Recientes actualizaciones arrojan luz sobre una misión crucial que involucra al único regimiento de quinta generación de la Fuerza Aérea Rusa, donde un caza Su-57 Felon estuvo a cargo de una tarea vital. Esta operación consistió en la neutralización de un S-70 Okhotnik, un prototipo de caza no tripulado, que fue abatido sobre territorio ucraniano.
El Okhotnik, al tratarse de una versión preliminar, aún no contaba con las avanzadas capacidades de sigilo que caracterizan a los modelos más recientes. Armado durante su misión, se sospecha que formaba parte de pruebas de combate, dirigiendo ataques contra posiciones ucranianas.
El dron furtivo estaba en acción cerca de Konstantynivka, dentro de la disputada región de Donetsk, operando a unos 15 kilómetros detrás de las líneas ucranianas. Este sector es ampliamente conocido por las fuertes defensas antiaéreas ucranianas, lo que hace pensar que el Okhotnik pudo haber estado aprovechando sus características de sigilo como parte de sus pruebas.
Se especula que la pérdida de control de la aeronave pudo haberse debido a un fallo técnico o, alternativamente, a interferencia electrónica por parte de Ucrania o sus aliados. Esto supuso un riesgo importante, ya que existía la posibilidad de que Ucrania capturara la aeronave casi intacta, o incluso que terminara en manos de la OTAN en la frontera occidental.
Desde el recrudecimiento de la guerra en febrero de 2022, Ucrania ha entregado en varias ocasiones a sus aliados occidentales equipo militar capturado a Rusia, permitiendo su análisis. Un informe plantea la posibilidad de que un Su-57 derribara al S-70 dentro del alcance visual.
Este incidente podría explicarse por la dificultad que implica atacar a una aeronave con una baja sección transversal de radar, utilizando misiles guiados por radar detrás de las líneas enemigas. Otra hipótesis es que el Su-57 no estuviera equipado con misiles de largo alcance, ya que su bahía de armas podría estar destinada a misiles de crucero en esta misión en particular.
También es factible que la Fuerza Aérea Rusa haya preferido evitar el riesgo de que las fuerzas ucranianas o sus aliados occidentales obtuvieran piezas de los sensibles misiles aire-aire guiados por radar R-77M. A pesar de la pérdida de este prototipo temprano del S-70, es poco probable que esto afecte de manera significativa al desarrollo del programa, puesto que versiones más avanzadas de la aeronave ya llevan operando varios años.
El S-70 ha sido diseñado con la idea de ser relativamente descartable en comparación con los cazas tripulados como el Su-57, aunque comparte capacidades similares en cuanto a supervivencia, alcance y potencia de fuego. Aunque la destrucción del dron en sí puede considerarse una pérdida menor, preocupa la posibilidad de que se haya perdido el contacto con la aeronave o, en el peor de los casos, que haya sido capturada por las fuerzas ucranianas o aliadas.
Este acontecimiento reaviva el debate sobre la viabilidad de los cazas no tripulados dentro de Rusia y en el resto del mundo, subrayando los riesgos potenciales vinculados al uso intensivo de este tipo de aeronaves en situaciones de combate.
Cuestiones éticas del uso de drones no tripulados como el S-70 en combate
La dependencia cada vez mayor de sistemas de combate no tripulados como el S-70 “Okhotnik” plantea complejas cuestiones éticas relacionadas con la delegación de decisiones letales a las máquinas. Uno de los dilemas clave es hasta qué punto los gobiernos están dispuestos a permitir que estos sistemas autónomos asuman decisiones críticas de vida o muerte en escenarios de combate.
Aunque el S-70 probablemente siga operando bajo una supervisión humana significativa, es posible que las versiones futuras de estos sistemas cuenten con mayor autonomía, lo que disminuiría la necesidad de intervención humana directa.
Este panorama abre discusiones sobre la responsabilidad en la guerra, especialmente en situaciones donde la vida de civiles puede estar en riesgo o en las que un mal funcionamiento de los sistemas autónomos pueda desencadenar graves consecuencias, como podría haber ocurrido en el reciente caso en Ucrania. Los problemas éticos que plantean los sistemas autónomos siguen siendo una preocupación central para legisladores, expertos en ética y estrategas militares por igual.
Desde un enfoque estratégico, los sistemas no tripulados ofrecen ventajas operativas considerables a los países, tales como la capacidad de realizar misiones en espacios aéreos altamente disputados sin comprometer vidas humanas, lo que permite adoptar posturas más agresivas en zonas de conflicto, como se ha visto con el despliegue ruso del S-70. Sin embargo, también se enfrentan a riesgos significativos, como la pérdida potencial de control sobre estas máquinas.
Con el avance de la tecnología, el riesgo de que ataques cibernéticos o de guerra electrónica causen la pérdida de control sobre estos sistemas se incrementa, lo que supone nuevos retos para la seguridad y soberanía nacionales. El incidente reciente con el Okhotnik resalta estas vulnerabilidades y pone en duda la viabilidad a largo plazo de confiar en sistemas de combate no tripulados sin contar con medidas de seguridad adecuadas.
