de la Fuerza Aérea, lo que aportó una base logística y de experiencia técnica útil para un entorno naval de alta demanda.
El S-3 incorporó una arquitectura de misión informatizada capaz de procesar en tiempo real la acústica de decenas de sonoboyas, con un aumento notable de capacidad frente a plataformas previas. Durante su evolución, el radar de vigilancia de superficie AN/APS-116 cedió su lugar al AN/APS-137 con imagen de apertura sintética inversa, lo que habilitó la clasificación de buques por firma dinámica a mayores distancias y complementó las pistas acústicas con identificación no acústica.

El Laboratorio de Investigación Naval contribuyó al desarrollo de la sustitución del radar y a la integración de sensores, con un ciclo de detección, localización y ataque basado en la fusión a bordo. El avión combinó acústica y modos no acústicos y cerró el ciclo táctico de forma autónoma o en coordinación con otros medios del ala. Ese esquema fortaleció la capacidad del grupo de combate para hallar, fijar y neutralizar amenazas submarinas y de superficie.
La integración con la red de combate del portaaviones se articuló a través del sistema táctico de apoyo AN/SQQ-34, operativo desde 1973 y actualizado por incrementos. Ese marco proporcionó a los S-3 y a los helicópteros antisubmarinos procesamiento, coordinación y distribución de información. La infraestructura enlazó a los equipos del grupo de combate con los sensores del avión y estandarizó la explotación de datos para planear sonoboyas, asignar búsquedas y ejecutar ataques antisubmarinos y contra superficie.
Variantes, armamento antibuque y empleo operacional documentado naval
El armamento incluyó torpedos ligeros antisubmarinos en una bodega central amplia y, con las versiones posteriores, capacidad antibuque y de ataque de precisión. La variante S-3B, desarrollada en los años ochenta, añadió mejoras de sensores e integración de misiles Harpoon. Esa configuración abrió la posibilidad de atacar blancos de superficie más allá del horizonte con datos de designación propios o aportados por otros medios del ala aérea embarcada del portaaviones.
Las variantes ampliaron el alcance funcional del diseño base. El US-3A, derivado de pruebas en 1976, validó el empleo logístico de cabina y bodega para transporte ligero y enlace. El ES-3A Shadow, conversión de 16 S-3A, sustituyó al EA-3B en inteligencia de señales con cuatro tripulantes y más de sesenta antenas externas. En paralelo, la propia plataforma adoptó el reabastecimiento en vuelo entre aeronaves del ala mediante cápsulas bajo las alas.

Durante la invasión de Irak en 2003, un S-3B del escuadrón VS-38 destruyó un objetivo en la zona de Basora con un misil Maverick de guía láser, hecho documentado por Naval Aviation News. En esa campaña, los Viking transfirieron millones de libras de combustible a aeronaves de la coalición y confirmaron su función de avión cisterna. El 1 de mayo de 2003, un S-3B de VS-35 trasladó al presidente con el distintivo “Navy One”.
Tras el fin de la Guerra Fría, el Viking priorizó vigilancia marítima y terrestre y el reabastecimiento en vuelo del ala hasta el retiro del último escuadrón de control del mar en enero de 2009. Lockheed Martin ubicó el cierre del servicio de flota en esa fecha. El empleo residual continuó en el VX-30, con dos aparatos dados de baja en enero de 2016. NASA concluyó actividad aérea en 2021 y trasladó un S-3B en 2025.
Impacto técnico medible en guerra antisubmarina y apoyo del ala orgánico
La valoración cuantitativa y técnica del programa permite afirmar tres componentes verificables. Primero, el S-3 fue el primer avión de caza submarina a reacción de la Armada y estableció un estándar de persistencia y cobertura que el ala aérea sostuvo desde un portaaviones sin recurrir a plataformas de hélice. Registros históricos oficiales del servicio acreditan ese hecho y sitúan al modelo dentro del cambio doctrinal de la aviación naval antisubmarina embarcada.
Segundo, integró de origen un sistema acústico informatizado y evolucionó a un radar con capacidad de imagen de apertura sintética inversa. Esa combinación incorporó en el propio avión una capacidad de clasificación de blancos de superficie que antes permanecía limitada a medios estratégicos o a patrulleros marítimos de mayor tamaño. El resultado elevó la eficacia de identificación táctica desde el ala embarcada y redujo dependencias de plataformas externas de gran porte.

Tercero, su función de reabastecedor orgánico permitió al ala embarcada sostener salidas a mayor radio y recuperar aeronaves en la fase crítica del apontaje, con una reducción de la dependencia de petroleros basados en tierra. Ese papel añadió flexibilidad a la maniobra del grupo de portaaviones y cerró el círculo logístico necesario para mantener el ritmo de operaciones durante prolongados periodos de actividad en alta mar y en proximidad litoral.
La combinación de estos elementos describe un cambio funcional medible sustentado en hechos de diseño y empleo. El S-3 habilitó patrullas antisubmarinas a reacción desde cubierta, sumó clasificación avanzada de blancos de superficie y proporcionó reabastecimiento en vuelo orgánico para el ala aérea. Ese conjunto respaldó la transición desde la Guerra Fría a misiones de vigilancia y apoyo en tierra y mantuvo coherencia técnica con las exigencias del grupo de combate embarcado.
