El Su-25 “Frogfoot”, contraparte rusa del A-10 Warthog de EE. UU., ha mostrado un rendimiento variado en combate durante su servicio. Diseñado primordialmente para apoyo aéreo cercano, ha enfrentado retos ante defensas aéreas avanzadas, particularmente en Afganistán y más recientemente en Ucrania, donde ha sufrido pérdidas significativas que han mermado su flota.
Pese a su diseño original, las restricciones operacionales han llevado al Su-25 a funciones más comparables con la artillería de largo alcance que a sus tareas de apoyo aéreo cercano.
Aunque Rusia sigue invirtiendo en el Su-25, la eficacia de esta aeronave en el contexto de conflictos modernos permanece bajo escrutinio, en marcado contraste con el registro operacional más exitoso del A-10.
Capacidad del Su-25 en comparación con el A-10 Warthog

El Su-25 “Frogfoot” emergió como la respuesta soviética al A-10 Warthog de la Fuerza Aérea de EE. UU. Conocidos por su robustez y capacidad para operar como “tanques voladores”, ambos modelos han sido diseñados para dominar extensos periodos sobre el campo de batalla, infligiendo daños severos desde el aire a las posiciones enemigas.
Aunque el historial operativo del A-10 ha sido más favorable, el Su-25 ha mostrado limitaciones notables en comparación. Durante las múltiples contiendas en las que ha participado en los últimos 40 años, este avión se destacó inicialmente en la Guerra Afgano-Soviética de los años ochenta, brindando apoyo crucial a las tropas soviéticas.
No obstante, el Su-25 no ha logrado replicar el éxito sostenido del A-10 en escenarios comparables, lo que se atribuye a su menor potencia y menor capacidad de protección frente al contraataque enemigo. Aunque ambos son considerados “tanques voladores”, la superioridad técnica del A-10 en términos de potencia y defensa es palpable.
Arsenal del Su-25 Frogfoot en comparación con el A-10 Warthog

El Su-25 “Frogfoot” está equipado con un arsenal diverso y potente. Capaz de lanzar misiles aire-aire y aire-tierra, incluye en su armamento los misiles aire-tierra Kh-23, Kh-25ML y Kh-29I, según fuentes de Airforce-Technology. Para operaciones aire-aire, dispone de misiles R-3S y R-60. Además, esta plataforma de combate puede portar una variedad de cohetes, como los S-5 de 57 mm, S-8 de 80 mm, y los cohetes guiados S-24 de 240 mm y S-25 de 330 mm.
El arsenal del Su-25 se complementa con municiones guiadas por láser, bombas incendiarias y bombas de racimo, aumentando su capacidad de respuesta en variados escenarios de combate.
Central en su dotación de fuego es el cañón AO-17A de doble cañón de 30 mm, que alberga 250 rondas de munición. Aunque esta capacidad es considerable, palidece en comparación con la ametralladora Gatling del A-10, la cual puede liberar más de 1,350 proyectiles a su objetivo, destacando una de las principales diferencias en potencia de fuego entre ambos aviones.
Ambos aviones, el A-10 y el Su-25, están diseñados con una cabina blindada de titanio en configuración de “bañera” para máxima protección, aunque el blindaje del Su-25 es notablemente más ligero. Esto le confiere una mayor velocidad, pero también una vulnerabilidad incrementada, un factor crítico en entornos hostiles.
Este aspecto quedó demostrado en la guerra soviético-afgana, donde los combatientes muyahidines, armados con misiles Stinger proporcionados por EE. UU., lograron derribar varios Su-25. Por otro lado, el A-10 mostró una efectividad superior durante los dos decenios de conflicto estadounidense en Afganistán, enfrentándose con éxito a fuerzas comparables como los talibanes y Al Qaeda.
A nivel internacional, el Su-25 ha sido exportado y utilizado en varios conflictos, incluyendo la intensa guerra entre Irán e Irak durante los años 80 y posteriormente por la Fuerza Aérea de Georgia en la Guerra de Abjasia, evidenciando su relevancia y adaptabilidad en diversos teatros de operaciones militares.
Desafíos del Su-25 en Ucrania frente a su rol histórico

El Su-25 “Frogfoot” ha enfrentado desafíos significativos en la guerra actual en Ucrania, repitiendo su historial problemático en Afganistán en los años 80 debido a los sistemas portátiles de defensa aérea (MANPADS) y defensas aéreas de corto alcance (SHORAD) suministrados por Estados Unidos. Las fuerzas ucranianas han demostrado su eficacia al derribar estos aviones, incluyendo un incidente notorio en el que un Su-25 fue derribado y su piloto capturado y exhibido en la televisión nacional.
Desde diciembre de 2022, se estima que la flota rusa de Su-25 se ha reducido en un 20%, con 25 de estas aeronaves siendo derribadas o seriamente dañadas. En respuesta a estas pérdidas, la Fuerza Aérea Rusa ha adoptado una postura más conservadora en su despliegue, utilizándolos menos como cazas de apoyo aéreo cercano y más como plataformas de artillería de largo alcance. Esta táctica, aunque reduce riesgos, desvía al Su-25 de su función primordial y compromete su capacidad de brindar apoyo efectivo en combate terrestre.
Perspectivas del apoyo aéreo cercano en el contexto actual

La experiencia rusa con el Su-25 en Ucrania ha sido citada por algunos como una razón para que los EE. UU. reconsideren la viabilidad de su propio avión CAS, el A-10 Warthog. Aunque el Su-25 ha demostrado no ser tan eficaz en operaciones de apoyo aéreo cercano como el A-10, Rusia sigue comprometida a invertir en este modelo a lo largo de las próximas décadas, a pesar de las nuevas restricciones operativas y la amenaza de defensas terrestres avanzadas como los MANPADS.
Por otro lado, el Pentágono ha contemplado la retirada del A-10 a pesar de su exitosa trayectoria y su aclamada eficacia en roles de apoyo aéreo cercano. Esta dicotomía en el tratamiento de los aviones CAS subraya debates más amplios sobre la dirección futura y la relevancia de tales capacidades en la guerra moderna, particularmente en escenarios donde las amenazas antiaéreas son cada vez más sofisticadas y letales.