Los aviones de combate no tripulados, como el S-70, son considerados el futuro de la guerra aérea, y muchas naciones están invirtiendo fuertemente en tecnologías avanzadas de drones para reducir su dependencia de los cazas tripulados. La relación coste-beneficio de los drones, sumada a su capacidad para ejecutar misiones de alto riesgo en territorios fuertemente defendidos, los convierte en una opción atractiva para los ejércitos modernos.
Sistemas como el S-70 pueden realizar diversas funciones, que van desde el reconocimiento y la vigilancia hasta el combate directo, mientras que disminuyen la necesidad de pilotos humanos en estas operaciones. A medida que la tecnología continúe evolucionando, es probable que estas plataformas aumenten su autonomía, integrándose con inteligencia artificial (IA) y volviéndose aún más letales en ambientes de alta disputa.
Sin embargo, la interrogante persiste: ¿hasta dónde pueden las fuerzas armadas seguir expandiendo los límites de la tecnología de drones sin crear vulnerabilidades inaceptables? El hecho de que el S-70 aparentemente se haya perdido debido a interferencias electrónicas pone de relieve que, aunque avanzada, la tecnología actual está lejos de ser invulnerable.
Preocupaciones por la seguridad de los drones no tripulados y su vulnerabilidad
Los próximos avances en drones deberán enfocarse no solo en mejorar su efectividad, sino también en asegurar que puedan resistir tácticas de guerra electrónica que podrían neutralizarlos o, en el peor de los casos, usarlos en contra de sus propios operadores.
El éxito de los futuros aviones de combate no tripulados dependerá en gran medida del progreso en áreas como las comunicaciones cuánticas, la capacidad de la IA para resistir amenazas, y el desarrollo de enlaces de datos más seguros. La investigación en estas áreas será clave en los campos de batalla por venir.
El incidente del S-70 ha puesto de relieve una de las mayores preocupaciones: la vulnerabilidad inherente de las nuevas tecnologías militares a la guerra electrónica. Mientras países como Rusia continúan desarrollando plataformas más avanzadas, se ven en la necesidad de enfrentar constantemente la amenaza de ataques electrónicos y cibernéticos por parte de sus enemigos.
Es posible que las fuerzas ucranianas o sus aliados interfirieran con los sistemas de control del S-70, lo que plantea dudas sobre la efectividad de las contramedidas rusas en este ámbito. La debilidad en las comunicaciones seguras entre operadores y aeronaves no tripuladas representa un punto vulnerable que adversarios como los miembros de la OTAN, con sofisticadas capacidades de guerra electrónica, probablemente explotarán en futuros conflictos.
La escalada tecnológica que acompaña el aumento en el uso de sistemas no tripulados también genera preocupación. Con el despliegue de drones cada vez más avanzados por parte de los ejércitos, es previsible que los oponentes inviertan más en tecnologías para contrarrestar estos avances, tales como interferencias, suplantaciones o incluso el secuestro de drones.
Un incidente que ilustra claramente los riesgos de perder el control de estas valiosas plataformas es el de 2011, cuando Irán se apoderó de un dron estadounidense RQ-170. Este tipo de vulnerabilidades evidencian la necesidad de reconsiderar cómo se despliegan y protegen estas plataformas no tripuladas.
Para evitar que incidentes como el del S-70 comprometan la seguridad nacional o resulten en fugas tecnológicas significativas hacia los adversarios, será crucial desarrollar una infraestructura de defensa electrónica más robusta.
Cabe destacar que Irán tiene un historial en la captura de drones valiosos. En 2011, lograron hacerse con un RQ-170 de la CIA, un modelo altamente avanzado. Este aterrizó intacto, permitiéndoles acceder a importantes conocimientos tecnológicos.
En el caso del caza ruso Su-57, la destrucción del S-70 antes de que pudiera caer en manos occidentales podría ser un momento clave en la historia de la aeronave. Desde 2022, los Su-57 han sido usados ampliamente contra una variedad de objetivos ucranianos, lo que subraya su importancia en la guerra.
En agosto de 2020, las Fuerzas Armadas rusas establecieron como objetivo que el S-70 estuviera listo para el combate en 2024. El uso de prototipos en pruebas de combate intensas en Ucrania podría ser fundamental para lograr este objetivo. Sin embargo, aún no se conoce con exactitud cuántas unidades han sido producidas ni el estado operativo actual del S-70 dentro de la Fuerza Aérea rusa.
El S-70 se presentó por primera vez en enero de 2019, con un compartimento de armas casi idéntico al del Su-57. Se cree que está diseñado para portar armamento avanzado, como los misiles aire-aire R-77M y los misiles de crucero Kh-59MK2.
Los drones no tripulados representan una opción más económica que los aviones tripulados, en parte debido a que gran parte de su entrenamiento puede realizarse en simuladores, reduciendo drásticamente los costos asociados con las horas de vuelo. Además, al no depender de un piloto, pueden asumir misiones de mayor riesgo, como penetraciones profundas en espacios aéreos fuertemente defendidos.