La cancelación prematura del F-22 Raptor limitó su flota a 185 unidades, lejos de las 750 previstas, reduciendo la supremacía aérea estadounidense frente a nuevas amenazas.
Impacto de la cancelación del F-22 en la supremacía aérea
La Fuerza Aérea de los Estados Unidos opera solo 185 F-22 Raptor, una fracción de los 750 aviones planeados inicialmente en el programa Advanced Tactical Fighter (ATF) iniciado en 1981. Este programa buscaba reemplazar al F-15 Eagle y F-16 Fighting Falcon frente a amenazas emergentes, como los cazas soviéticos Sukhoi Su-27 y Mikoyan MiG-29, y sistemas avanzados de defensa aérea. La producción del F-22 comenzó en 1999, pero en 2009 se redujo a 187 unidades operativas debido a altos costos, la percepción de una menor amenaza aérea tras el fin de la Guerra Fría y el desarrollo del más versátil F-35 Lightning II. La última unidad se entregó en 2012, y la línea de producción en Marietta, Georgia, fue desmantelada, con herramientas almacenadas.
El cese de la producción ocurrió en un contexto de decisiones presupuestales post-Guerra Fría, cuando la amenaza de grandes potencias parecía disminuir. En 2004, el Departamento de Defensa, bajo el enfoque en guerras asimétricas en Irak y Afganistán, recortó el programa de 381 a 183 aviones operativos. Esto reflejó una visión a corto plazo, ignorando tendencias geopolíticas que anticipaban el resurgimiento de competidores como China y Rusia, que hoy operan cazas avanzados como el J-20 y Su-57. La flota actual de F-22, con menos de 100 unidades listas para combate en cualquier momento debido a mantenimiento, limita la capacidad de proyección de poder aéreo estadounidense.
La decisión de no exportar el F-22, incluso a aliados como Israel o Japón, exacerbó el problema. A diferencia del F-35, que ha sido adquirido por 19 países, el F-22 se mantuvo exclusivo para Estados Unidos debido a sus tecnologías avanzadas, como recubrimientos stealth y radar AN/APG-77. Esto impidió economías de escala que habrían reducido costos unitarios, estimados en $150 millones por avión, excluyendo desarrollo. Un estudio de 2017 indicó que reiniciar la producción de 194 F-22 adicionales costaría $50 mil millones, con $10 mil millones solo para reactivar la línea de producción, un obstáculo significativo dado la falta de herramientas y experiencia tras el desmantelamiento.
El F-22 demostró su valor en ejercicios como Northern Edge 2006, donde 12 F-22 derribaron 108 adversarios sin pérdidas, y Red Flag 07-1, manteniendo dominio aéreo contra fuerzas superiores. Sin embargo, su reducido número restringe su impacto estratégico. La modernización, como la integración de misiles AIM-9X y AIM-120D en 2019, mejora sus capacidades, pero no compensa la falta de unidades. La ausencia de un datalink avanzado como MADL, usado en el F-35, limita su interoperabilidad con cazas de cuarta generación, dependiendo de Link 16 y comunicaciones por voz en misiones conjuntas.
Datos clave sobre el F-22 Raptor y su producción
- Velocidad máxima: Mach 2.25, comparable a F-15 Eagle y F-14 Tomcat, superando al Su-35 (Mach 2.35) en sigilo y maniobrabilidad.
- Relación empuje-peso: Cerca de 1.25 con postcombustión, permite maniobras superiores frente a cazas rusos como MiG-31 (Mach 2.83, no stealth).
- Costo por unidad: Aproximadamente $150 millones, con un costo total del programa de $67.3 mil millones para 187 aviones.
- Flota actual: 185 F-22, con menos de 100 listos para combate debido a ciclos de mantenimiento intensivos.
- Producción cancelada: 2009, con la última entrega en 2012; herramientas de producción almacenadas o perdidas.
