En febrero de 2022, el conflicto entre Rusia y Ucrania escaló con el despliegue ruso de no más de nueve aeronaves Beriev A-50U/M, esenciales para extender la capacidad de vigilancia sobre el frente de batalla.
Estos aviones A-50, propulsados por cuatro motores y manejados por entre 10 y 15 oficiales experimentados, representan un recurso crucial y de difícil reemplazo. Esta singularidad ha llevado a las fuerzas ucranianas a asignar recursos limitados para su neutralización, a pesar de su elevado coste de 300 millones de dólares cada uno.
En eventos destacados, un dron ucraniano impactó a uno de estos A-50 en territorio bielorruso. Posteriormente, un misil ucraniano de largo alcance logró abatir uno de estos aviones sobre el mar de Azov, al sur de Ucrania, el 14 de enero. A las seis semanas, el 23 de febrero, un segundo misil alcanzó a otro A-50 en la misma región.
Respondiendo a estas pérdidas, la aviación rusa optó por retraer los A-50 restantes, iniciando un proceso de sustitución urgente. Este proceso implicó la rehabilitación de al menos un A-50 de vieja data, posiblemente fuera de servicio, de los muchos producidos por Beriev en la década de 1980, a través de su complejo en Taganrog, situado a escasos 80 millas del frente.
La reacción ucraniana no se hizo esperar, atacando prontamente las instalaciones de producción en Taganrog, demostrando su determinación por eliminar estos aviones antes de que Rusia pudiera reconstituir sus filas. El A-100, potencial relevo del A-50, aún se encuentra en fase de pruebas y dista de ser un sustituto efectivo en el corto plazo.
Estrategias en el aire: Guerra de aviones teledirigidos y radares
La naturaleza exacta del asalto en Taganrog y sus consecuencias permanecen parcialmente veladas. Los ataques, ejecutados posiblemente entre el viernes en la noche y el sábado en la mañana, apuntaron al corazón del complejo de Beriev según reportes rusos, presumiblemente a través de un ataque coordinado con drones.
El análisis de imágenes satelitales realizado por Frontelligence Insight arrojó luz sobre el impacto del ataque. El foco de este análisis fue una estructura identificada como el punto de ensamblaje final de los A-50 reacondicionados y otras aeronaves de gran envergadura.
Al 29 de febrero, un A-50 se encontraba estacionado fuera del hangar de ensamblaje final, posiblemente el mismo avión destacado recientemente en medios rusos como evidencia de la capacidad de radar aéreo remanente de Rusia. Sin embargo, tras el ataque, esta aeronave desapareció de las imágenes, lo que sugiere su presencia en el hangar durante el asalto de los drones explosivos, causando daños evidentes en la infraestructura sin indicios de un incendio mayor en su interior.
“La penetración de los drones al hangar y su carga explosiva habrían sido suficientes para comprometer tanto el equipamiento como las aeronaves en su interior”, señaló Frontelligence. “A pesar de esto, no se observaron signos de un incendio de gran magnitud dentro del hangar”.
Perseverancia ucraniana: Desafiando al avión radar ruso A-50
La estrategia ucraniana sugiere un enfoque determinado hacia la neutralización de los aviones A-50 rusos, marcando potencialmente el cuarto derribo o daño grave de estas aeronaves en un lapso de dos años, y el tercero en un período menor a dos meses. Esta táctica, aunque no siempre exitosa en términos de daño material, transmite un mensaje inequívoco a las fuerzas aéreas rusas: pueden intentar recuperar y poner en funcionamiento todos los A-50 que deseen, pero Ucrania se compromete a localizarlos y neutralizarlos sistemáticamente, uno tras otro.
Este compromiso se ve reflejado incluso frente a las medidas defensivas rusas. En una maniobra preventiva, la fuerza aérea rusa dispuso una batería de misiles tierra-aire de largo alcance alrededor del complejo científico y técnico de aviación, anticipándose a un posible ataque ucraniano. A pesar de estas precauciones, los sistemas de defensa no lograron detener el asalto nocturno efectuado por drones.
Este incidente no solo destaca la vulnerabilidad de las instalaciones militares rusas frente a las tácticas de guerra no convencionales ucranianas, sino que también subraya la agilidad y la adaptabilidad de Ucrania en su estrategia defensiva.
A través de estas acciones, Ucrania no solo busca mermar la capacidad operativa de la aviación rusa mediante la eliminación de sus activos más valiosos, sino también enviar un claro mensaje de resistencia y resiliencia frente a un adversario numéricamente superior.