Comparación con cazas contemporáneos y limitaciones
El F-22 Raptor destaca por su combinación de sigilo, supercrucero (Mach 1.8 sin postcombustión), maniobrabilidad y aviónica integrada. Sus motores Pratt & Whitney F119 generan 35,000 lbf de empuje, con toberas de vectorización bidimensional que mejoran la agilidad en combates aire-aire. En comparación, el Su-35, con velocidad de Mach 2.35 y supercrucero, carece de sigilo, y su carga externa de armas aumenta la resistencia aerodinámica, reduciendo maniobrabilidad. El MiG-31 y MiG-25, con velocidades de Mach 2.83, son interceptores pesados sin la agilidad del F-22.
El F-15 Eagle y F-14 Tomcat, aunque rápidos (Mach 2.5 y Mach 2.34), no incorporan sigilo ni aviónica moderna, quedando rezagados frente a amenazas actuales. El F-35, diseñado como complemento del F-22, ofrece versatilidad aire-tierra, pero menor capacidad en combate aire-aire y sigilo inferior. La decisión de priorizar el F-35, con un costo por hora de vuelo de $32,500 frente a los $68,000 del F-22, reflejó un enfoque en versatilidad y exportación, pero sacrificó la supremacía aérea pura del Raptor.
La producción limitada del F-22 también afectó su mantenimiento. Aproximadamente el 50% del mantenimiento se dedica a reparar recubrimientos stealth dañados durante inspecciones rutinarias. La falta de una cadena de suministro robusta, desmantelada tras 2011, eleva costos y reduce disponibilidad. En 2017, reparaciones de F-22 dañados revelaron que herramientas e instrucciones esenciales estaban incompletas o perdidas, complicando aún más un potencial reinicio.
La ausencia de exportaciones contrastó con el F-35, cuya producción internacional en 19 países redujo costos unitarios y fortaleció alianzas. Si el F-22 hubiera seguido un modelo similar, incluso con una variante de exportación limitada, la producción pudo haber alcanzado cientos de unidades, reduciendo costos y manteniendo una cadena de suministro activa. En 2016, se propuso modernizar el F-22 con pantallas panorámicas y enlace Link 16 de transmisión, pero la falta de unidades limitó el impacto de estas mejoras.
Contexto geopolítico y nuevas amenazas
El fin de la producción del F-22 coincidió con un enfoque en conflictos de contrainsurgencia, donde cazas de superioridad aérea parecían menos relevantes. Sin embargo, desde 2014, el F-22 ha participado en misiones reales, como operaciones en Siria contra el Estado Islámico y el derribo de un globo espía chino en 2023, demostrando su relevancia. El resurgimiento de China y Rusia como competidores de gran potencia, con cazas como el J-20 (introducido en 2017) y Su-57 (en servicio desde 2020), expone las limitaciones de una flota reducida de F-22.
En simulaciones de 2020, el F-22 mostró dificultades para operar en escenarios futuros contra defensas aéreas chinas avanzadas, debido a su corto alcance (1,850 millas náuticas con tanques externos) y un compartimento de armas limitado. El programa Next Generation Air Dominance (NGAD), destinado a reemplazar al F-22 en la década de 2030, aún está en desarrollo, dejando a la Fuerza Aérea dependiente de una flota envejecida y reducida. En 2013, F-22 desplegados en Corea del Sur durante tensiones con Corea del Norte reforzaron la disuasión, pero su número limitado restringe despliegues simultáneos en múltiples teatros.
La cancelación del F-22 también afectó la industria aeroespacial. El desmantelamiento de la línea de producción eliminó empleos y habilidades críticas, con 1,000 subcontratistas en 46 estados perdiendo contratos. Reactivar la producción requeriría reconstruir esta cadena, un proceso costoso y lento. En contraste, el F-35 mantuvo una producción activa gracias a pedidos internacionales, demostrando el impacto de las exportaciones en la sostenibilidad de un programa.
El F-22 sigue siendo un activo crítico, con demostraciones de capacidad en eventos como el Australian International Airshow 2013, donde mostró maniobrabilidad y sigilo ante 180,000 espectadores. Sin embargo, su flota limitada y los crecientes costos de mantenimiento, combinados con el avance de cazas adversarios, subrayan la oportunidad perdida de haber continuado su producción. La Fuerza Aérea ahora enfrenta el desafío de mantener la supremacía aérea hasta que el NGAD esté operativo, un proceso que podría demorar una década.